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Geopolítica

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Ser gay y latino en Orlando, más que nunca una lucha

La masacre perpetrada el domingo en Orlando suscitó una ola de solidaridad sin precedentes con la comunidad gay, pero también recordó que aún quedan obstáculos por superar para este grupo, sobre todo para los hispanos.

La masacre perpetrada el domingo en Orlando suscitó una ola de solidaridad sin precedentes con la comunidad gay, pero también recordó que aún quedan obstáculos por superar para este grupo, sobre todo para los hispanos.

La ayuda no para. El personal del Center, el mayor centro de acogida de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, homosexuales y transexuales) puede distribuir a toda máquina la comida y bebidas que le llegan, pero no da abasto.

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McDonald's viene con un nuevo cargamento, dice con emoción Dee Richter, madre de Rob Domenico, uno de los administradores del centro.

El domingo, respondiendo al llamado del centro, 200 psiquiatras y psicólogos se presentaron para acoger a los familiares de las víctimas o a cualquiera que necesitara apoyo.

La masacre en la discoteca gay Pulse había dejado 49 muertos -además del atacante- y más de 50 heridos.

Una colecta para recaudar fondos fue lanzada por los familiares y los heridos en el sitio gofundme. Ya hay recaudados 257,000 dólares, según una medición del lunes 13 de junio al final del día.

"Es increíble ver el número de llamadas que recibimos de personas que nos preguntan cómo podemos ayudar", explica entusiasmado Rob Domenico.

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"Para mí, es una de las razones por las cuales fuimos un blanco. Mostramos cómo las dos comunidades (LGBT y heterosexuales) pueden funcionar bien juntas", considera.

Justo una semana antes del atentado, Orlando acogía los "Gay Days", un evento festivo poco conocido afuera de la comunidad pero que atrae alrededor de 150,000 personas de todas partes.

El gerente del establecimietnto gay Parliament House, Tim Evanicki, dijo haber notado, este año, un número significativo de parejas heterosexuales durante un concierto del "Gay Days".

El peso de la religión

Esa mezcla y la ola de solidaridad a favor de la comunidad LGBT después del ataque muestran un avance. Pero el atentado señala también que numerosos obstáculos subsisten.

"Si está en redes sociales, es repugnante ver cómo los evangélicos (protestantes radicales) publican mensajes de odio, diciendo que merecemos lo que nos pasó", observa Domenico.

"Tengo la esperanza de que todo ello ayudará a las personas a darse cuenta de los daños que causa el discurso del odio", explica el pastor Kathy Schmitz, de la First Unitarian Church, iglesia conocida por su apertura hacia los LGBT.

Islam o cristianismo, el peso de la religión sigue presente en los gays, sobre todo en la comunidad hispana, de la cual hacen parte la mayoría de las víctimas del atentado.

"En nuestros países hispanos, las personas son en general más cerradas con los gays", explica Angel Garmendi, gay de origen puertorriqueño que trabaja en un hospital en el que fueron atendidos los heridos tras el atentado.

A menudo entre los hispanos, "el hombre heterosexual es muy machista y el homosexual se siente aún más intimidado", dice.

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Garmendi perdió once amigos en el ataque. En tres casos, las familias supieron al mismo tiempo la muerte y la homosexualidad de sus seres queridos.

"Fue un doble shock para ellos. No lo aceptan", cuenta. "Pero ese es el problema: ¿por qué no lo sabían? Sin duda a causa de la discriminación que existe en nuestras familias".

Para Mark Krueger, militante gay del estado de Georgia, la religión está muy a menudo en franca oposición a los homosexuales, sobre todo en el sur de Estados Unidos.

Para él, el problema "no es el grupo Estado Islámico. Son los cristianos de por aquí, que dicen que los gays son malas personas".

Cuenta que un grupo de jóvenes lo golpeó brutalmente a la salida de un bar de su ciudad, Savannah, en el sur del estado de Georgia, en el año 2000.

Su vehículo es regularmente objeto de daños durante la noche y fue salpicado con pintura rosada.

"La única razón por la que sigo allí, es por el clima", dice con tono monocorde y decepcionado.

Incluso la ciudad de Orlando, que parece tan abierta, desconfía.

"Si agarras la mano de otro hombre, si le muestras afecto en la calle, ten cuidado", advierte.

"Las cosas evolucionaron un poco", dice, "pero solo un poco".

rarl

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