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Llantos, gritos de dolor y crispación en Beirut por la muerte de Nasralá
La confirmación de la muerte del jefe de Hezbolá, Hasán Nasralá, causó llantos y alaridos en los barrios que acogen a refugiados chiitas.
"¡Nasralá! ¡Nasralá!". La confirmación de la muerte del jefe de Hezbolá, Hasán Nasralá, el viernes en un bombardeo israelí cerca de Beirut, provocó el sábado llantos y alaridos en los barrios que acogen a refugiados chiitas e incrementó la tensión en la capital libanesa.
Algunas mujeres lloran golpeándose el pecho, otros gritan "¡Alá Akbar! (Alá es grande)", y la gente se congrega en pequeños grupos mirando las pantallas de sus teléfonos.
El poderoso movimiento chiita libanés confirmó lo que Israel anunció horas antes: Sayed Hasán Nasralá murió en un gran bombardeo el viernes en un suburbio del sur de Beirut, bastión del Hezbolá.
Para los desplazados provenientes de zonas chiitas de Líbano, bajo control de Hezbolá, que huyeron de los bombardeos israelíes y se refugiaron en Beirut, la conmoción es inmensa.
El carismático religioso de 64 años, líder desde 1992 de la formación proiraní, era adorado por sus partidarios y considerado como el hombre más poderoso de Líbano.
"¡No les crean, mienten, Sayed está bien!", grita una mujer con velo negro en una moto con su marido.
No puedo describir la conmoción que me provoca este anuncio (…) Todos empezamos a gritar, es nuestro padre, el que nos hacía sentir orgullosos, nuestro honor", dijo Maha Karit, una de las pocas personas que aceptó hablar.
"No hay ningún Estado en el mundo que haya enfrentado a Israel, salvo el de Sayed Hasán Nasralá", añadió con rabia la mujer, muy critica a Occidente y de los países árabes "que se dicen musulmanes".
"Con Sayed Hasán, éramos los únicos que sosteníamos la causa sobre nuestros hombros", agregó.
Crispación
En las calles del barrio comercial Hamra, las mismas escenas se repiten: gente llorando, mucha tensión, especialmente delante los centros donde son recibidos los desplazados.
Otros siguen sus ocupaciones en silencio, en un ambiente crispado. En el balcón de un hotel que acoge a los desplazados, una mujer grita de dolor con los brazos en alto hacia el cielo.
Al ver las cámaras, un grupo de hombres que se encuentran también en el balcón comienzan a vociferar y a lanzar botellas de agua a los periodistas que están abajo.
El anuncio de la muerte de Nasralá exacerbó la ira y la desesperación de miles de desplazados que se refugiaron la última semana en Beirut, albergados en condiciones precarias, en escuelas y a veces en la calle.
Cientos de familias huyeron precipitadamente de los bombardeos contra el suburbio sur en la noche del viernes y durmieron en la calle.
En otras regiones de Líbano donde Hezbolá está muy arraigado, se escuchan disparos.
En enclaves chiitas de los barrios norte de Beirut, mayoritariamente cristianos, los disparos incesantes de partidarios del Hezbolá aterrorizan a la población.