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Estados Unidos se prepara para poner fin a la “era Lehman Brothers”

Una subida de las tasas de interés, que podría anunciarse el próximo jueves, cerraría un periodo que estuvo a punto de acabar con el imperio financiero de Wall Street.

Puede que, a estas alturas, muy pocos reconozcan a Richard Fuld cuando pasea por la calle. Pero el ex consejero delegado de Lehman Brothers ha sido durante años el hombre más odiado de Wall Street.

El 15 de septiembre de 2008, el ambiente en los mercados estaba enrarecido. No hacía mucho que el Gobierno de Estados Unidos se había visto obligado a acudir al auxilio de Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión, y a nacionalizar las firmas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.

Pero nadie podía ni siquiera sospechar que el todopoderoso Lehman Brothers, el banco fundado en 1850 que había sobrevivido al crash del 29 y a la Gran Depresión, estaba a punto de caer.

Lehman Brothers se declaró en quiebra después de fracasar en unas desesperadas negociaciones de venta con Barclays y Bank of America. Dejaba un agujero de 638,000 millones de dólares (568,300 millones de euros), el mayor en la historia corporativa, pero el entonces Ejecutivo de George W. Bush decidió que había llegado el momento de que Wall Street asumiera sus excesos en solitario.

El Gobierno no pudo mantener su liberal postura durante mucho tiempo. El colapso de Lehman gangrenó todo el sistema y fue tan agresiv, que el equipo de Bush se vio obligado a acudir enseguida al rescate de gigantes como la aseguradora American International Group (AIG), que recibió una inyección de 85,000 millones de dólares justo antes de quebrar. La Casa Blanca y la Reserva Federal activaron un plan de emergencia para rescatar a la banca por valor de 700,000 millones de dólares.

Wall Street consiguió salvarse tras una intensa purga, pero la sombra que dejó Lehman Brothers continúa siendo muy alargada. Estas han sido sus principales consecuencias.

Bolsas

La quiebra del sistema financiero se produjo por la sobrevaloración de activos inmobiliarios y la concesión de hipotecas (que luego se colocaban en el mercado en pequeños paquetes) a clientes de los que no se analizaba la solvencia.

Los excesos en las valoraciones y el abuso del riesgo en un escenario de muy bajos tipos de interés, provocaron un cóctel explosivo que hizo saltar a las bolsas por los aires. Tras el colapso de Lehman Brothers, Wall Street inició una caída que tocó fondo en 2009, llevándose por delante más del cincuenta por ciento de su valor. El mercado está hoy muy por encima de los niveles previos a Lehman Brothers, pero predomina la cautela. Basta cualquier atisbo de duda, como ha sucedido con las previsiones del crecimiento en China, para que vuelva el pánico.

Regulación

Tras salvar su sistema financiero como primera e inmediata medida, el Gobierno de Estados Unidos, ya con Barack Obama a la cabeza, propició una nueva regulación con la intención de devolver la confianza a los inversionistas y con la pretensión de evitar otro caso Lehman Brothers.

La ley que buscaba acabar con los excesos se llamó ley Dodd-Frank (también conocida como ley de reforma de Wall Street y de protección al consumidor) y se aprobó en julio de 2010. La legislación puso en marcha una reforma muy profunda del sistema y se centró en cinco puntos clave:

1.- Protección de los consumidores. Se creó una agencia para velar por los intereses de los inversionistas y mecanismos como un programa que incentiva y recompensa las denuncias gestionado por la SEC (el organismo regulador de los mercados).

2.- Supervisión de las firmas financieras con riesgo sistémico. Se trataba de poner cerco a las entidades cuya caída supondría una amenaza para todo el sector.

3.- Supervisión global de los mercados financieros. Con especial atención a la titulización, los derivados y las agencias de calificación, a los que se les consideraba en parte responsables de la crisis.

4.- Gobierno corporativo y no más 'too big to fail' (demasiado grande para caer). El objetivo era garantizar que el colapso de una gran entidad no implicara nunca más inyección de dinero público ni amenazas para el resto del sistema.

La nueva legislación también proporciona a los accionistas voz y voto sobre la remuneración y el blindaje de contratos de directivos. Sin embargo, su postura no es vinculante, lo que sigue dejando un amplio margen de maniobra a los bancos.

5.- Estándares regulatorios internacionales y más cooperación. La caída de Lehman Brothers provocó la primera recesión global en la historia, y dejó claro lo rápido que se contagia la enfermedad de un banco a todo el sistema financiero. La ley Dodd-Frank buscó aumentar la supervisión sobre firmas financieras internacionales para evitar nuevas epidemias.

Supervisión

Los test de estrés tienen su origen en el nuevo marco diseñado por Estados Unidos. La Reserva Federal examina cada año a una treintena de entidades para medir si tienen suficiente capital como para soportar otra nueva crisis. Analizan también cuestiones como la gestión de riesgos y los controles internos.

La supervisión, muy estricta, incluye a las filiales de entidades extranjeras que operan en Estados Unidos, como Santander o Deutsche Bank. Ambas entidades fallaron el último examen de marzo, lo que significa que tendrán que revisar los procesos y sólo podrán llevar a cabo distribuciones de capital "que sean expresamente autorizadas" por la Fed.

Desde que se puso en marcha la nueva regulación, el banco central estadounidense ha impuesto de manera constante nuevos requisitos de capital. El último fue en julio, cuando elevó los requerimientos de los ocho mayores bancos del país en 200,000 millones de dólares. Las exigencias de capital aumentaron en un rango de entre el 1% y el 4.5% sobre los activos ponderados por riesgo respecto a las exigencias anteriores.

El porcentaje más elevado se aplicó a JPMorgan, el mayor banco del país. A Citigroup se le exigía un 3.5%, seguido de Goldman Sachs, Bank of America y Morgan Stanley, con un 3% cada uno. El resto de bancos que tuvieron que someterse a los requerimientos de la Fed fueron: Wells Fargo, State Street y Bank of New York Mellon.

Bancos

Con la caída de Lehman Brothers, los bancos sufrieron un brutal golpe de confianza e imagen del que aún se están sobreponiendo. A ellos se les atribuyó la responsabilidad de la mayor crisis financiera de la historia después del crash del 29 y de la profunda recesión económica que vino después. Se les acusaba de desatender los riesgos y de la creación de oscuros y peligrosos mecanismos de inversión con el único objetivo de conseguir rentabilidad a corto plazo.

Puede que la confianza no haya vuelto hoy del todo al sistema, pero "no hay duda de que el sector es mucho más fuerte de lo que era hace seis, siete y ochos años", dice John Stumpft, consejero delegado de Wells Fargo, en una entrevista con The Wall Street Journal.

En este tiempo, los bancos se han visto sometidos a una profunda revisión de su modelo de negocio y han asumido multas millonarias por su responsabilidad en la crisis. Pese a todo, crecen las dudas de que el objetivo de la Ley Dodd-Frank de evitar entidades demasiado grandes para caer se haya cumplido. Solo JPMorgan gestiona activos por valor de 2.5 billones de dólares, frente a los 2.1 billones de Bank of America y los 1.7 billones de dólares de Citigroup.

Agencias de rating

Las firmas de calificación de riesgo, que otorgaron la máxima puntuación a Lehman poco antes de su desplome y que no supieron anticipar la crisis que se venía encima, también se han visto cuestionadas. Sobre el sector ha caído uno de los movimientos más efectistas que ha puesto en marcha el Gobierno en estos años: en febrero de 2013, Estados Unidos presentó una demanda de más de 5,000 millones de dólares sobre Standard & Poor's por su responsabilidad en la crisis y en el estallido de la burbuja inmobiliaria. La ley de reforma de Wall Street dio también poderes a la SEC para multar a las agencias y excluirlas del sistema por calificaciones fallidas.

Política monetaria

La crisis que inició Lehman Brothers ha sostenido durante estos años un escenario de tipos de interés próximos a cero. El precio del dinero no ha subido desde 2006 y permanece sin cambios desde 2008. Pero todo esto puede que esté a punto de acabar, cuando se reúna la Fed para decidir los nuevos tipos de interés. Un cambio en la política monetaria, por pequeño que sea, será la señal para muchos de que la etapa de incertidumbre ha terminado y de que se inicia una nueva era.

Recuperación

La prevista subida de tipos viene precedida de una sólida recuperación de la economía de Estados Unidos, que se despide definitivamente de la Gran Recesión que desencadenó Lehman Brothers. El PIB del país creció un 3.7% en el segundo trimestre del año, muy por encima de las previsiones que apuntaban un impulso del 2.3 por ciento. Además, la tasa de paro cayó en agosto al 5.1%, el nivel más bajo desde abril de 2008 y muy por debajo del récord del 10% que se alcanzó en octubre.

fondos@eleconomista.com.mx

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