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Gigante latinoamericano

Una de las realidades más interesantes en el terreno económico global es que los países desarrollados, principalmente Estados Unidos, han consolidado su proceso de recuperación, dejando atrás las especulaciones sobre una segunda recesión mundial.

Frente a este desempeño positivo, los países emergentes, básicamente China, han entrado en un largo periodo de desaceleración que amenaza con prolongarse un par de años más.

Derivado de este aletargamiento, el Banco Popular de China (BPC) sigue adoptando medidas tendientes a incentivar la demanda agregada. Efectivamente, la semana pasada el BPC decidió recortar las tasas de interés por sexta ocasión consecutiva así como disminuir las reservas que los bancos comerciales deben mantener en el banco central a fin de aumentar la cantidad de dinero disponible en la economía.

De acuerdo con información reciente, la economía de China se expandió 6.9% anual en el tercer trimestre del año, por debajo de la meta gubernamental de 7 por ciento. Ésta es la primera vez desde el 2008 que se registra un crecimiento inferior a 7% y ha orillado a las autoridades financieras a adoptar medidas más agresivas.

Otro país emergente que atraviesa ya por una franca recesión es Brasil, cuyo PIB cayó 0.58% con respecto al trimestre anterior, mientras que en términos anuales registró una contracción de 1.2 por ciento. Para todo el año se estima disminución de 2.5%, lo que representa la recesión más profunda de las dos últimas décadas. Por otro lado, se espera que la inflación finalice el 2015 en 9.5% y en el 2016 en 6%, ambos pronósticos por encima de la meta oficial de 4.5 por ciento.

Las previsiones con respecto al PIB de Brasil se siguen ajustando a la baja, y el panorama luce aún más complicado luego de la degradación de la calificación de la deuda soberana por parte de Standard and Poor’s (S&P) que la ubica ya en terreno de bonos chatarra. La calificación que la agencia asigna a Brasil pasó de BBB- a BB+ , con lo cual no sólo pierde el grado de inversión sino que además se deja entrever una nueva rebaja ante las perspectivas negativas de la economía en el mediano y largo plazos.

De acuerdo con S&P, los riesgos políticos en Brasil siguen creciendo y pesan sobre la capacidad del gobierno para cumplir con el ajuste iniciado en el segundo mandato de la presidenta Dilma Rousseff. En el comunicado en el que se anunció la degradación de Brasil, la agencia indicó que la crisis podría suponer tres años seguidos de déficit primario y de un aumento continuo de la deuda pública si no surgen fuentes adicionales de ingresos o se adaptan medidas para recortar el gasto.

El Fondo Monetario Internacional (FMI), ha venido recortando también sus estimaciones de crecimiento para Brasil, debido a los retos de política fiscal y monetaria que enfrenta la economía de ese país, así como a los recortes en inversión de Petrobras.

El FMI destacó que su pronóstico de una caída de 1% para el PIB de Brasil en el 2015 está sujeto a riesgos adicionales que podrían repercutir en una recesión aun más profunda, como pudiera ser un racionamiento del agua y la energía eléctrica como consecuencia de la sequía que se vive en el país, los posibles efectos colaterales de los escándalos de corrupción en Petrobras y una continua pérdida de confianza por parte de los agentes financieros internacionales.

El entorno actual abre una gran ventana de oportunidad para que México se convierta en la economía más grande de Latinoamérica en algunos años. De hecho, en el 2002 la economía mexicana era 37% más grande que la de Brasil; no obstante, mientras que México continuó registrando bajas tasas de crecimiento, Brasil se catapultó gracias al fuerte incremento en el precio de las materias primas, debido a su vez al importante crecimiento de China.

Este contexto ha ocasionado que la economía brasileña sea actualmente 35% más grande que la mexicana, aunque ahora las estrellas se están alineando a favor de México. La aprobación de las reformas estructurales, principalmente la energética, abren la oportunidad para que el flujo de inversión extranjera aumente de manera muy importante en los próximos años, lo que incrementa el potencial de crecimiento de la economía.

Por otro lado, mientras que el desempeño de Brasil se encuentra más ligado a la economía China, que en el futuro experimentará tasas de crecimiento más moderadas, el de nuestro país está íntimamente relacionado con el de Estados Unidos, cuyo proceso de expansión está iniciando.

En términos generales, Brasil se ha especializado en la producción y exportación de productos primarios, mientras que el modelo mexicano se ha basado en el fortalecimiento de la industria manufacturera de alto valor agregado. Una muestra de este desarrollo diferenciado es la industria automotriz en México y los sectores de equipos electrónicos y de telecomunicaciones.

De esta forma, mientras que se percibe una década de letargo en Brasil, la economía mexicana se enfila hacia mayores tasas de crecimiento derivado de la transformación estructural de los últimos tres años y de la recuperación de la economía más grande del mundo con la cual estamos íntimamente correlacionados.

El reto para que México se convierta en la economía más grande de Latinoamérica es muy grande e implica dos supuestos: 1) que se rompa con la maldición de los últimos 20 años en los que sólo hemos podido crecer a una tasa promedio de 2.3% y, 2) que la mayor expansión del PIB se logre durante un periodo de tiempo prolongado, de manera tal que la tasa compuesta haga que la economía sea exponencialmente más grande con el paso de los años.

Para algunos analistas, la economía mexicana superará a la brasileña en el 2022, lo cual me parece demasiado optimista; sin embargo, si efectivamente se logran altas tasas de crecimiento de manera constante, y Brasil se mantiene en recesión y con crecimientos moderados, no dudaría que en 10 años México fuera nuevamente el gigante de Latinoamérica.

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