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La era postelectoral

Lo acontecido el pasado 1 de julio ha sido una muestra de dos caras de la sociedad mexicana: la primera fue el deseo de manifestarnos en las urnas y la segunda negándonos nuestra calidad de ciudadanos informados y participativos.

Lo acontecido desde el pasado 1 de julio ha sido una muestra de dos caras de la sociedad mexicana: la primera fue el deseo de manifestarnos en las urnas sintiéndonos parte de un mundo democrático y la segunda negándonos a que en nuestra calidad de ciudadanos informados y participativos, los resultados sean el reflejo fiel de nuestras decisiones.

En una sociedad democrática no basta con cumplir ambos extremos de la línea, votar y aceptar los resultados del proceso. A lo largo del espacio entre estos dos puntos se encuentra una parte medular de todo proceso electoral. A pesar de que hoy la discusión se centra en los extremos, ya es momento de que a través de una de tantas reformas que nos deben en el Poder Legislativo la situación política del país sea revisada y puesta a la altura de la participación ciudadana.

No se puede entender la falta de compromiso de quienes fueron elegidos por el pueblo e incluso de aquellos a quienes nos impusieron (plurinominales) para con sus votantes, así no se construye la democracia. Si bien en aras de mejorar el panorama poselectoral en el país ellos serán los principales afectados, ya es tiempo de retribuirle un poco al electorado por el daño que durante casi un siglo, en todos los niveles de gobierno y en todos los ámbitos de competencia, se nos ha generado.

El pueblo tiene el gobierno que merece , frase a la que por tantas generaciones nos hemos tenido que acostumbrar no es, ni por mucho, justa en estos momentos. La ciudadanía, la que trabaja todos los días e independiente de su elección partidista, se portó más que a la altura de lo que la modernidad nos exigió. Falta mucho camino por recorrer en el anhelado sueño de ser una sociedad democrática y tolerante, pero falta mucho más en la puesta a punto de los partidos políticos y de los actores en turno.

La reforma política, la de verdad, la que debería de emanar del pueblo en beneficio del mismo no tendría por qué salir de manos de los hoy representantes ciudadanos y menos ante la duda sobre sus facultades y capacidades para representarnos, están pretendiendo ser juez y parte. El cambio en este sector del país debe surgir de la racionalidad, de la modernidad, del progreso, de los nuevos modelos para gobernar, esos de los que hace buen rato todos habíamos quedado a deber.

La reducción de los tiempos de campaña, el control y la fiscalización inmediata de los gastos antes, durante y después del proceso, las sanciones, la calidad de las campañas y de las propuestas, la generación de nuevos partidos buscando franca competencia y el compromiso de ganadores y vencidos para con la sociedad son sólo parte de la tan esperada reforma política mexicana.

*El MF Ricardo Gutiérrez es profesor del Tecnológico de Monterrey campus Toluca y Campus Santa Fe. ?

ricardo.gtz@itesm.mx

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