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1987 vs el 2018
A pesar de que los mercados accionarios se han estabilizado después de un par de semanas de fuertes ajustes y alta volatilidad, hay quienes consideran que los movimientos de hace un par de semanas son apenas el comienzo de un ajuste mucho más profundo.
Una de estas voces es la de Peter Schiff, un observador de mercados con tendencias libertarias que alcanzó fama después de predecir la crisis financiera del 2008.
Vale la pena destacar que Schiff siempre ha tenido una visión pesimista de la economía americana y del sistema financiero y que su “pronóstico” de la crisis financiera del 2008 ha sido en realidad un pronóstico permanente.
Schiff también se ha destacado por hacer pronósticos erróneos basados en su premisa de que la creciente deuda del gobierno estadounidense será, eventualmente, impagable.
Bajo esta premisa se atrevió a decir, en el 2012, cuando el precio del oro se ubicaba cerca de 1,600 dólares, que el metal precioso podría cotizar por arriba de 5,000 dólares en los próximos años.
A la fecha, el precio del oro se ubica en 1,349 dólares. Schiff también ha tenido una postura muy negativa sobre el dólar, la cual se ha materializado a medias. Recientemente, Schiff ha expresado que la coyuntura actual tiene similitudes importantes con el crack bursátil de octubre de 1987.
Aunque en la opinión de este columnista no estamos en la antesala de un crack bursátil como lo sugiere Schiff, es imposible ignorar ciertos aspectos que se presentaron en aquella época y que son similares a lo que ocurre en la actualidad.
En aquel entonces, el índice Dow Jones tuvo una estrepitosa caída de 22.6% después de un rally de más de cinco años que comenzó en agosto de 1982, cuando Ronald Reagan implementó una serie de estímulos fiscales e impulsó iniciativas de desregulación en varios sectores como parte de un esfuerzo de política económica para revertir la doble recesión que azotaba a la economía estadounidense en ese entonces.
El gran mercado alcista que comenzó en 1982 llegó a su máximo esplendor en agosto de 1987 cuando el Dow Jones alcanzó un máximo histórico de 2,722 puntos, lo que representaba un alza de 44% contra el cierre de 1986.
A partir de esa fecha, el rally comenzó a mostrar señales de agotamiento ante un fuerte incremento en los precios del petróleo, una desaceleración de la economía estadounidense y crecientes tensiones geopolíticas. Durante los días que precedieron al Black Monday, el Dow Jones ya se encontraba 12% por debajo de su máximo de agosto; sin embargo, nadie estaba preparado para lo que sucedería el 19 de octubre cuando el Dow se desplomó casi 23 por ciento.
La caída se atribuye a varios factores, entre los que destacan una sobrevaluación de los mercados, un fuerte incremento en la participación del trading electrónico a través de programas automatizados, una ola de pánico generalizado y la ausencia de medidas y protocolos en los mercados bursátiles para limitar operaciones de manera temporal en medio del caos. Sin embargo, uno de los factores fundamentales más importantes fue el crecimiento del déficit fiscal y del déficit comercial como consecuencia de las fuertes medidas de estímulo fiscal implementadas unos años antes.
Un tema que le preocupa a Schiff y a muchos otros especialistas sin tendencias tan radicales es el impacto de un alza en las tasas de interés en el déficit fiscal.
Hasta ahora, Estados Unidos había financiado sus déficits presupuestales con emisiones de deuda a tasas muy baratas. No obstante, las tasas han subido rápidamente y de seguir aumentando podría convertir la trayectoria del déficit y del endeudamiento en un reto mucho mayor.
Aunque el 2018 no es 1987, el gobierno estadounidense y los inversionistas no deben perder de vista los riesgos fiscales en los que está incurriendo la administración actual.