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Opinión

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2,191 días

López Obrador dejó márgenes limitados para que Claudia Sheinbaum diseñe una operación eficaz de gobierno, manteniendo conexiones estratégicas que le permitirán seguir influyendo en su administración.

Hoy inician los 2,191 días que durará este gobierno, suponiendo que supera la revocación de mandato en 2027. Es una paradoja que, habiendo tenido un triunfo tan contundente en las urnas, Claudia Sheinbaum (CS) inicie un gobierno debilitado en extremo. Esa fragilidad la construyó López Obrador intencionalmente en los últimos meses de su periodo. Se dedicó a desactivar todos los posibles contrapesos que pudieran interferir en su proyecto tiránico. Le deja a CS unos márgenes muy limitados para diseñar e instrumentar una operación eficaz de gobierno. AMLO dejó conectados los cables para su influencia sobre CS. 

Se le presenta a la presidenta la disyuntiva de seguir con la destrucción institucional con un segundo piso de la 4T sobre las ruinas que quedaron, o bien la alternativa del control de daños del grado de demolición. Por ejemplo, tratar de administrar de la mejor manera posible el pertrecho sistema de salud y la endeble arquitectura educativa. Promover leyes secundarias de la reforma judicial para atenuar sus males más nefastos.

Pero, sobre todo, cómo me gustaría tener una presidenta que sea constructora de soluciones y no de problemas. Una Presidencia para promover la gobernabilidad y no un Estado fallido. Una mandataria con liderazgo y no mangoneada por el vástago del tirano instalado en la cúpula del partido. Una presidenta que gobierne para todos los mexicanos y mexicanas, y no sólo para los 35 millones que votaron por ella. Una figura política que no se enconche en el manto de la mayoría calificada obtenida fraudulentamente, sino que a pesar de esa mayoría dialogue abiertamente con la oposición. Una mujer que sea empática frente al dolor humano. Una presidenta que promueva la confiabilidad de la interlocución internacional de México y que no apapache a los nefastos tres dictadores de la región y que no busque pleitos sin sentido como con España. Una presidenta que se sacuda su ideología rancia y adopte posturas modernas y globales.

CS no enfrentará límites políticos de importancia, al menos en los tres primeros años de su gobierno, ya que la mayoría calificada en el Congreso le permitirá prácticamente actuar sin reparos. Pero enfrentará restricciones impuestas por la realidad que no son políticas ni ideológicas. Menciono sólo dos: la precaria situación de las finanzas públicas donde simplemente los recursos no serán suficientes para los gastos sociales que se requieren y para seguir dilapidando oxígeno financiero en los cadáveres que son Pemex y CFE. La segunda, la contracción esperada en la inversión privada, tanto nacional como extranjera.

Además de unas finanzas públicas disciplinadas y coherentes con las restricciones presupuestales, hay cuatro temas fundamentales que, si los entiende CS, podrían ser la ruta para un gobierno viable de 2,191 días. Primero, la autonomía del Banco de México es inamovible; segundo, conservar el régimen de libre flotación cambiaria como escudo protector ante choques externos; tercero, mantener al T-MEC como marco de estabilidad para la inversión, el comercio y la prosperidad,; y cuarto, no perder el grado de inversión con las agencias calificadoras.

Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.

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