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Opinión

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4 escenarios para Ucrania (incluido el nuclear)

A casi un mes de haberse iniciado la invasión, es imposible saber cual será el desenlace. Todo tipo de vaticinios se barajan entre los analistas políticos y los expertos militares, que van desde el que podría considerarse como el menos devastador, hasta el que visualiza la peor pesadilla: una guerra con armas nucleares.

¿Qué posibilidades hay de que el mundo llegue a ese extremo? Como algunos han dicho, éstas son absolutamente remotas… pero no son cero. Y entre uno y otro polo, hay infinidad de derroteros que podrían materializarse. Examinemos algunos de ellos. 

Rusia gana la guerra

Como se ha visto y aquí lo abordaremos a mayor detalle, este primer mes de la invasión ha sido todo menos un día de campo para Rusia. Así que está por verse si puede ganar la guerra, a pesar de su aplastante superioridad militar. Y aún si lo consigue, es muy posible que sea una victoria pírrica.

Si logra ocupar el país entero se enfrentaría casi con toda seguridad a una guerra de guerrillas que podría durar incluso años, con un costo descomunal para la deteriorada economía rusa. Su ejército tendría que estacionarse durante mucho tiempo en Ucrania, en una ocupación propia de las guerras del pasado, algo que ya creíamos superado.

Los ucranianos han demostrado su patriotismo y deseo de echar al agresor, y eso le significaría a Rusia mantener un ejército de más de 150 mil soldados, que sufrirían constantes ataques. Para un escenario de ocupación a largo plazo, se han calculado como mínimo 50 mil muertos en el bando ruso, lo que necesariamente socavaría el poder de Putin, pese a la feroz persecución de la prensa (quizá no vista ni en tiempos soviéticos, como indica la amenaza de 15 años de cárcel para quienes critiquen la guerra o la llamen así, en lugar de “operación militar”).

Si Putin logra hacerse de toda Ucrania, es posible que se anexe también otras regiones, como Transnitria, en Moldavia. Pasaría a ser frontera con Polonia, con lo que habría tensiones y posibles escaramuzas, que harían cada vez más posible un enfrentamiento con la OTAN. Mismo caso con las repúblicas bálticas, que desde siempre han vivido con el temor de una posible agresión Rusa.

Si Rusia resulta ganadora, el retroceso de las democracias sería otro resultado nefasto. China ha mostrado una estrategia de ambigüedad estratégica con lo que está haciendo Rusia, pero esto les daría en parte la razón a los autócratas, ganando batallas en diversos flancos y expandiendo sus economías (al menos en el caso de China). El régimen de Moscú se espera más y más represivo conforme avance la invasión.

Desde el inicio, un objetivo declarado de Putin fue remover el régimen libremente electo de Volodimir Zelenski, aduciendo que salvará a Ucrania de los “nazis y drogadictos” que la gobiernan. Este objetivo hoy es menos probable que nunca, pero si llegara a suceder, se impondría en un país soberano un gobierno títere, a las órdenes del Kremlin.

Una Ucrania ocupada “es una receta para un conflicto interminable”, escribió Robert Kagan, autor de la teoría de que el expansionismo y el militarismo de China y Rusia, junto a la actitud de supuesta debilidad que muestran las democracias, llevará a la tercera guerra mundial. Explica que los rusos podrían atacar las rutas de suministro de los insurgentes ucranianos, incluso aunque se encuentren en territorio de miembros de la OTAN, con lo que eso conlleva. “Es una ilusión pensar que este conflicto termina con Ucrania”, concluye el escritor que, a pesar de ser republicano de toda la vida, en 2016 abandonó ese partido por haber postulado a un “fascista” como Donald Trump.

Rusia pierde la guerra

Afortunadamente, los escenarios catastrofistas no son los únicos. Sobre todo porque los partes del frente de batalla están llegando con noticias esperanzadoras para los ucranianos. Han logrado expulsar a los invasores de ciudades ya tomadas, por ejemplo Mykolaiv, que protege a Odessa de un destino que podría ser el de Mariúpol. Kharkiv, con una amplísima población rusa y que se suponía que debía caer en cuestión de días, sigue en pie. No se diga Kiev, que resiste en una tensa calma, esperando el zarpazo final. El convoy de varios kilómetros que todos pudimos ver en las imágenes aéreas, no ha llegado a la capital: el contraataque está funcionando y a todo esto ayuda la desorganización rusa, que no pudo siquiera prever el abasto de combustible para sus vehículos.

Reportes de inteligencia hablan de bajas rusas en el orden de 9 mil efectivos, con más de 15 mil heridos, y se sabe que la moral en las tropas es baja (los videos de las deserciones de soldados muy jóvenes, casi niños, que manifestaron no querer morir ni matar a nadie, le dieron la vuelta al mundo). Todo un escenario de cataclismo para quien lanzó la invasión. Max Boot lo puso de esta manera en el Washington Post: “Putin no puede aguantar indefinidamente si su ejército sigue sufriendo grandes pérdidas. Las tropas rusas aún podrían reagruparse para la ofensiva, sí, pero sus probabilidades de éxito disminuyen día a día. Salvo algún acontecimiento inesperado, las opciones de Putin parecen ser perder rápida o lentamente”.

Los rasgos psicológicos de Putin han sido muchas veces analizados, y se subraya con asiduidad que, al verse acorralado en una situación en la que no puede ganar de la forma que había planeado (lejos quedaron sus sueños de perpetuar un tipo de blitzkrieg, o guerra relámpago, y de que los ucranianos agradecieran la “liberación”), se puede tornar mucho más peligroso.

Se ha enfrentado a todas las contrariedades posibles: la resistencia férrea; la unión (antes inesperada) de todos los miembros de la OTAN en contra de la invasión (incluso el abandono de doctrinas antibélicas, como en el caso de Alemania, o de neutralidad histórica, como en el caso de Suiza); unas sanciones que difieren mucho de las que sufrió cuando se apoderó de Crimea; una recesión económica como efecto de ello; un apoyo chino mucho menos entusiasta de lo que creía; la inopinada cancelación del gasoducto Nord Stream 2 y una condena en la ONU de 141 países del mundo.

En el futuro de Putin y de muchos de sus cómplices estará la imposibilidad de salir del territorio de la Federación de Rusia, excepto a los contados países que no forman parte del Estatuto de Roma, a riesgo de enfrentar un posible arresto ante los miles de testimonios de los crímenes de guerra cometidos, que se siguen acumulando cada día.

Pero en algún momento el líder del Kremlin, o alguien en su entorno, se podrían dar cuenta de lo que realmente está sucediendo: Ucrania no es Chechenia y Kiev no es Grozny, la ciudad de la primera aventura de Putin como carnicero de los aires. Y no pueden simplemente arrasar con todo. “A medida que el día se alarga en el infierno de la guerra, el asesino de Moscú parece estar reviviendo su experiencia de Grozny –escribió el analista David Von Drehle. Llueve suficiente destrucción sobre las cabezas de los civiles inocentes, quema suficientes madres y niños, mutila suficientes ancianos, y finalmente una ciudad caerá. Cuando Putin terminó con Grozny, era, según las Naciones Unidas, ‘la ciudad más destruida de la Tierra’. Puede que él lo considerara un honor”. Ese mismo modus operandi lo utilizó en la ciudad de Alepo, en Siria.

Así que es posible que intensifique la hecatombe y caigan algunas ciudades, pero no toda Ucrania, ni el gobierno de Zelenski, ante lo cual no le quedará más que rebajar sus demandas, quizá logrando (con alguna presión también de China, a la que tampoco le conviene una guerra prolongada) la anexión del Donbás, la consolidación de Crimea bajo el dominio ruso, tal vez la promesa de desmilitarización del país y un tratado que le garantice la neutralidad futura de Ucrania, sin unirse a la OTAN. Pero no mucho más.

Todo esto, por supuesto, representa una violación al derecho soberano de un país de tomar sus propias decisiones, que se impondría por la fuerza bruta y nada más, pero que quedaría muy lejos de los objetivos primarios que Putin tenía con la invasión. 

En un texto que se hizo instantáneamente célebre, Francis Fukuyama escribió a mediados de marzo que “Rusia se encamina hacia una derrota total en Ucrania”, y que “Putin no sobrevivirá al fracaso de su ejército”. “Si tiene tantos apoyos, es porque es visto como un hombre fuerte, pero ¿qué podrá ofrecer cuando quede demostrada su incompetencia y se le haya despojado de su poder de coacción?” El autor de la teoría del fin de la historia anticipa que esa derrota “permitirá un nuevo nacimiento de la libertad y nos sacará del estado de depresión en el que nos encontramos por la decadencia de la democracia mundial”.

Si bien estos postulados pueden parecer demasiado optimistas, lo que es un hecho es que hasta ahora a Putin todo le ha salido mal. La economía, simplemente, podría generarle descontento generalizado y dificultad de mantenerse en el poder. Debemos recordar que en 2024 habrá elecciones presidenciales en Rusia y que Putin se va a presentar para un tercer periodo consecutivo, algo que no estaba previsto en la constitución pero que logró después del referéndum de 2020. Esas elecciones las tenía prácticamente ganadas desde años antes, de no ser por esta guerra que le puede costar todo su prestigio y poder.

En un supuesto de que Putin llegue debilitado a esos comicios, la represión y el terror se podrían exagerar en toda Rusia, con el objetivo de mantenerse en el poder con fraude electoral o bien con un autogolpe que cancele las elecciones por cuestiones de “seguridad nacional”. O también podría, simplemente, perder el poder en ellas (o antes, con una revuelta popular o de sus generales, ante un desastre total en Ucrania).

Todo depende de los valerosos combatientes. Cada día que esos nuevos partisanos resisten, posibilitan una mejor negociación para su país. Por lo pronto Mariúpol, la ciudad que más ha sufrido, ha dicho que no se rendirá jamás. A esos héroes, como a los 13 que optaron por la muerte antes de recibir una orden de un gobierno agresor, en la Isla de la Serpiente, sus compatriotas les rendirán homenaje a través de generaciones. “Este es un buque de guerra ruso, ríndanse y evitarán un derramamiento de sangre”, les dijeron, en un audio que trascendió. “Buque de guerra ruso, jódase”, fue la respuesta de esos hombres que morirían con honor unos minutos más tarde.

(Los demás escenarios de la guerra, en la próxima entrega)

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José Manuel Valiñas es articulista de política internacional. Dirigió la revista Inversionista y es cofundador de la revista S1ngular.

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