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Opinión

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40 años de "Born in the U.S.A." de Bruce Springsteen

Born in the U.S.A. es el disco que consagró a Bruce Springsteen como un icono en la cultura pop estadounidense. El álbum engloba todo lo que representa la personalidad del cantante nacido en Long Branch, Nueva Jersey: su imagen, su sonido, sus movimientos, sus letras y todo lo que representa en el imaginario musical estadounidense.

Bruce Springsteen es al mismo tiempo el consagrado cantautor y el showman que ofrece extáticos conciertos de cuatro horas que evocan más un servicio religioso que un concierto de rock n roll. Es la conexión entre Elvis Presley y Bob Dylan. Un 4 de junio de 1984, Bruce Springsteen le dio al mundo el disco que lo transformaría en una superestrella.

El séptimo álbum en su discografía llevó a Bruce Springsteen a las listas del Billboard con 7 sencillos que se colaron al Top 10: “Dancing in the Dark”, “Born in the U.S.A.”, “Cover Me”, “I’m on fire”, “Glory Days”, “I’m Going Down” y “My Hometown”. 

Born in the U.S.A. alcanzó el número 1 en la Lista de Billboard el 7 de julio de 1984. El álbum permaneció 84 semanas consecutivas en el Top 10, casi 3 años, y los videos que lo acompañaron, especialmente “Dancing in the Dark”, ayudaron a definir la imagen colectiva creada sobre El Jefe. 

El video de “Dancing in the Dark”, dirigido por el extraordinario cineasta Brian DePalma y con la aparición de una joven Courtney Cox bailando sobre el escenario de un concierto, está permanentemente guardado en el imaginario visual sobre Springsteen. La gira que acompañó el disco duró 16 meses con 156 conciertos en estadios de Norte América, Australia, Asia y Europa. Los discos Live 1975 - 1985 y el más reciente The Born in the U.S.A. Tour 84-85 ofrecen una muestra de la experiencia que fue esa gira. 

El sonido de Born in the U.S.A. se define gracias a una adquisición del pianista Roy Bittan, un sintetizador Yamaha CS-80, que pinta el paisaje musical perfecto para acompañar las diferentes emociones del disco. En las canciones más rockeras —“Cover Me”, “Glory Days”, “Born in the U.S.A.”—, sirve como una propulsión para la base rítmica y la voz de Springsteen, mientras que en las canciones más tranquilas  —“I’m on fire”, “My Hometown”, “Dancing in the dark”— ofrece el acompañamiento para sumergirse en las meditaciones sobre amores inconclusos, familias complicadas, y un poco de nostalgia. 

La hoy icónica portada tomada por la fotógrafa Annie Leibovitz ha sido homenajeada y parodiada, haciéndola un cliché de la década de los ochenta. Junto con Michael Jackson, Prince y Madonna, Springsteen fue el otro personaje que dominó la cultura en aquel momento.

Bruce Springsteen comenzó a escribir los primeros bocetos del álbum en 1981, luego de haber concluido la gira de The River. Las canciones tomaron un giro más introspectivo y Springsteen comenzó a explorar temas más sombríos inspirados por el cine de Paul Schrader y Terence Malick, que exploraban a hombres solitarios y alienados de la realidad. 

La titular “Born in the U.S.A.” nunca fue un himno de patriotismo, sino un retrato de cómo Estados Unidos rechaza a los veteranos a su regreso de la guerra de Vietnam. Los personajes de la clase trabajadora de la que Bruce Springsteen canta reflejaban una sociedad en recesión, la destrucción de las clases trabajadores a causa de las políticas económicas de Reagan, el desempleo y la desintegración de las industrias tradicionales en la América donde los sueños no siempre se cumplían. Este era el otro lado de la fantasía que había construido en “Born to Run”, aquí no había ganadores y sólo quedan los que no pueden escapar. 

En Born in the U.S.A. Bruce Springsteen construyó una idealización de Estados Unidos donde todos podían coincidir sin importar su posición política o geográfica. Era un disco que le hablaba a los críticos que lo llamaron el futuro del rock y le apodaron “Nuevo Dylan” y también conectaba con el estadounidense cualquiera que buscaba, en su música, una forma para escapar de su mundo. 

Born in the U.S.A. fue la culminación de una década de trabajo en la que dejó de ser sólo un favorito de la crítica para convertirse en un músico popular. El álbum definió un nuevo esquema en la industria de cómo promocionar un disco y cómo cruzó hacia las simpatías de ambos lados de los espectros políticos

Cuatro décadas después Bruce Springsteen continúa siendo aquel personaje que se consagró en 1984 con aquella visión idealizada y nostálgica sobre un Estados Unidos que nunca existió. 

antonio.becerril@eleconomista.mx

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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