4T, revuelta en la cúspide

Vuelven a hacerse públicas las luchas palaciegas en lo más alto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Las diferencias en el gabinete presidencial otra vez quedan al descubierto.

En esta ocasión, por la inconformidad y enojo de otro secretario de estado, el titular de la Secretaría del Medio Ambiente, Víctor Toledo.

Acusa al jefe de la Oficina de Presidencia, Alfonso Romo Garza y al secretario de Agricultura, Víctor Villalobos, de favorecer a las grandes corporaciones trasnacionales.

A Romo lo califica como “el operador principal para bloquear todo lo que está en la línea de lo ambiental, de la transición energética”.

Son revelaciones muy serias. Dejan ver las severas diferencias al interior del equipo de gobierno, pero sobre todo los intereses cruzados e incompatibles.

Se trata de una guerra entre la perspectiva de los agronegocios que impulsa Romo y la agroecología que propone Toledo.

Ese es el detalle. Pero en lo general, las declaraciones del funcionario de alto nivel son demoledoras.

Afirma que no existe la 4T como tal. No existe como un conjunto claro y acabado de objetivos.

Por el contrario —asevera—, este gobierno de la 4T está lleno de contradicciones.

El punto central que detona el enojo y denuncia públicas de Villalobos es el glifosato, un potente y controvertido herbicida.

Este herbicida es una “papa caliente” en el mundo. Y en la relación entre Estados Unidos y México es una pieza clave.

Apenas en el mes de junio pasado, el representante comercial de la Casa Blanca, Robert Lighthizer, dijo que EU considera seriamente levantar casos de solución de controversias contra México relacionados con el mercado laboral y los productos biotecnológicos.

En su comparecencia ante el Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes, para discutir la Agenda de Política Comercial 2020 del Presidente, Lighthizer dijo que planea iniciar consultas sobre la negativa de México a autorizar productos biotecnológicos.

Por otra parte, el presidente de Finanzas del Senado, Chuck Grassley, dijo que Estados Unidos podría llevar a México a por lo menos dos paneles de solución de controversias Estado-Estado, con casos relacionados con el bloqueo del glifosato y la suspensión de permisos de biotecnología agrícola.

En noviembre del 2019, la Semarnat aplicó el principio precautorio para negar a un particular la autorización para importar mil toneladas de glifosato.

En México, los agricultores industriales pugnan por que se permita su importación, porque dicen, aumenta la productividad en el campo y su rechazo la abate en más del 30% que al final se traduce en la elevación del precio al consumidor.

La Secretaría del Medio Ambiente, rechaza la importación y uso del glifosato porque asegura es el más peligroso del mundo porque genera la mayor destrucción de la biodiversidad de toda la historia natural del planeta.

Toledo se ha pronunciado a favor de una política pública agroecológica que incluya suprimir los efectos nocivos ambientales, sociales y culturales de la agricultura moderna, lo cual supone la prohibición inmediata de 111 pesticidas catalogados como altamente peligrosos.

Por eso le causó tanto enojo que la secretaría de Agricultura que encabeza  Villalobos hubiera subido a la plataforma de Conamer un anteproyecto de decreto presidencial sobre el tema del glifosato.

Desde su punto de vista no solo no refleja sino que contradice la instrucción presidencial.

En el anteproyecto se utiliza sin su consentimiento el nombre del titular de la Semarnat por lo que exigió una disculpa pública.

La cosa está que arde y las repercusiones serán no sólo al interior del gabinete. Podrían extenderse, a la relación México-Estados Unidos.

El tema podría ser la primera gran piedra en el zapato en la positiva relación entre Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador. A reserva de que al final Toledo pudiera ser sacrificado y su política de agroecología simple y sencillamente se deseche.