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Opinión

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Acapulco: reflejo de México

Las empresas de seguros y reaseguro en el mundo conocen perfectamente la exposición al riesgo de México. En efecto, nuestro país tiene la mayor parte de su extensión rodeada de vistas al mar que incluyen los océanos Pacífico y Atlántico y el mar Caribe. Pocas naciones en el mundo tienen exposición a dos o tres mares a lo que, en nuestro caso, se le suma el 60% del territorio en zonas sísmicas con 12 volcanes activos. No debe de haber duda de que somos uno de los países más expuestos a desastres naturales. A pesar de ello, nuestros gobiernos han hecho poco por impedir que subsistan vicios como el permitir asentamientos en cerros o en linderos de alto riesgo, el fomento a la autoconstrucción y el constante desarrollo corrupto e irregular de viviendas. En términos de desastres naturales, México se iguala a las zonas volcánicas de Italia, a las áreas de tsunamis del pacífico, a las zonas sísmicas más importantes del planeta y, su amplia exposición al mar, lo hace quizás el receptor de huracanes más importante.

Con esta realidad a cuestas el huracán Otis de categoría 5 nos tomó literalmente por sorpresa. Puede haber diversas razones científicas que intenten justificar buena parte del factor sorpresa que tuvo, pero no existe una sola razón que exima de la responsabilidad de los gobiernos federal, estatal y municipal por no tener protocolos, refugios, sistemas tecnológicos de detección de huracanes peor aún, no tener dinero afrontar desastres naturales. No es posible que la economía no. 13 tenga que atenerse del Centro de Huracanes de EU. Siendo uno de los países más expuestos a desastres naturales no tenemos hoy en día, mecanismos que aseguren recursos económicos suficientes para rehabilitar zonas afectadas, no en las cantidades que se estiman en el orden de 50,000 mdd. La solidaridad de todos nosotros es indispensable pero nunca será suficiente; la magnitud de la destrucción del huracán en Acapulco supera a los sismos del 85. Lo mismo podemos hablar de la clásica postura mexicana de buscar soluciones en los bancos quienes no pueden condonar dinero que no es suyo, tampoco prestar para levantar ciudades enteras cuyo destino económico es incierto en el corto y mediano plazo. En estas catástrofes todo es bienvenido, pero es el gobierno el único responsable y capaz de reconstruir estados, municipios o colonias enteras. Lo puede hacer entre otras cosas, porque tiene el dinero de los contribuyentes con la obligación ética de distribuirlo adecuadamente no en algunos sino en todos los mexicanos. Para el 2024 nuestro gobierno quiere gastar 9 billones de pesos de los cuales 2 serán deuda, con estas cantidades claro que hay dinero suficiente para Acapulco. En esta coyuntura, el tamaño del desastre y el sufrimiento de millones de personas son razones suficientes para que, AMLO y su mayoría en el Congreso reorienten el gasto para comenzar desde hoy la reconstrucción del que llegó a ser el destino de playa más importante del mundo.

Doctor en Desarrollo Económico, Doctor en Derecho y Doctor en Historia del Pensamiento Filosófico Especialidades en desarrollo económico en Oxford University y en Economía Internacional en Georgetown University. Profesor en la Universidad Panamericana y la Ibero. Ha colaborado en la Presidencia de la República, el Banco de México, la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, fue Ministro de Asuntos Economicos de la Embajada de Mexico en EEUU (Washington). Autor de libros en Regulación Financiera, Historia Económica, Política Fiscal, Políticas Públicas y Ética.

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