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Acción, no palabras
Hoy llega a nuestra casa el papa Francisco. No viene a México a corregir, no; el papa viene como un peregrino más, con el corazón abierto, con muchas ganas de enriquecerse de lo que nuestro país le ofrece al mundo. México, cuando se trata de hospitalidad, tira la casa por la ventana, se desvive, sin duda alguna es el mejor anfitrión y esta vez mostrará el gran amor que le tiene al amigo de Dios. El fenómeno que el papa trae es inigualable, con su pura presencia el crimen baja, las personas se muestran solidarias y con gran esperanza de que su visita, su ejemplo, sus palabras, lleven a nuestro México a un mejor lugar.
El papa es un gran líder, es un hombre de acción, da el paso antes que la palabra, sale al encuentro del más necesitado y en todo lo que hace siempre está presente la austeridad, la simplicidad y la sencillez; justo ese tipo de líderes es el que nuestro pueblo añora.
Los dichos son muy sabios, las palabras mueven, pero el ejemplo arrastra; su ejemplo nos arrastra a querer ayudar como él lo hace. El papa Francisco es un papa de gestos, de muestras de cariño al otro. Francisco es grande no tanto por lo que dice, sino por lo que hace, ¡Y vaya que hace mucho! Sin miedo a equivocarme, la visita será un evento que marcará los corazones de los mexicanos, que dejará ese halo de amor, fe y esperanza que se necesita en México.
Ésta es la primera vez en la historia que el vicario de Cristo de origen hispano visita tierra azteca, aunque sabemos que el papa, antes de haber sido elegido por sus compañeros cardenales, ya había visitado en dos ocasiones nuestro país.
Salgamos a las calles, inundemos sus recorridos, abarrotemos sus eventos, mostremos cómo México sigue creyendo en poner el amor en acción. Démosle vida a la invitación que el papa nos hace, que cada quien desde su trinchera ponga sus talentos al servicio del otro, tratando a los demás como le gustaría ser tratado, haciendo por los demás lo que quisiera que hicieran por nosotros.
No nos queda mas que decir: bienvenido a México, papa Francisco, ¡hermano del alma! Nuestra casa es su casa.