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Opinión

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Adiós, Daft Punk

Daft Punk lanzó una edición de lujo en homenaje al 25 aniversario de su primer álbum, Homework, de 1997. Foto: AFP

Daft Punk lanzó una edición de lujo en homenaje al 25 aniversario de su primer álbum, Homework, de 1997. Foto: AFP

En “Contact” y “Horizon”, las últimas dos piezas del Random Access Memories (2013), los Daft Punk vaticinaron que este viaje estaba llegando a su fin. La nave espacial comandada por Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo aceleraba a toda velocidad hacia el infinito y más allá y nos esperaba un territorio incierto, que ni el propio Enterprise había explorado en otro multiverso. Las fuerzas gravitacionales estaban por desintegrar la nave y a toda su tripulación, incluidos los viajeros. Pero dentro de esta cápsula, la fiesta seguía con la misma intensidad. Harder, Better, Faster, Stronger. En ese momento no parecía relevante, pero Daft Punk ya había anunciado el fin del viaje y casi una década después no nos habíamos dado cuenta de que la fiesta ya había terminado.

Daft Punk invitó a toda una generación a la pista de baile. No importaba de dónde veníamos ni cómo habíamos llegado a esas canciones. Al filo del nuevo milenio, la música de este dúo francés nos ofreció una visión del futuro como la que se imagina en las novelas de ciencia ficción, que retoma diferentes elementos de nuestro pasado colectivo para construir una nueva fantasía espacial.

En el universo de Daft Punk todos eran bienvenidos, era una ceremonia donde todas las tribus musicales se unieron para bailar un mismo ritmo. Era una galaxia que interconectaba el house de Detroit y el techno europeo con el disco italiano y el pop. Fusionaba la síntesis de Wendy Carlos y el futurismo de Kraftwerk y Giorgio Moroder con la estética visual de películas como Tron y El Fantasma del Paraíso.

En El Fantasma del Paraíso, una cinta de culto de 1974 dirigida por Brian De Palma, Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo encontraron la inspiración para construir la imagen de los robots, que al igual que su trágico protagonista, Winslow Leach, podía ocultar sus identidades verdaderas detrás de un traje de cuero negro y un vocoder que robotizaba su voz. En un mundo menos mediatizado e inmediato, Daft Punk podía ocultarse de su público fuera del escenario y coexistir en el misterio del anonimato.

Daft Punk se convirtió en una presencia ubicua en nuestras vidas y en la cultura pop. Su música llegó a estar en fiestas, comerciales de televisión, en los escenarios más grandes del mundo, películas y hasta en las producciones de los artistas más mainstream. El dúo pasó de tocar para públicos de menos de 2,000 personas en los clubes parisinos hasta alcanzar la cima en el festival Coachella de 2006, cuando se presentó frente a una multitud de 40,000. En esa ocasión, los Daft Punk debutaron una pirámide multimedia que nos puso a bailar a todos en sincronía como una civilización antigua.

En esta historia nos dejaron un legado de cuatro discos (tres casi perfectos) con videos musicales inolvidables; memorables conciertos con dos álbumes en vivo como testimonio; la banda sonora de Tron: Legacy (2010) y muchas experiencias vividas con sus canciones. Además de las colaboraciones con Nile Rodgers de Chic, Paul Williams, Giorgio Moroder, Pharrell Williams, Kanye West, The Weeknd y más.

Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo siempre quisieron vivir detrás del disfraz de los robots, donde podían ser personajes llenos de misterio. “Es tan deprimente cuando sabes cómo se hace el truco de magia”, dijo Bangalter a la revista Pitchfork en una entrevista del 2013. “Nos enfocamos en la ilusión porque al revelar cómo se hace el truco, instantáneamente se apaga la emoción y la inocencia”.

El bacanal duró 28 años. Un día, las luces se prendieron, las baterías se apagaron y el hechizo de magia acabó. Los robots, como eran coloquialmente conocidos entre sus devotos, apagaron sus circuitos y anunciaron oficialmente su fin con un video que conmocionó a todo el mundo. Había pasado casi una década desde la última transmisión y, aunque las últimas señales habían sido ambiguas, ya nos habían presagiado el desenlace.

Daft Punk nos invitó a una fiesta de la que todos querían ser parte, nos dieron ritmos que reflejaban nuestro pasado y futuro musical, y en aquella mágica pista de baile nos dejaron con las ganas de querer bailar estas canciones una vez más.

antonio.becerril@eleconomista.mx

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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