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Agua “alcalina”
“Nada es más suave o flexible que el agua, pero aun así nada se le resiste”, Lao Tzu
El agua alcalina es una de las últimas tendencias con las que los “gurús” de la alimentación y bienestar nos bombardean hoy en día. Junto con el agua “cruda” (raw water), oxigenada, hidrogenada o estructurada, el agua alcalina es una de las últimas estafas que la industria de las bebidas están tratando de vendernos productos sin ningún respaldo científico sobre las “beneficios” que claman, y que les reporta cientos de millones de dólares anualmente.
El pH es una medida que sirve para establecer el nivel de acidez o alcalinidad de una disolución, la “p” es por “potencial”, por eso el pH se llama potencial de hidrógeno. Esta va del 1 al 14, donde 1 es extremadamente ácido, 14 es básico y un pH de 7, como el del agua potable se considera neutral. El agua alcalina es tratada para alcanzar un pH de entre 8 y 10, lo que supuestamente cambia el pH de tu sangre de ácido a alcalino, lo que te ayuda a estar “más hidratado y sano”. Beber agua alcalina también te ayuda a evitar la descalcificación de los huesos y hasta previene el cáncer… o al menos eso arguyen los vendedores.
Pero ninguna de estas declaraciones están respaldadas por la ciencia, por supuesto, y el origen de este bulo viene de la teoría de la ceniza ácida, una hipótesis médica que plantea que las dietas excesivamente ácidas pueden dar lugar a una serie de efectos de salud identificables, incluido un mayor riesgo de osteoporosis. Partiendo de ahí, si el interior de un cuerpo es más ácido genera más enfermedades, entonces aumentar la alcalinidad de dicho cuerpo debe llevar a la disminución de dichas afecciones. Esto dio origen a innumerables dietas y productos alcalinos, como el agua que nos ocupa.
El problema es que no existe tal cosa como un “cuerpo ácido”. Nuestra sangre tiene un pH de unos 7.4, mientras que tienen un pH de 6.1, considerablemente más ácido y no podemos cambiar esos valores con lo que comamos o bebamos. Nuestro cuerpo mantiene un equilibrio homeostático, el cuál es el estado ideal en que nuestro cuerpo funciona sin problemas; incluso nuestras células funcionan dentro de un rango muy específico en la escala pH, por lo que un cambio drástico en cualquier dirección puede provocar daños a los órganos e incluso la muerte. Por tal motivo, si aumentamos o disminuimos el pH de nuestros alimentos o bebidas el organismo simplemente usa alguno de los múltiples mecanismos con los que cuenta para ajustar el pH interno para mantenerlo dentro del rango óptimo de funcionamiento.
Por ejemplo, si el pH se vuelve demasiado alcalino, el cuerpo libera moléculas CO2 (altamente acidificantes) simplemente haciendo que respires más rápido. Pero el principal órgano que entra en acción son los riñones, los cuales simplemente toman cualquier sustancia que se encuentre de más en tu sangre y la excretan en forma de orina, por eso el pH de tu orina cambia en función de lo que comes o bebes. Esto quedó demostrado en un estudio de 2010, donde a cientos de participantes se les midió el pH de la orina y el nivel de descalcificación de los huesos. Por supuesto, no encontró ningún hallazgo concluyente a favor de las dietas alcalinas.
Sin embargo la industria sigue contratando “expertos” que contribuyen con “datos” para su publicidad, intentando dotar a esta de una credibilidad que ninguna persona con un razonamiento medianamente lógico acaba por creerse. Una razón más para usar siempre el pensamiento científico antes de suscribir ninguna teoría que tenga por finalidad la venta de un producto, especialmente cuando proclama ser una “cura milagrosa”.