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Opinión

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¿Al rescate de Xóchitl?

La derrota del PRI, hace seis años, tiene muchos capítulos inéditos. José Antonio Meade Kuribreña asumió la candidatura presidencial con el apoyo de un amplio sector del empresariado aunque muchos de los gobernadores ya habían pactado con el enemigo. En el camino había quedado Aurelio Nuño, el favorito del presidente Enrique Peña Nieto.

El exsecretario de Hacienda formaba parte de la misma camada de tecnócratas encabezada por Luis Videgaray. En su equipo de campaña, sin cargo pero con voz, estuvieron su padre, Dionisio, y Augusto Gómez Villanueva, su mentor y primer jefe.

Peña mandó a Miguel Ángel Osorio Chong a coordinar la campaña y pidió al candidato que nombrara a Nuño como jefe de Oficina, quien a su vez incorporó a José Ramón Martel al equipo que se encargaría de la operación electoral.

En vísperas del arranque de la campaña, entre los priistas había optimismo. El padrón de beneficiarios de los programas de la extinta Sedesol tenía seis millones de registros, lo que garantizaba —según sus cuentas— 12 millones de votos para Meade, quien jalaba otros 10 millones de votos, entre las clases medias.

Como en el 2000, los operadores priistas transitaban entre la negligencia y el desvarío. Meade era el candidato de oficialismo y terminó en tercer lugar, con nueve millones de votos (16%), mientras que el panista Ricardo Anaya obtuvo 12 millones (22%).

Con ese piso electoral, pero sin MC, el Frente por México enfiló a la contienda del 2024. Las cúpulas partidistas habían pactado que el PRI siglara las candidaturas para gobernador en el Estado de México y Coahuila, mientras que el PAN conduciría la nominación a la Presidencia de la República y la Jefatura de Gobierno de la CDMX.

Ese acuerdo hizo posible que Xóchitl Gálvez ganara la pulsada a Santiago Creel. Y también, el posicionamiento que logró gracias a la estrategia mediática orquestada por Carlos Mandujano y Pico Covarrubias.

Precandidata única, la senadora hidalguense nombró a Creel Miranda como coordinador de campaña y al exvocero calderonista, Max Cortázar, como su coordinador de comunicación social. Al frente de su estrategia mediática —y reemplazar al “cerebro de Xóchitl— llegaría el publicista Alejandro Quintero, de paso fugaz, tras de una lenguaraz irrupción en el war room frentista y la descalificación mañanera.

Creel propuso a Alejandra Sota, para ocupar esa significativa posición. Y las cúpulas partidistas reaccionaron… Sigue vivo el recuerdo del 2018, cuando por recomendación de Luis Videgaray, la exvocera calderonista tomó las riendas de la campaña de Pepe Meade, quien había construido su posicionamiento de la mano del consultor Fernando Vázquez Rigadas. A su llegada, Sota encontró un war room deshilvanado —bajo la coordinación de Aurelio Nuño— y el desprecio de las cúpulas partidistas.

Principalmente, dentro del PRI: cuando acudía a la sede partidista, la estratega se encontraba con el elevador fuera de servicio. Al final de la campaña, sin posibilidades de triunfo, entró al quite Luis Costa Bonino, el consultor uruguayo que en el 2006 trabajó para AMLO, contratado por Luis Mandoki y César Yáñez.

¿Xóchitl podrá cambiar la narrativa, con los mismos que hundieron al abanderado priista hace seis años?

Falta una semana para el cierre de las precampañas y la cúpula frentista deberá tomar decisiones. Al margen del ruido generado por las encuestas publicadas —que otorgan una ventaja de dos a uno a la aspirante oficialista—y despojada de la narrativa que la llevó a la candidatura presidencial, Gálvez ha trascendido a su equipo original de asesores –Pico Covarrubias, Alonso Cedeño y Liev Vladimir Ramos— para enfrentar el dilema del 2024. ¿Esta elección es sobre el legado de AMLO?

Periodista y columnista de El Economista, autor de Doña Perpetua: el poder y la opulencia de Elba Esther Gordillo. Elba Esther Gordillo contra la SEP.

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