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Opinión

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Aprende a reconocer y controlar los gastos emocionales

Todas las personas, en algún punto de nuestra vida, hemos hecho algún gasto a partir de un momento emocional. Hace algunos años, cuando me sentía triste o decepcionado, me salía a comprar un helado y caminar. Me ayudaba a calmarme y a mejorar mi estado de ánimo.

Hay personas que se van de compras cuando esto sucede. Hacen fuertes gastos de impulso, incluso de manera recurrente. Así, los gastos emocionales, se pueden convertir en un gran problema.

¿Qué son los gastos emocionales?

Son aquellos que se dan cuando hacemos compras en un intento para mejorar algún sentimiento negativo o llenar un vacío. No son algo que necesitamos o que hemos planeado. Cuando una persona gasta dinero para sentirse bien en el momento, suele tomar decisiones financieras cuestionables (muchas veces, sin pensar en las consecuencias), puede tener un problema de gasto emocional.

Cuando uno hace este tipo de compras, se puede sentir mejor en el momento. Sin embargo, es un sentimiento pasajero. Cuando nos damos cuenta de lo que gastamos y del impacto que esos gastos tienen en nuestras finanzas personales, nos empezamos a sentir muy culpables, avergonzados y decepcionados con nosotros mismos.

Hace algunos meses hablamos en este espacio acerca de la relación tan cercana entre nuestras finanzas personales y nuestra salud mental. Gastar más de lo que ganamos, por ejemplo, nos puede generar ansiedad e incluso depresión. Los gastos emocionales nos terminan generando más daño que beneficio y por eso es importante aprenderlos a controlar.

Aprender a identificar nuestros detonantes

Esto, como todo, se dice fácil, pero es todo un proceso. Se trata de aprender a identificar las emociones que sentimos cuando estamos haciendo compras o tomando decisiones financieras. También es aprender a hacer una pausa que nos permita pensar las cosas bien.

Cuando son compras físicas, una de las cosas que recomiendo a las personas que ya saben que tienen un problema de gasto emocional, es simplemente no cargar tarjetas de crédito o de débito. Acostumbrarse a manejar, por un momento, efectivo para los gastos cotidianos del día. Y llevar sólo lo necesario. De esa forma, aún cuando haya algún gasto emocional, su impacto será limitado.

Esto no es tan sencillo cuando se trata de compras en línea, o a través de apps, que ya tienen guardada la información de nuestras tarjetas y que lo hacen tan sencillo como comprar con un solo click. Si podemos, borremos esos datos (aunque algunas apps nos obligan a tener al menos un medio de pago “predeterminado”). Aún así, hacer una pausa para preguntarnos qué tan importante es la compra que estamos haciendo y cómo afecta nuestro plan de gastos (de dónde va a salir el dinero para pagarla) nos puede ayudar. Incluso, si la terminamos haciendo, estamos aprendiendo a hacer esos gastos de manera más consciente (poco a poco, como dijimos, es un proceso).

Al registrar nuestros gastos, podemos añadir una nota sobre cómo nos sentimos en ese momento. También puede ayudar llevar un diario: cada noche revisar nuestro día, nuestras emociones y los gastos que hicimos relacionados con ellas. Si nos acostumbramos a identificar esos detonantes y a conectarnos con las emociones que sentimos cuando estamos gastando nuestro dinero, nos será más sencillo controlarlos en el futuro.

Estos son sólo algunos pequeños consejos que nos podrían ayudar. Sin embargo, no quiero minimizar el hecho de que el gasto emocional puede ser sólo un síntoma de un problema mucho más complejo, que requiere ayuda profesional (psicoterapia).

contacto@planeatusfinanzas.com

Ejecutivo de alto nivel en seguros y reaseguro con visión estratégica de negocio, alta capacidad de liderazgo, negociación y gerencia. Además es columnista de Finanzas Personales en El Economista, Coach en Finanzas Personales y creador de la página planeatusfinanzas.com

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