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Así fracasó el golpe contra Maduro
La ambición de poder de Maikel Moreno, presidente de la Corte Suprema, arruinó el operativo.
Una semana antes de que Juan Guaidó y Leopoldo López aparecieran juntos en una base aérea de Caracas, cuatro personajes planeaban el ataque final en contra de Maduro.
Dos de ellos eran: el general Christopher Figuera, director del temido Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) y César Omaña, un empresario venezolano de 39 años que radica en Miami.
Ambos intentaban cerrar los detalles del golpe en contra del director, y lo hacían junto a Maikel Moreno, el presidente de la Corte Suprema.
Anthony Faiola, periodista del diario The Washington Post, pudo charlar con el cuarto personaje que participó en la reunión que se llevó a cabo en la terraza de la mansión del presidente de la Corte Suprema el 23 de abril hacia las 11:30 de la noche en la zona residencial Alto Hatillo de Caracas.
En el centro de la mesa habían varias botellas de agua Fiji y cigarros cubanos.
Christopher Figuera y César Omaña habían planeado el operativo junto a Leopoldo López gracias a los agentes del Sebin que lo resguardaban en su casa. Los tres pensaron que con el apoyo de Moreno los militares cambiarían de bando sin preocupación alguna.
Fue un cambio de parecer de última hora lo que agitó las aguas de incertidumbre. Maikel Moreno cuestionó la capacidad de Juan Guaidó para llevar a cabo la transición hacia las elecciones. Así que, según Faiola, él mismo se propuso como presidente interino.
Moreno, horas después del 30 de abril, rechazó públicamente el intento del golpe y emitió cargos en contra de figuras de la oposición.
Figuera y Omaña, un empresario de productos químicos, prometieron a Moreno que los altos funcionarios del gobierno y los altos mandos militares estaban listos para levantarse contra Maduro. Pero necesitaban de una palanca legal para ayudar a proporcionar legitimidad al operativo.
La noche del 29 de abril sería clave porque el tribunal supremo retiraría el reconocimiento legal a la Asamblea Constituyente de Maduro, una de las fuentes clave de su poder, y el estado de los presos políticos sería “revisado”.
Algo más, la Corte Suprema restablecería los poderes de la Asamblea Nacional, encabezada por Guaidó, ya que la Corte se los eliminó en el 2017.
“La magnitud del daño social causado a la sociedad venezolana dada la violación de (las garantías democráticas) y los principios constitucionales, es inconmensurable”, revela un borrador que iba a ser leído por el propio Moreno. Tal como lo describieron los funcionarios de la oposición, la operación no pretendía ser un “golpe de Estado”, sino una cadena de declaraciones oficiales que obligaba a Maduro a renunciar sin que se disparara una sola bala.
Moreno dudó. Pensó que si fallaba el operativo terminaría con su esposa comprando alimentos en “un Walmart en Estados Unidos”.
Figuera envió un mensaje de texto a los conspiradores asegurando que lo iban a remover de la dirección del Sebin. El operativo se llevaría a cabo el 1 de mayo. Se adelantó 24 horas.
Fracasó.