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Opinión

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Atentado antisemita, en Pittsburgh

Varias heridas quedan abiertas desde el ataque del sábado.

La carnicería provocada por un supremacista blanco en una sinagoga de Pittsburgh el pasado sábado reabre muchos debates antiguos y detona recientes.

Por enésima ocasión reabre la cuestión sobre la venta de armas en Estados Unidos. Los ancianos asesinados por ser partícipes del “crimen” de ser judíos se agregan a la larga lista de víctimas en escuelas, universidades, iglesias, conciertos y discotecas.

La primera reacción de Donald Trump después del atentado fue defender el uso de armas porque lo permite la constitución.

El segundo debate de fondo atañe a la naturaleza del discurso de Trump, un discurso que desprecia a las mujeres y a las minorías étnicas, religiosas y sexuales del país a favor de una América blanca, anglosajona y protestante, donde se encuentran la casi totalidad de sus electores.

Si bien él mismo no puede ser acusado de ser antisemita y ni siquiera, cosa rara, haber proferido palabras ambiguas en este sentido, sí lo ha hecho en  otras ocasiones para otras minorías.

Con su frase con la que equiparó a neonazis con militantes antirracistas, una de ellas asesinada en Charlottesville en el 2017, relativizó en su momento los crímenes de odio, en particular antisemitas.

Generalmente la ausencia de claridad moral del presidente, más allá de complacer a su electorado, del cual no forma la gran mayoría de los judíos, empeora la situación de un antisemitismo que Trump no inventó ni fomentó.

De esto trata el tercer debate, el más complejo. La permanencia y progresión del antisemitismo viste un aspecto más notorio en Estados Unidos por dos razones. Primero, es el país donde viven más judíos; entre seis y siete millones de los 15 que viven en el resto del mundo. Estados Unidos e Israel concentran más de 80% de la población judía del mundo.

En segundo lugar, los judíos se sentían seguros en Estados Unidos. Ya no. hoy en día, los judíos padecen más del odio en Estados Unidos que los afroamericanos o los latinos. Y va en aumento (57% con relación al 2017). En Europa también el antisemitismo se vuelve cada vez más visible. Agresiones constantes y a veces mortales en Francia, pero también en Alemania.

En el viejo continente se disfraza de oposición. Las autoridades de países como Arabia Saudita o Irán fomentan públicamente el antisemitismo; otras como Turquía o algunos líderes del partido laborista británico lo hacen de manera más disimulada.

Así coexisten varias formas de antisemitismo: el tradicional antisemitismo de extrema derecha, blanco y europeo, que acaba de matar en Pittsburgh; el antisemitismo de izquierda, disfrazado de “antisionismo”, como pasa en el partido laborista británico o con Maduro en Venezuela. Ésta se relaciona con el antisemitismo musulmán, mezcla de antisemitismo religioso e histórico con el reciente “antisionismo” político.

¿Quién podía creer que en 1945 después de la Shoah, en el siglo XXI se tenga que proteger con la fuerza pública en todos los países del mundo (incluido Estados Unidos y México), a personas que tienen el “descaro” de ser judíos y querer afirmarse como tal en su cultura, sus elecciones políticas y para algunos de ellos su religión?

*Jefe del Departamento de Estudios Internacionales del ITAM.

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