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Opinión

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Bajarle tres rayitas

La lucha por el poder es con todo, pero justamente por y para ello hemos construido una democracia.

Una de las funciones del poder es reproducir y conservar el poder. Esta máxima está en mayor o menor grado en la mente de todos los poderosos, sean políticos, narcos, empresarios, líderes sindicales, burócratas de medio pelo o ministros de cualquier culto. Una buena parte de la energía del poder se va en esta tarea tan primaria como desgastante. En contrapartida, una de las grandes virtudes de la democracia, hoy tan cuestionada, es poner frenos a esta lógica perversa; asegurar el tránsito pacífico del poder implica, entre otras cosas, frenar la tentación de los abusos de los poderosos.

Si la persecución desmedida de la PGR al candidato Ricardo Anaya era en sí mismo una muestra de este abuso, el no ejercicio de la acción penal contra el exgobernador César Duarte y las declaraciones del ex fiscal contra delitos electorales, Santiago Nieto, de que recibió presiones de un funcionario de la Secretaría de Gobernación para no investigar las posibles contribuciones de funcionarios de Odebrecht a la campaña de Peña Nieto, muestran hasta dónde el gobierno está dispuesto a jugársela para mantener el poder, pasando por encima de leyes, instituciones y personas.

Vamos a creerles que en el caso de Duarte tengan razón, que la investigación estaba mal hecha o que efectivamente a pesar de que grazna como pato, tiene plumas de pato y camina como pato, no es un pato, que esas extrañas maromas financieras no constituyen delito alguno. Se las compramos, pero cualquier persona con un poco de sentido político no habría hecho pública la decisión en este momento.

En el caso de Santiago Nieto, no dijo nada que no nos imagináramos, pero al ponerlo en palabras y en un medio extranjero mostró la lógica del juego del gobierno de Peña. El exfiscal dice que primero le ofrecieron dinero, luego le advirtieron que no se arriesgara y finalmente lo corrieron y amenazaron pasando por encima de cualquier lógica institucional.

No les gustó a los banqueros la metáfora de López Obrador sobre el tigre: lo leyeron como amenaza y lo criticaron en coro. Pero es justamente este tipo de acciones lo que puede provocar que el animal salga del estado de aletargamiento.

La lucha por el poder es con todo, pero justamente por y para ello hemos construido una democracia con instituciones y reglas. Algunas voces desde la sociedad civil e incluso desde dentro del PRI han comenzado a llamar a la cordura. Es importante que, a unos días del arranque de las campañas, todos le bajen tres rayitas: que Anaya deje de amenazar, pues tendrán que ser las instituciones quienes en todo caso procesen los casos de corrupción; que López Obrador deje de asustar con su metáfora del tigre y el domador, pero, sobre todo, que el presidente y el gobierno manden señales de que no usarán el poder para mantener el poder, que las instituciones son del Estado y no de un candidato.

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