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Balance primario deficitario
En mi artículo de la semana pasada “Irresponsabilidad fiscal” apunté que el próximo año el gobierno instrumentará una política fiscal notoriamente expansiva, la mayor en las últimas tres décadas. De acuerdo a los Criterios Generales de Política Económica enviados por el presidente Lopez al Congreso de la Unión, el gobierno plantea un gasto neto de nueve billones de pesos, incurriendo en un flujo de financiamiento neto de 1.9 billones (5.4% del PIB) para cubrir el déficit, con lo cual el saldo de los requerimientos financieros del sector público llegaría en 2024 a 16.9 billones de pesos, representando el 48.8% del PIB y seis billones de pesos más que el saldo al final de 2018.
Además, y esto es lo notoriamente irresponsable, el gobierno programa incurrir en un déficit primario (que excluye del gasto total los intereses pagados sobre la deuda) de 1.2% del PIB; como lo ingresos totales no alcanzarán a cubrir, además del total del gasto no financiero, la totalidad del gasto financiero, implica que el gobierno se endeudará para pagar intereses. Argumentar que porque el saldo de los RFSP será de solo 48.8% del PIB es una muestra de un manejo responsable de las finanzas públicas es no entender el problema que representa no solo haber alcanzado este saldo sino, más aun, no entender a fondo las implicaciones de un déficit primario de las finanzas públicas. Algunos comentarios al respecto.
Primero, el secretario de Hacienda afirmó que el déficit programado para el próximo año, incluido el primario, será un fenómeno único y que se explica por la necesidad de financiar y terminar las obras faraónicas de López: un tren Maya que terminará costando medio billón de pesos en lugar de los 150,000 millones que el presidente juró y prometió que iba a costar, una refinería que costará 25,000 millones de dólares y no los 8,000 que prometió costaría y el ferrocarril del Istmo que también ha experimentado sobrecostos. Aunque lo dicho por el secretario fuese cierto, de entrada hay que señalar que estas obras, sobre todo las dos primeras, al tener valor presente neto negativo con una evaluación social de los proyectos, ni siquiera se tenían porqué haber empezado. Además las tres, a las que hay que agregar el AIFA que tampoco tendría porqué haber sido construido y a la aerolínea del Ejército, requerirán de un flujo permanente de subsidios, comprometiendo hacia futuro las finanzas públicas. Una irresponsabilidad.
Segundo, una parte del déficit primario también se explica por la decisión de incrementar en 25% el monto de las transferencias en el programa de Adultos Mayores, alcanzando una cifra de 351,000 millones de pesos para tratar de comprar así el voto de estos individuos y de sus familiares en las próximas elecciones. Esto es una irresponsabilidad mayúscula porque este sí será a futuro un gasto recurrente, al menos con ese piso nominal, comprometiendo también hacia futuro las finanzas públicas. Se ve complicado incrementar de 65 a 68 años de edad el requisito para recibirla, aunque esto sería lo eficiente ante la mayor esperanza de vida y la necesidad de fortalecer estructuralmente las finanzas gubernamentales.
Tercero, incurrir en un déficit primario tal que el gobierno se endeudará para pagar intereses, aumentará permanente el saldo total de la deuda pública y, en consecuencia, dada la tasa de interés, también el flujo de intereses que habrá que pagar a futuro. Reducir la deuda, en términos absolutos requeriría de un superávit financiero del sector público, lo que se antoja imposible ante los gastos recurrentes establecidos en el presupuesto como salarios, pensiones y participaciones federales, seguir apoyando a la quebrada Pemex y a la CFE así como la imperiosa necesidad de incrementar el gasto en educación y en salud.
Cuarto y en línea con lo señalado en el párrafo anterior respecto de los compromisos de gasto, se percibe como notoriamente complicado, si no que hasta imposible de cumplir con el flujo de requerimientos financieros del sector público de 2.5% del PIB en 2025 que se establece en el documento de Criterios Generales de Política Económica, ya no se diga tener un superávit. Para poder lograrlo, reduciendo el déficit financiero a más de la mitad de lo programado para el próximo año, se requeriría de un ajuste mayúsculo en el balance primario de las finanzas públicas, yéndose de un déficit de 1.2% del PIB el próximo año a un superávit primario de entre dos y tres puntos del PIB.
Un ajuste de la magnitud señalada en el balance primario implicaría, entre otras cosas, que el gobierno tendría que dejar de invertir en infraestructura, seguir sacrificando educación y salud, hacer una reforma mayúscula en Pemex incluso cerrando algunas refinerías (lo que sería bienvenido), revertir el regalo populista de Bartlett al sindicato de electricistas, volver a aumentar la edad para la jubilación, cancelar diversos programas de gasto y hacer una reforma tributaria.
¿Podría alguien que recién se inaugura como presidente hacer un ajuste de este tipo? Se ve complicado y de ahí que la política fiscal expansiva del presidente López el próximo año, con un balance primario deficitario sea notoriamente irresponsable al haber comprometido a futuro la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Twitter: @econoclasta