Buscar
Opinión

Lectura 5:00 min

Bichos en sociedad

Termita reina con sus lacayos. Foto: Shutterstock

Termita reina con sus lacayos. Foto: Shutterstock

De manera un tanto inevitable —pienso yo — los humanos tenemos una visión del mundo un poco antropocentrista. Damos por sentado que nuestra especie es la más “evolucionada” (lo cual no significa absolutamente nada), que nuestros logros son los más avanzados de todas las especies y que nuestras estructuras sociales son las más intrincadas, con naciones separadas, figuras dominantes, rituales y relaciones interpersonales que determinan la vida y personalidad de los individuos.

Nada más lejos de la realidad, por supuesto. Existen especies animales que han llevado la vida comunal a un nivel muy por encima del nuestro, y con ello han cosechado los beneficios que otorga trabajar al unísono con otros cientos de miles de organismos que buscan el bien común. Esto da pie también a algunos de los comportamientos más extremos que los naturalistas han observado hasta ahora, y no estamos hablando sólo de bagatelas, como el canibalismo, pero ya llegaremos a eso después. Me refiero a los animales eusociales (del griego para “mejor sociedad”), término inventado apenas en 1966 por la entomóloga Suzanne Batra, pionera en el campo del estudio de las sociedades animales.

Clasificamos éstas en base al nivel de cooperación entre los individuos para alcanzar las metas de la colonia; los insectos comunales, por ejemplo, utilizan el mismo nido para cuidar de los huevos pero con escasa o nula colaboración en el cuidado de la cría. Los insectos cuasisociales sí que participan en el cuidado de la cría, pero cada hembra es madre en algún momento de su vida a diferencia de los semisociales; pero aquí existe una división de “castas” que realizan tareas diferentes e incluso tienen morfologías bastante diferente. Usualmente sólo hay una reina (que es hermana de las obreras) que puede poner huevos, aunque sabemos de especies de himenópteros donde algunas obreras lo hacen también, mientras que en los eusociales las obreras son hermanas de la reina, no hijas, y nunca ponen huevos.

Los eusociales participan todos en el cuidado de la cría y su alimentación, pero la separación por castas es muy evidente y produce siempre obreras estériles. La división de tareas entre los individuos produce un polimorfismo muy marcado, con organismos que varían grandemente en tamaño y morfología, aun siendo hijos de la misma reina. Suelen ser colonias multigeneracionales, especialmente debido a la prolongada longevidad de las diferentes castas, sobre todo la reproductora. Todas las colonias de hormigas y termitas que conocemos son eusociales, y forman el grueso de este tipo de insectos, pero ejemplos aún más conocidos para nosotros son las abejas (de los géneros Apis y Bombis) y avispas de la familia Vespidae, pero también sabemos de algunas especies de crustáceos que presentan este comportamiento.

En una colonia de este tipo existen diferentes tipos de tareas que se asignan a diferentes castas o individuos, como la protección de la colonia, el cuidado de las crías o la cacería y recolección. Además del polimorfismo, estas tareas se pueden asignar de acuerdo a la edad del individuo; esto sucede en las abejas comunes por ejemplo, donde las más pequeñas cuidan las crías y reconstruyen el nido, y las mayores consiguen alimento y protegen la colmena, aunque pueden cambiar de actividades según las presiones del medio y las necesidades de la colonia. 

Lo que los científicos siempre han encontrado más sorprendente de los animales eusociales es el hecho de delegar la capacidad de procreación a otro individuo, una práctica que parece totalmente contraria a las leyes de la herencia y el imperativo evolutivo que lleva a todos los animales a reproducirse. Al parecer, los animales eusociales han llegado a la conclusión de que lo importante no es la supervivencia de los genes del individuo, sino del linaje de este, lo cual tiene bastante sentido si tomamos en cuenta que todos los miembros de su colonia están íntimamente emparentados; así no resulta tan difícil asimilar que la vida del individuo es completamente irrelevante ante el bienestar de toda la colonia, y la aptitud biológica del animal no se basa únicamente en su reproducción.

Este sistema evolutivo nos ha dado especies sumamente complejas, maravillosas en realidad, como las abejas comunes sin ir más lejos. Pero existe una especie tan sorprendente, fuera de lo ordinario y francamente, tan fea, que deja a todas las demás con la boca abierta y pensando “¡Tío, te has pasado un poco!”; con unas normas sociales, unos hábitos defensivos y alimenticios que los harán pensar seriamente, espero, sobre el alcance y la verdadera complejidad de la evolución en la Tierra.

solounpalido.azul@gmail.com

Temas relacionados

Es ingeniero en Sistemas Computacionales. Sus áreas de conocimiento son tecnologías, ciencia y medio ambiente.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí
tracking reference image

Últimas noticias

Noticias Recomendadas

Suscríbete