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Bienvenidos, afganos; repudio a la mezquindad de Felipe Calderón
Tatuarse la bandera podría representar la pasión máxima del nacionalismo, pero también una crueldad si se hace para discriminar a los extranjeros.
El expresidente Felipe Calderón utilizó en Twitter una plantilla que circula desde la semana pasada en la que se compara el número de feminicidios en México (2,240) frente a Afganistán (390) en el año 2020 (no hay cita de la fuente). Las cifras acompañan una crítica al secretario de Relaciones Exteriores: “Dice Marcelo Ebrard que México ofrecerá refugio a mujeres afganas para protegerlas de los talibanes”. Tres emoticonos ayudan a diluir la seriedad del mensaje.
Las comparaciones tipo America first son tan mezquinas como crueles. Permitirían que un personaje hiperventilado compare el número de ataques terroristas contra embajadas en Kabul durante los últimos 20 años con el número de bombas detonadas contra embajadas en la ciudad de México.
La ausencia de rasgos internacionalistas, terminan por llevar al lodo a quien con orgullo practica el “primero México”. Tal pareciera que existe una obsesión por vivir atrapado en los mapas; vivir en una especie de determinismo donde la bandera y el acta de nacimiento impongan el plan de ruta de cualquier ser humano.
Así lo pensaba Hitler.
Pensar que el acto de otorgar visas humanitarias a mujeres afganas es una acción sustituta que perjudica la situación vulnerable de las mujeres en México, es patético y mezquino. No extraña ver ese tipo de plantillas, como la que circuló Felipe Calderón, en las redes sociales. Fue en ellas donde se incubó el movimiento QAnon.
Lo que sorprende es que el expresidente no haya aprovechado su gestión para conocer mejor los problemas de cada país; que no haya ampliado su espectro humanitario gracias al privilegio de participar en asambleas generales de la ONU, y escuchar, escuchar y escuchar a líderes de Estado para conocer a fondo los problemas que tiene cada país y los entornos adversos a los que se enfrentan las mujeres, en cada país.
Lo que escribe Ben Smith en el diario The New York Times es una postal de generosidad del Gobierno de México y de los buenos reflejos del secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard, a quienes se les aplaude más allá de ideologías políticas en las que uno haya elegido encarcelarse y someterse como esclavo.
“Un grupo de afganos que trabajaba para The New York Times, junto con sus familias, aterrizó de manera segura el miércoles temprano, no en Nueva York o Washington, sino en el aeropuerto internacional Benito Juárez en la ciudad de México”, escribe Ben Smith.
El periodista se refiere a la operación como un "rescate” de 24 familias afganas. que no viajaron a Washington porque “funcionarios mexicanos, a diferencia de sus contrapartes en los Estados Unidos, pudieron sortear la burocracia de su sistema de inmigración para otorgar rápidamente documentos”.
Smith detalla que a las 17:30 horas del 12 de agosto, dos días antes de la huida del presidente de Afganistán, Marcelo Ebrard recibió un mensaje de WhatsApp de Azam Ahmed, exjefe del diario neoyorquino en Kabul para plantearle la siguiente pregunta: “¿El gobierno de México estaría dispuesto a recibir refugiados de Afganistán?”
Ben Smith recuerda que Ahmed y Ebrard han sostenido diferencias por lo publicado en el diario neoyorkino. Esta es la clave de la ayuda humanitaria: dejar a un lado las diferencias para dar la mano a un conglomerado de personas cuyo entorno se convierte en amenazante.
Ebrard consultó con el presidente López Obrador y a las 18:30 horas le respondió a Azam Ahmed que México sí les abriría las puertas a las 24 familias.
La crisis que está generando el retorno de los talibanes en Afganistán produce olas de generosidad en el mundo, pero también revela perfiles siniestros.
@faustopretelin