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¿Cómo detener el autoritarismo?
Para empezar, advierto que no tengo la respuesta a la pregunta que cabecea este texto. Sin embargo, la pregunta es pertinente en este momento pues los rasgos autoritarios de la presente administración lopezobradorista se han escalado. Quien dude de esta afirmación no tiene más que ver completa cualquier mañanera. López Obrador ya no informa, evade responder casi todas las preguntas, defiende sin mayores argumentos a los suyos y la mayor parte del tiempo se dedica a atacar a sus enemigos, a los que llama eufemísticamente adversarios.
La descalificación y la calumnia son constantes, el uso de información personal de periodistas es normal, a pesar de que es claramente ilegal. Lo peor es que el presidente López no reconoce autoridad alguna, sea de instituciones nacionales o internacionales. Ante decisiones del Congreso de la Unión o de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que van en contra de sus opiniones u ocurrencias simplemente las descalifica, las ataca y las acusa de estar en contra del “pueblo” y/o ser corruptas.
Lo mismo pasa con Derechos Humanos de la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA o el Parlamento Europeo. Si se atreven a hacer observaciones o críticas al gobierno federal, simplemente están en su contra, las acusa de inútiles, de callar en otros tiempos ante la corrupción y el crimen. El colmo de esta semana es la descalificación que López hizo de la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) por no dar la categoría 1 al sistema aeroportuario de México con la excusa de que no se hizo cargo del aparente control del crimen organizado durante la época de Felipe Calderón.
¿Cómo enfrentar este creciente proceso de entronización del autoritarismo? Al parecer, las oposiciones están intentando varias fórmulas. De todas ellas, se podría decir que se pueden ubicar en confrontativas y moderadas. Las primeras se dan sobre todo por parte de los partidos de oposición PRI, PAN y PRD, de personajes de la iniciativa privada y de personajes mediáticos; se manifiestan a diario en redes sociales, declaraciones a la prensa o bien a través de los medios tradicionales de comunicación. Es difícil decir cuánto ha contribuido esta estrategia en el debilitamiento político del régimen o en el aumento de la polarización del país.
La otra fórmula, la de los moderados, está integrada por aquellos que sostienen que el ataque constante contra el gobierno y la figura de López Obrador no ayuda a la solución de los problemas, aumenta la polarización y cancela la posibilidad de lograr acuerdos. Esta idea estaría representada por Colectivo México, o Méxicolectivo, impulsado por personajes como Dante Delgado y José Narro, entre otros. Se trata de un movimiento político que asegura que no impulsa a partido alguno o la candidatura de algún personaje. Tampoco se define como una organización contra el gobierno. Lo que busca es la participación ciudadana “plural y diversa” y “recoger e intercambiar ideas y propuestas desde la sociedad civil para la construcción de un mejor país”. En su documento fundacional agrega que: “Sabemos que es tiempo de sanar heridas y apaciguar ánimos, de mirar el futuro con entusiasmo y generosidad, con decisión y firmeza para construir un México mejor”
¿Acaso los moderados lograrán apaciguar los ánimos de AMLO y sanar la división que atraviesa a la sociedad? La realidad es que el presidente López está en guerra contra unos y otros; contra todos los que no se apegan por completo a sus ideas de concentración de poder. Al menos el mandatario sabe lo que quiere y cómo lo quiere, algo que a veces las oposiciones no parecen entender con sus pequeñas divisiones y luchas por parcelas de poder. Pareciera que no se tiene claro lo que se puede perder.
Hay una idea que circula entre las oposiciones, una idea seductora y al parecer incontrovertible: la realidad, con sus malos datos y fracasos, hará el trabajo de demoler el poder de López Obrador. Tomo como ejemplo una encuesta de El Financiero que muestra que el gobierno está reprobado en materias como economía, seguridad pública y corrupción; sin embargo, el presidente López tiene un 54 por ciento de aprobación ciudadana en enero.
Esto significa que puede ser un fracaso, pero los mecanismos que lo mantienen arriba en popularidad siguen operando. Tal vez no como antes, pero ahí están. Además, siempre queda un expediente: destruir las instituciones electorales y trampear la elección. Este es el camino que está eligiendo y lo tiene claro.
Al parecer, lo que no está claro es cómo parar al autoritarismo, incluso más allá de AMLO.