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¿Cómo manejar el estrés financiero de estar endeudado? (Parte 1 de 2)
Frecuentemente recibo solicitudes de ayuda de personas que están muy endeudadas. Me pone muy triste porque suelen contactarme cuando están ya en una situación muy crítica, se encuentran sin opciones y no tengo forma de ayudarles.
Siento muchísima empatía por esas personas y me gustaría hacer algo, al menos ayudándoles a aprender de esa terrible experiencia para que salgan fortalecidos de ella. Pero la mayoría está demasiado estresada como para querer escuchar y conversar con alguien como yo.
Debo decir que aunque yo nunca he estado endeudado, viví de primera mano el estrés que las deudas causan en el entorno familiar. Mi padre nunca supo manejar bien su dinero y vivió sumamente endeudado y preocupado hasta sus últimos días. Siempre que llegaba el estado de cuenta de alguna tarjeta de crédito se enojaba y veíamos su desesperación porque no sabía de dónde iba a sacar dinero para pagar. Quizá por eso nunca quise tener esa vida y siempre fui muy cuidadoso en el manejo de mis propias finanzas.
En este espacio he escrito, varias veces ya, cómo se hace un plan para salir de deudas. Eso requiere tener capacidad de pagar los mínimos en todos los créditos que uno tiene y un monto adicional, que se puede destinar a la deuda más pequeña (sobre todo cuando uno está muy apretado, para liberar un poco esa presión) o bien, a la más cara.
Pero también requiere cambiar los hábitos que llevaron a tener esa deuda, y eso no es nada fácil. Además, se necesita mucha paciencia: salir de deudas toma su tiempo.
Esto me lleva a recordar con cariño a una persona que tuve la fortuna de ayudar. Ella me confesó: “cada vez que veo algo bonito, me convenzo de que me lo merezco; me doy permiso de darme ese gusto porque trabajo mucho –aunque no tenga el dinero”. Después de una pausa añadió: “pero siempre, después de comprarlo, me siento muy culpable”.
Ella misma sabía que esa forma de pensar representaba un problema, pero no lograba cambiar ese hábito. Le pregunté entonces si alguna vez había hecho un presupuesto o un plan de gastos y me comentó que sí, pero que nunca le había funcionado porque siempre terminaba gastando más de lo que había puesto en él, algo que también es de lo más común.
Los presupuestos tradicionales tienen dos problemas: las personas “presupuestan” lo que van a recibir en el mes (pero que todavía no tienen) y luego la manera como “deberían” gastar ese dinero. Pero no lo usan como una herramienta para guiar sus decisiones de gasto a priori, ni lo suelen ajustar cuando las cosas cambian. Por eso rara vez funcionan.
El plan de gastos, en cambio, resuelve esos problemas. Uno planea con dinero que ya tiene, no con el que espera recibir la siguiente quincena. Cada vez que uno recibe un ingreso, se hace una sencilla pregunta: ¿qué es lo que necesito que este dinero haga por mí, antes de que me vuelvan a pagar? De esta manera, a cada peso que ganamos le asignamos un trabajo.
Es muy importante que ningún peso se quede sin trabajo. El dinero es como un niño pequeño: si uno no le dice exactamente qué es lo que tiene que hacer, entonces hará lo que se le dé la gana y esa es la manera más fácil de perder el control.
Pero además, el plan de gastos se utiliza como una herramienta para tomar decisiones financieras. No importa el dinero que uno tiene en la cuenta de nómina: lo que importa es el monto que uno tiene disponible para esa categoría en específico.
¿Qué pasa si ese monto no es suficiente? Por ejemplo, ¿qué sucede si uno asignó 1,200 pesos para pagar la luz, pero el recibo llegó por 1,500? Situaciones así son muy frecuentes y cuando suceden, uno simplemente se adapta y busca el dinero faltante en otras categorías donde sí haya disponible, atendiendo desde luego a sus propias prioridades. De esta forma, el plan de gastos se utiliza de manera activa, para tomar decisiones financieras (guiar nuestras decisiones de gasto).
El estrés financiero que provocan las deudas tiene mucho que ver con la forma como nos relacionamos y gastamos nuestro dinero. Por eso es importante atacar el problema de raíz y complementar con otras estrategias de manejo de estrés financiero, de las cuales hablaremos en la segunda parte.
Mi padre nunca supo manejar bien su dinero y vivió sumamente endeudado y preocupado hasta sus últimos días. Siempre que llegaba el estado de cuenta de alguna tarjeta de crédito se enojaba y veíamos su desesperación porque no sabía de dónde iba a sacar dinero para pagar.