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Opinión

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Con el apagón

Ya llegaron los tan anunciados apagones. No es un complot de la derecha ni un ardid de los conservadores: la demanda eléctrica en México, incluso con el ínfimo crecimiento de la economía en este sexenio, no puede ser satisfecha y se ha tenido que interrumpir el suministro eléctrico.

No hay foro sobre el nearshoring donde no se advierta que México está perdiendo la capacidad de potenciar su atractivo para que se relocalicen inversiones y proyectos que hoy están en China o en otras jurisdicciones, por insuficiencia de la oferta eléctrica (junto con la de agua y la de condiciones mínimas de seguridad).

Es cierto que ha habido picos de calor que incrementan la demanda eléctrica, y afectan también a la oferta por la falta de agua en las presas hidroeléctricas, pero estos problemas coyunturales no explican los problemas actuales. El calentamiento global es un fenómeno conocido hace años, y no hemos hecho la tarea de prepararnos para enfrentarlo, e incluso mitigar un poco sus efectos incrementando la generación de energía fotovoltaica.

Encima, CFE está produciendo parte de la electricidad utilizando combustóleo proveniente de la refinería de Tula que, a últimas fechas, literalmente nos está quitando el aliento a los habitantes de la Ciudad de México y su zona metropolitana. El combustóleo no sólo es ineficiente, sino altamente contaminante, y seguimos utilizando también combustibles fósiles para mover casi la totalidad de nuestro parque vehicular. No sorprende que hayamos tenido cuatro días continuos de contingencia ambiental esta semana, cuando el Hoy No Circula era un programa temporal para el invierno de hace 30 años…

Recordemos que por cuestiones meramente ideológicas, la política de la administración del presidente López Obrador ha sido mantener, a como tope, al binomio Pemex y CFE al centro de la política energética. Más allá de filias y fobias, obligar a CFE a comprarle combustóleo a Pemex para utilizarlo en la generación de electricidad ha sido una pésima decisión económica, de política ambiental y de salud. Lo mismo puede decirse de no haber promovido la transición a energías limpias para movilidad y autoabasto. Con los apoyos necesarios, podríamos tener paneles solares en escuelas, viviendas, hospitales, edificios corporativos, carreteras y un largo etcétera.

Vemos con frecuencia los cálculos del hoyo negro que es Pemex para las finanzas públicas, pero los costos asociados a los apagones y a la contaminación ambiental son menos visibles. El uso de plantas de respaldo es tremendamente caro, y también altamente contaminante, dado que suelen operar a base de diésel. Difícilmente se cuantificarán las mermas por las horas sin luz de negocios y hospitales, y no digamos las enfermedades respiratorias y otros problemas de salud derivados de la polución ambiental. Menos aún se harán atribuibles a la contrarreforma eléctrica.

Hay interés entre los inversionistas de aumentar la capacidad de generación, lo cual es indispensable para hacer frente a la demanda inercial y a la derivada del nearshoring. Hay proyectos solares y eólicos con alto grado de avance que se entramparon en temas regulatorios, y con las instrucciones y los incentivos correctos, se desatorarían y llegarían más. Ahí está el entramado legal para permitir la competencia de empresas nacionales y extranjeras en generación de electricidad.

Pero ahí no se agota el problema: se han perdido décadas valiosas en el despliegue de infraestructura de transmisión. No importa cuántas plantas generadoras existan, si no hay forma de poner los watts que produzcan al servicio doméstico, comercial e industrial.

Para ello se requieren importantes inversiones en la capacidad de transmisión y ese, recordemos, continúa siendo un monopolio del Estado, así previsto en la Constitución.

Uno pensaría que, si ya nos alcanzó la realidad, si tenemos días como de país en guerra, sin poder atender una necesidad tan básica como lo es la luz eléctrica, vendría un golpe de timón en la política energética, económica, ambiental y de salud. Pero no es el caso.

Aquí, no suceden cosas, ni con el apagón.

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