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Contar la vida: Annie Ernaux
El Premio Nobel otorgado en 2022 a la escritora francesa Annie Ernaux es un reconocimiento a una obra enraizada en la vida cotidiana y la memoria, que da cuenta del entrelazamiento de lo personal y lo social con un estilo realista, despojado, que conmueve y mueve a la reflexión. Destacada por el “valor” y “agudeza clínica” con que trata emociones que a menudo se esconden en las autobiografías, como la vergüenza o la humillación, su escritura es una búsqueda de “la palabra precisa” para expresar un conflicto, un sentimiento o una situación, y la recuperación de vidas comunes y corrientes desde la memoria personal, situada en un contexto social específico.
En tiempos en que la escritura del yo tiende a veces al exhibicionismo, Ernaux elude tanto el dramatismo como la exaltación del yo vivido y escrito. Nacida en 1940 en una pareja de origen campesino y obrero que logró establecer un pequeño comercio y así ascendió en la escala social, Ernaux escribe sobre su niñez y adolescencia, marcadas por su éxito escolar y su creciente conciencia del desprecio de compañeras y maestras hacia su persona y su medio. El contraste entre el mundo de los libros y el de los intercambios sociales atraviesa su obra, de manera más explícita en "El lugar", "Una mujer" o "La vergüenza", más matizada en "Pasión pura".
Su auto-socio-biografía, como denomina el tipo de relatos que publica a partir de "El lugar", cuando deja atrás la novela, da cuenta de su experiencia personal y familiar y del influjo de los prejuicios y de los altibajos socioeconómicos y políticos de la sociedad francesa, desde su infancia hasta su vida adulta, ya inserta ella en la clase media. El peso de la clase, que no remite sólo al estatus económico sino a una posición determinada por los modales, el modo de hablar, de mover el cuerpo, al “capital cultural” (en términos de Bourdieu), pone a prueba más de una vez la seguridad de una chica de gran talento y perseverancia que, impulsada por su madre, encuentra en los estudios y la literatura un modo de florecer, una salida de la estrechez de su medio y, también un medio de escapar al destino tradicional de las mujeres.
La movilidad social, representada por su ingreso a la escuela Normal y luego a la universidad no es empresa fácil aunque se tengan cualidades intelectuales. Uno de los grandes aciertos de la escritora es mostrar cómo el lenguaje mismo está teñido de marcas de clase, cuán complicado resulta acceder a ámbitos comunicativos más “refinados”, y, sobre todo, crearse un lenguaje propio para contar la vida cuando el estilo de la “gran literatura” no corresponde a lo que se ha vivido y el idioma familiar se siente ya ajeno. Su búsqueda de un estilo propio culmina en la no ficción y en lo que llama “escritura plana”, un estilo de aparente sencillez que nos acerca a la riqueza de lo cotidiano y de la memoria, que permite volver sobre hechos vividos para “descifrar su significado” y “develar así algo que sólo la escritura puede hacer aparecer”.
Este desciframiento implica una vuelta al pasado, a partir de acontecimientos como la muerte del padre o de la madre, pero también desde la necesidad y voluntad de dar cuenta de las constricciones impuestas a las mujeres, a su sexualidad, por el valor social de la virginidad o la prohibición del aborto, que ella misma vivió en la Francia de los años 50 y 60.
Mientras que los retratos de sus padres y su revisión del siglo XX en Los años, por ejemplo, son memorables, también con sus relatos más centrados en las experiencias del cuerpo femenino (su iniciación sexual, su aborto o su pasión obsesiva más tarde) Ernaux confirma la importancia de la mirada crítica feminista y de la memoria personal en la literatura.