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Contra la ecologización de los bancos centrales
El hecho de que los bancos centrales puedan utilizar sus limitadas herramientas de política para perseguir objetivos climáticos no significa que deban hacerlo. Hay medidas climáticas mucho más efectivas disponibles para los legisladores y reguladores fiscales, y los banqueros centrales ya tienen suficiente en sus platos.
NUEVA YORK – De una u otra manera, la conducta de los bancos centrales tendrá que cambiar por la crisis climática, pero debería hacerlo sólo debido a que ésta creará nuevas limitaciones e impulsará nuevas formas de actividad económica pública y privada. La función primaria de los bancos centrales no debería cambiar, ni ellos tendrían que adoptar metas “verdes” que podrían socavar la búsqueda de sus objetivos tradicionales: la estabilidad financiera y la estabilidad de los precios (que en Estados Unidos es un mandato doble de estabilidad de los precios y un máximo nivel de empleo).
El cambio climático será un tema global definitorio en las próximas décadas, ya que todavía estamos extremadamente lejos de alcanzar un mundo resiliente y con bajas emisiones de carbono. Son tres los factores de nuestras emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) que impedirán una respuesta adecuada.
Primero, los beneficios (la energía barata) se disfrutan en el presente mientras que los costos (calentamiento global) se tendrán que pagar en el futuro. Segundo, los beneficios son “locales” (para el emisor de los GEI), mientras que los costos son globales: una externalidad clásica. Tercero, los métodos más eficaces de limitar las emisiones de GEI imponen cargas desproporcionadas sobre los países en desarrollo, mientras que la tarea de compensarles sigue siendo políticamente débil.
La manera más eficaz de abordar las externalidades del cambio climático es con medidas fiscales y normativas focalizadas. Los impuestos pigouvianos o cuotas transables podrían crear los incentivos correctos para reducir las emisiones de GEI. Los impuestos al carbono, como los promovidos por William D. Nordhaus de la Universidad de Yale, deben convertirse en la norma global (aunque es difícil avizorar un impuesto mundial al carbono funcionando sin una transferencia importante de riqueza de los países desarrollados a los en desarrollo).
Los impuestos verdes y las cuotas podrían complementarse con normas y regulaciones que apunten al uso de energía y las emisiones, y el gasto público podría apoyar la investigación y desarrollo de las tecnologías verdes que necesitaremos.
Sin embargo, un mandato verde para los bancos centrales no forma parte de esta receta. Es cierto que los mandatos legales pueden cambiar, y los bancos centrales tienen una arraigada tradición de sobrepasarlos.
El mandato de estabilidad financiera del Banco Central Europeo es secundario a -“sin perjuicio de”- su mandato de estabilidad de precios. Esto no le impidió actuar de manera decisiva y bastante efectiva en la actual crisis financiera global, la crisis de deuda soberana de la eurozona y la crisis del Covid-19, incluso si eso significó sobrepasar el objetivo de estabilidad de los precios en 2021 y probablemente también el de 2022. Es más, el Artículo Tres del Tratado de la Unión Europea estipula explícitamente “un alto nivel de protección y mejora de la calidad del medio ambiente”, por lo que resulta fácil ver cómo los instrumentos de estabilidad financiera y monetaria del Banco Central Europeo se podrían usar para enfrentar el cambio climático.
Pero eso no significa que deban usarse de esa manera. Los instrumentos de política monetaria estándar (una o más tasas de interés, el tamaño y composición de la hoja de balance del banco central, la orientación para el futuro y el control de la curva de rendimiento) se suelen utilizar para apuntar a la estabilidad de los precios o al doble mandato. Los resultados denotan que no hay margen de maniobra en el arsenal de medidas de política monetaria.
Estos instrumentos de política monetaria afectan también la estabilidad financiera, y no siempre de maneras deseables. Además, los requisitos de liquidez y capital apuntalan la estabilidad micro y macroprudencial, y los bancos centrales pueden imponer condiciones adicionales para el tamaño y la composición de las hojas de balance de las entidades reguladas. Como acreedor y creador de mercados de último recurso, el banco central puede escoger sus contrapartes elegibles, los instrumentos que acepte como garantía o se adquieran directamente, y los términos y condiciones en que otorga préstamos y hace compras directas.
Sin duda el cambio climático afecta el objetivo de estabilidad de precios de un banco central, por ejemplo, mediante cambios actuales y previstos a la demanda y oferta agregadas, los precios de la energía y otros canales. También podría alterar de manera importante la transmisión de la política monetaria, teniendo que convertirse en parte integral de los modelos que guían a los bancos centrales en la búsqueda de sus objetivos primarios.
Los problemas de tipo ecológico también afectan significativamente la estabilidad de los precios. Los fenómenos meteorológicos extremos pueden dañar recursos de las instituciones financieras y sus contrapartes. Las iniciativas de adaptación y mitigación climática pueden reducir el valor de los activos, dejando a muchos de ellos “estancados” o desvalorizados. El mandato de estabilidad financiera de un banco central le exige reconocer y responder adecuadamente a los efectos previsibles que el cambio climático tenga sobre las tasaciones de los activos y la liquidez y solvencia de todas las entidades financieras sistémicamente importantes y sus contrapartes en la economía real.
Pero anticiparse y responder adecuadamente a estos riesgos ahora y en el futuro no significa que se deban imponer mayores exigencias de capital o liquidez sobre los préstamos, bonos y otros instrumentos financieros “marrones” (es decir, contaminantes). Los riesgos de estabilidad financiera y los del calentamiento global no están perfectamente correlacionados. Incluso, no existen instrumentos redundantes para políticas de estabilidad financiera, y los requisitos de liquidez y capital tienen una clara ventaja comparativa al perseguir objetivos de estabilidad financiera, tal como los impuestos al carbono y los sistemas de transacción de emisiones la tienen al buscar e intentar alcanzar objetivos “verdes”.
Las crisis y perturbaciones causadas por el cambio climático complicarán la concreción de los mandatos de estabilidad de precios y estabilidad financiera de los bancos centrales. Lo último que necesitan es la carga de nuevos objetivos sobre sus limitados instrumentos.
Así como carece de sentido utilizar impuestos al carbono o planes de transacción de emisiones para promover la estabilidad financiera, tampoco lo tiene hacer uso de requisitos de liquidez y capital para abordar el calentamiento global. Las herramientas adecuadas (fiscales y normativas) para hacerlo son bien conocidas y técnicamente factibles. Lo que falta es la previsión, la lógica y el valor moral para ponerlas en práctica.
El autor
Willem H. Buiter es profesor invitado de asuntos públicos e internacionales en la Universidad de Columbia.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Copyright: Project Syndicate, 2020