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Cuatro años de soledad
Si me pidieran que describiera con una sola palabra como me he sentido en estos largos cuatro años, sin duda diría que en una profunda soledad. Y no quiero ser dramática ni ponerme intensa como se acostumbra decir ahora. Pero ¡ay, caray! de verdad que no solo yo, sino muchos mexicanos nos hemos ido quedando muy solos.
Solas, sin duda, las familias que han perdido a alguien por las atrocidades del crimen organizado, las complicidades ocultas y la política de “abrazos no balazos”. Lo mismo en BC, que en Zacatecas, Guanajuato, Guerrero, Michoacán. El dolor por estas pérdidas cubre de tristeza e indignación a México.
Solos, los padres de los niños con cáncer que se han topado durante casi 48 meses con la desesperación de ver como sus hijos sufrían o morían (y siguen sufriendo y muriendo) ante las promesas repetidas hasta la saciedad de que “ahora si llegarán pronto los medicamentos” para combatir la terrible enfermedad de sus hijos.
Solas, las mujeres asesinadas, violadas, golpeadas, abusadas que ya no cuentan con refugios (se decidió cancelar todos estos apoyos) para poder escapar de la violencia cotidiana, la que viven en su propio hogar o en cualquier calle de México.
Solos, los microempresarios (los mayores empleadores del país) que con incredulidad vieron como tenían que cerrar sus negocios y despedir a sus empleados sin que hubiera un solo apoyo por parte del gobierno en los difíciles tiempos de la pandemia. Muchas empresas no lograron sobrevivir, otros emprendedores perdieron los ahorros de toda su vida para intentar mantenerlas a flote, así de trágico es y fue el asunto. Todavía la mayoría de ellos no logra terminar de levantarse.
Solos, poblados enteros que son en realidad tierra de nadie, en donde o pagan derecho de piso al intocable narco o amenazan a sus familias o los “levantan” o los matan. Muy solos los que salieron a trabajar, a comer una pizza, a un entierro, a un concierto o a un bar para ser masacrados no más porque sí y sin que nadie los defendiera. Esta es la situación que sufren muchas ciudades en nuestro país.
Solos, los periodistas, estas mujeres y hombres que perdieron la vida por denunciar los abusos del crimen organizado o de los poderosos y que cometieron el delito de expresarse con libertad. De nada valió para estos valientes que hubieran solicitado protección ante las inquietantes amenazas que recibieron. Estaban y estamos solos, porque al fin y al cabo los que no pensamos como ahora nos dicen que debemos pensar pues… somos todos chayoteros, corruptos y conservadores, Total, dicen los otros, perder a unos cuantos da igual.
Solos, los médicos, las enfermeras, el personal hospitalario en su conjunto, que nunca tuvieron durante la pandemia ninguna preferencia ni al menos para vacunarse, a pesar de que ponían todos los días en riesgo su vida para salvar otras, Su recompensa ahora… después de tanto sacrificio: el despido, el enviarlos a clínicas en parajes violentos, sin que se les proteja y en donde ni siquiera cuentan con el equipo indispensable para atender a la comunidad. Su recompensa, insisto…contratar médicos de otro país y deshacerse de ellos.
Resumiendo, la lista de soledades (me faltan muchas) en estos tiempos revueltos es interminable, apenas aquí anoté algunas que he conocido muy de cerca.
Con todo lo que hemos vivido y padecido me parece que no son cuatro, sino cien años de soledad.