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Opinión

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Cuatro semanas que definirán un sexenio

Aunque aún quedan algunos incrédulos y optimistas, la realidad es que estamos por saltar al vacío. El panorama alentador en que algunos creíamos hace algunos meses —aumento en la inversión por nearshoring, un nuevo gobierno más pragmático que entendía la cooperación con el sector privado, y una relación fructífera con nuestros socios comerciales, creando la región económicamente más dinámica del planeta— parece estarse yendo como agua entre las manos.

La economía muestra muchas señales preocupantes. Más allá de las cifras macroeconómicas, que ya levantan alarmas, la economía real muestra cada vez más signos de recesión. En diversos ámbitos económicos se escuchan las mismas anécdotas: mayo fue uno de los peores meses registrados y los meses subsecuentes muestran caídas importantes en ventas. Cada sector tiene sus particularidades, pero las historias van desde los exportadores, muy golpeados por el tipo de cambio del segundo trimestre, hasta la caída en ventas de empresas de servicio locales o grandes empresas que están deteniendo inversiones hasta tener claridad, lo que afecta a todos sus proveedores de bienes y servicios. A esto se suma el aumento de costos laborales, que oscilan entre 10 y 20%, dependiendo de la industria o región, lo que podría ser positivo, pero en estos momentos está apretando los estados de resultados de las empresas por las caídas en ventas. Esto último es el resultado, sin duda alguna, del freno en inversiones que los actores económicos impusieron mientras esperan ver qué sucede con la reforma judicial y las elecciones en EU.

La inminente aprobación de la reforma judicial y la desaparición de órganos autónomos será un duro golpe, quizá devastador, para cualquier noción de certidumbre jurídica. La primera, que de facto desaparece el Poder Judicial como lo conocemos y lo reemplaza por algo que aún no se sabe cómo funcionará, más allá de la aberrante elección de juzgadores. Pasarán años hasta que haya un atisbo de normalidad y se entienda en qué tribunales y bajo qué reglas se determinarán controversias o litigios relacionados a cualquier tipo de contrato. Esta incertidumbre, porque la aprobación de la reforma judicial solo será el inicio, durará años. No es que desaparezca cualquier inversión, pero las tasas de retorno requeridas tendrán que incluir una “prima México” mayor —que ya se observa— lo que hará muchos proyectos inviables. Esa es la señal que se envía al sector privado, nacional e internacional, con esta reforma, pese a las advertencias de socios, calificadoras e inversionistas.

En este escenario, y, por si fuera poco, ahora nos vamos a pelear con nuestros socios comerciales. Sobra decir que 80% de nuestras exportaciones son a EU y otro 3% a Canadá, que más de 60% de la IED viene de Norteamérica y que nuestras economías están totalmente interconectadas. Obviamente, por la disputa de esta semana, este comercio no se va a detener. Pero el deterioro de la relación con nuestros socios, en un contexto donde, por el inminente cambio de gobierno, quizá la carta migratoria ya no sea suficiente para chantajear al gobierno de EU, no es una buena señal ni noticia.

Faltan poco más de cuatro semanas para que Claudia Sheinbaum tome posesión como presidenta de México. En este periodo, donde el presidente saliente tendrá más poder que nunca en su mandato, se podría definir una parte importante de cómo nos irá en el próximo sexenio. Desafortunadamente, ya no queda mucho espacio para el optimismo.

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