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Cuidado con las ocurrencias de la 4T si hay recesión
En dos semanas, el Inegi nos despertará con el dato de la estimación oportuna del Producto Interno Bruto (PIB) al cierre del segundo trimestre de este año.
Y de aquí se desprenden tres cosas a tomar en cuenta.
La primera es que hasta hoy contamos en la economía mexicana con acceso a la información del comportamiento de las diferentes variables, sin restricciones y sin aparentes filtros ni maquillajes.
De hecho, este indicador oportuno a publicarse el miércoles 31 de julio por parte del Inegi es una innovación en la información económica en México. Hasta hace poco tiempo no teníamos esta primera lectura del PIB. Viene de la mano de ese otro semáforo relativamente reciente que es el Indicador Global de la Actividad Económica, el IGAE, que adelanta muy bien el comportamiento económico.
En fin, que gozamos de una apertura de la información estadística oficial que no teníamos hace tres décadas y que nunca queremos perder o ver restringida.
Otra consideración es que, si finalmente el conjunto de datos de la actividad económica de los tres sectores productivos arroja un resultado de crecimiento negativo, así sea algo ligeramente por debajo del cero como en el primer trimestre, se confirmará la regla básica, técnica, de la recesión.
No será sorpresivo, porque el sector secundario de la economía lleva ya varios meses en recesión, los servicios y el comercio también tienen una clara tendencia al estancamiento y sólo las actividades agroindustriales son tan impredecibles como los temporales que las rigen.
Si la economía estuvo el semestre pasado en recesión, lo que sigue es ver qué se les puede ocurrir desde el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador para levantarla del sótano y que no descomponga las finanzas públicas.
Va a ser muy importante no perdernos en la discusión retórica en la que seguramente nos metería el presidente de la República.
Vendrá un reparto de culpas, que es la especialidad de la 4T, entre los neoliberales, los empresarios de mala fe, las insensibles calificadoras y demás enemigos creados para explicar un resultado negativo. Buscaría azuzar a su feligresía con miras, quizá, a tomar medidas poco ortodoxas.
Por eso, lo más importante será cuidar que no se radicalice el manejo financiero para evitar que a una recesión le siga una crisis financiera.
Habrá una enorme tentación, de quien ha calificado su política pública como la “economía moral”, de echar mano del endeudamiento para tratar de estimular la economía. Está claro que el Congreso es obediente y atendería cualquier orden presidencial al respecto.
Y la evidencia más clara de que la estrategia puede girar hacia la indisciplina macroeconómica llegó con el mal llamado Plan de Negocios de Pemex.
La empresa petrolera consigue transferencias gubernamentales y paga menos impuestos, con la promesa de que dentro de tres años regresará completito y copeteado los recursos que hoy le facilitan. Es una promesa que suena francamente hueca.
Entonces, la “economía moral” de la 4T no tiene evidentemente entre sus planes el restablecimiento de la confianza para levantar la economía. Y una recesión, o un estancamiento en crecimientos muy bajos, va en contra de su palabra empeñada.
Con el plan de Pemex, el actual gobierno ya demostró que cree en la magia de los recursos públicos en una especie de: endéudese ahora y pague después. Esto, en términos de las fianzas públicas, es un inminente peligro para la estabilidad.
Lo bueno, hasta hoy, es que tenemos información plena y confiable del comportamiento de la economía para advertir con tiempo cualquier desviación de la promesa de disciplina fiscal.