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De fuerzas castrenses a fuerzas castradas
La palabra castrense viene del latín castrensis, que tiene que ver con los campamentos militares o los cuarteles y la vida militar en ellos y por eso, por vivir en cuarteles, se denominan fuerzas castrenses a las fuerzas militares.
La estrategia del presidente López Obrador de “abrazos, no balazos” lo único que está provocando es que más que castrenses, las fuerzas militares se han convertido en fuerzas castradas, para poder responder a la violencia de los grupos criminales.
Da coraje ver a los militares cruzarse de brazos y ver pasar caravanas de sicarios armados sin hacer nada y da pena ver cómo atacan sus vehículos o la ciudadanía se burla y los ofende sin que puedan responder.
El Ejército y la Marina han sido siempre las instituciones mejor valoradas del Estado mexicano, la decisión de convertirlos en los responsables de la seguridad pública, para lo cual no están preparadas, lo único que está provocando es su desprestigio, si a esto le sumamos los negocios y las obras que se les han otorgado, estas dos instituciones van a caer en el mismo desprestigio y corrupción que tienen la mayoría de las instituciones nacionales.
Es cierto que a nivel personal la violencia no debe combatirse con violencia, pero impedir que la Guardia Nacional, los militares y los marinos hagan su trabajo y respondan a la violencia del crimen organizado, hace inútil su presencia en todo el territorio nacional.
Max Weber en su libro El político y el científico distingue al Estado como el único que posee el monopolio de la violencia legítima, pero si renuncia a ejercer la violencia para proteger a la gente, es un Estado fallido en su responsabilidad fundamental que es garantizar el respeto a la ley y dar seguridad a la gente.
Los resultados en seguridad durante estos tres años son muy malos, la Guardia Nacional no puede con la seguridad pública y las policías estatales y municipales están olvidadas, los homicidios se mantienen en niveles elevadísimos y el control por parte de los grupos criminales en actividades económicas y el cobro de piso se está extendiendo por todo el territorio nacional.
Cuando el presidente reconoce que cuando una plaza está controlada por un solo grupo de la delincuencia organizada se acaba la violencia, está aceptando que está dejando en manos de esos grupos el control de varias zonas del país y está legitimando su presencia ante la población.
Probablemente en un principio funcionó la estrategia de sacar a recorrer las calles a la Guardia Nacional y al Ejército, pero ante la falta de acción por la estrategia de “abrazos, no balazos”, los grupos criminales ya les tomaron la medida y se burlan de ellos.
Los altos mandos de las Fuerzas Armadas se han dejado cooptar por el presidente a cambio de negocios y obras y están siendo cómplices del desprestigio en que están cayendo esas instituciones.
Por todo esto, y para salvaguardar el prestigio de las fuerzas castrenses, hay que oponernos a que se siga militarizando el país y rechazar el intento del presidente de reformar la Constitución para que la Guardia Nacional y como consecuencia, la seguridad pública, quede en manos del Ejército.