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De la economía de la atención a una feliz Navidad
Hacia 1971 Herbert Simon introduce por primera vez la idea de la llamada “Economía de la atención”, la cual atiende fundamentalmente al consumo de información mediante la gestión y cuantificación eficiente de la exposición a contenidos publicitarios. Esta idea circunscrita al ámbito comercial hoy tiene un impacto determinante en la forma en la que nos relacionamos con la tecnología. Sólo piense el lector en el consumo de información que realiza en su smartphone.
Varios años más tarde en su interesante trabajo “La adopción del modelo económico, la masificación del Smartphone y la comercialización de los datos privados” Bruno Patiño exploraba los problemas que se desencadenaron a partir del consumo de plataformas y contenidos digitales respecto a la atención que todos otorgamos a las mismas, pero aún más, respecto al tiempo que dedicamos a sus contenidos.
Estas dos referencias las traigo a colación para referir al lector un fenómeno social que se ha creado respecto a la llamada economía de la atención el cual se conoce como FOMO que se traduce como el “miedo a perderse algo” (fear of missing out) y que está íntimamente relacionado con los cientos de veces que consultamos el celular al día (sólo para ejemplificar el dato los usuarios de Iphone lo consultan 80 veces al día, mientras que, los de Android 110). En otras palabras, aún y cuando nuestra atención se limita a sólo 9 segundos por contenido lo cierto es que dicha celeridad de los mismos nos conduce a permanecer más y más atados a la pantalla para no perdernos ni un mínimo de información, mensajes, publicidad y todo contenido destinado a atraparnos.
La atención humana, diría Simon, es un bien escaso, por lo que es importante generar las mejores y mayores condiciones para atraerla, retenerla y sobre todo rentabilizarla de manera que, el producto ni el mensaje, pasen jamás desapercibidos por el consumidor. Esta forma de atraer la atención humana desencadena situaciones complejas en el mundo real como las micro conversaciones, la micro atención o las micro relaciones. Basta saber cómo un buen ejemplo, que cuando trabajamos frente a la computadora cambiamos de foco cada 47 segundos, es decir, hemos perdido buena parte de nuestra capacidad para estar atentos durante tiempos prolongados o medianamente prolongados. Todo ello, llevado al plano de la familia, de las relaciones sociales o de las relaciones comunitarias, sólo tiene como consecuencia la exigencia de un mundo sin paciencia, con una afectividad efímera y con la carencia de un diálogo que busca fundamentos y que en su lugar sólo encuentra mensajes de 144 caracteres o videos de no más de 60 segundos. Todo se vuelve compacto, pequeño, reducido pues nuestra atención es un breve suspiro.
Viviendo este mundo y con la llegada del último mes del año me atrevo a lanzarle un reto al lector, el cual tiene que ver justo con la economía de la atención y con la llegada de una Navidad más. El reto consiste en hacer una evaluación personal y familiar a través de las siguientes preguntas:
- ¿Cuánto tiempo al día, destina el lector a su smartphone?
- ¿Es equivalente el tiempo que destina el lector, al tiempo que les destina a sus seres queridos?
Estas preguntas no son menores pues si las 3, 4, 5 o 6 horas que le dedicamos a revisar las aplicaciones son inversamente proporcionales al tiempo que les dedicamos a nuestros seres queridos es claro que el modelo económico del cual hablamos en líneas anteriores ha triunfado sobre nosotros. Pero no nos preocupemos, aún no es tarde. Que mejores fechas para hacer este autoexamen y proponer a la familia un encuentro en el que pueda haber más atención a lo personal y menos atención a lo virtual pues es justo en las personas y no en la tecnología donde encontramos amor, respeto y sentido a nuestra existencia.
Gracias a todos los lectores de esta columna por acompañarnos un año más. Les deseo una feliz Navidad y un buen año 2022.