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Opinión

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Desregulación que cura

La Secretaría de Economía redujo de tres años a tres meses la importación de dispositivos médicos, beneficiando potencialmente a todos los mexicanos.

Reconocer la regulación de otros países puede traer enormes beneficios a todos los mexicanos, especialmente a los más pobres. Lo que México acaba de hacer para permitir más y mejores dispositivos médicos en el país es un claro ejemplo de este reconocimiento que nos beneficiará a todos.

Aunque la palabra desregulación no despierta emociones, actualmente esta palabra debería provocarnos una gran sonrisa, tras la eliminación del reconocimiento de registro de dispositivos médicos.

México importa prácticamente todos los dispositivos médicos que usamos (marcapasos, quirófanos o rayos X, entre muchos otros). Sin embargo, toma cerca de tres años importar cualquiera de estos dispositivos por nuestra intrincada regulación kafkiana.

A pesar de que dichos dispositivos ayudan a prevenir, tratar o curar enfermedades, no sólo desalentamos su importación, sino que los encarecemos y limitamos el acceso de la mejor tecnología a nuestros pacientes.

Lo anterior afecta a los mexicanos más pobres que no pueden viajar a comprar un dispositivo de última generación en otro país a un menor precio.

Por eso es que el uso de la regla de equivalencia en los tratados internacionales, que utilizó la Secretaría de Economía para hacer que el registro de estos dispositivos se dé de forma inmediata, es una medida que debería alegrarnos a todos. Se reduce de tres años a tres meses la importación de dispositivos médicos y se beneficia potencialmente a los cerca de 110 millones de mexicanos.

Además de reducir el tiempo, esta medida trae otros beneficios como disminuir los costos de atención médica en el país; permitir el uso de la mejor tecnología e incentivar la innovación; generar mercados de turismo médico en el país, y permitir que la Cofepris (la agencia reguladora) use su tiempo y recursos de forma que realmente proteja a los mexicanos.

Es lógico que los países busquen proteger riesgos de nuevos productos con bajos estándares de calidad. Sin embargo, no se justifica limitar el uso de la mejor tecnología que ya revisaron y autorizaron procesos de aprobación más rigurosos que los nuestros, como los que existen en Estados Unidos o en Europa.

Esperemos que este proceso sirva como ejemplo para que podamos importar más productos de calidad que hoy tardan demasiado, bajo la excusa de cumplir ciertas regulaciones. Podríamos aprender a eliminar requerimientos inútiles, como una prueba de voltaje aplicada a aparatos electrónicos que sólo implementan unos cuantos países como México, Libia y Aruba.

rgallegos@eleconomista.com.mx

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