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Diversidad, Equidad e Inclusión en los Sistemas de Salud: ¿Por qué? ¿Para qué?
Durante el mes de junio estamos celebrando a nivel mundial la diversidad, equidad e inclusión como valores para nuestras sociedades, lo que se ha ido consolidando en forma paulatina, pero decidida, en distintos ámbitos. Ello no quiere decir que sea una materia sobre la cual no exista controversia o debate, sino que ha sido y seguirá siendo un ámbito que requerirá diálogo y mayor convergencia de las distintas visiones, sensibilidades y soluciones.
En ese contexto, cabe preguntarse sobre las razones para querer abrazar los valores de la diversidad, equidad e inclusión y los efectos que su consideración tendrá a distintos niveles. Especialmente interesante y relevante son dichas reflexiones en el contexto de los sistemas de salud, dada su íntima relación con una materia tan sensible como el Derecho a la Salud, que ha sido consagrado en diversos instrumentos internacionales y constitucionales, pudiendo destacarse la Declaración de Alma Ata de 1978, que puso el acento en la necesidad de superar las inequidades en el acceso para la población.
Existe un amplio consenso sobre el impacto que, en relación a las inequidades, tienen las denominadas Determinantes Sociales de la Salud, que según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera todas las circunstancias que influyen sobre las condiciones de la vida cotidiana de las personas incluyendo entre otros, los niveles educacionales, de ingreso, el género u orientación sexual, la raza y grupo étnico.
Empíricamente se ha demostrado cómo estas determinantes generan inequidades en salud para los pacientes, por ejemplo, presentando diversas esperanzas de vida que deben tenderse a superar, logrando con ello mayor cohesión social que, desde el punto de vista sociológico, puede entenderse como el grado de consenso de los miembros de un grupo social sobre la percepción de pertenencia a un proyecto o situación común.
Mayor diversidad e inclusión de los sistemas de salud, apuntan justamente en el sentido de disminuir las inequidades en salud, que derivan en gran medida de las referidas determinantes sociales, con lo cual se beneficia a los pacientes y se fomenta de esta forma una mayor cohesión social.
Existen diversos estudios que sugieren que la mayor diversidad e inclusión en los equipos de profesionales de la salud, genera mayor equidad en el acceso a la salud para las comunidades a las que atienden, planteándose incluso que estos equipos deben intentar reflejar, precisamente, la diversidad existente en dichas comunidades. En Estados Unidos de América los esfuerzos han comenzado a realizarse desde las escuelas de medicina, donde se han implementado acreditaciones de diversidad (conocidos como “LCME diversity standards”) que buscan atraer estudiantes de distintos géneros, razas y grupo étnicos, entre otros, que han ido generando lentamente los efectos deseados. A modo de ejemplo, en el año 2017, el 50.4% de los matriculados se identificaban como mujer, el 7.3% como afroamericanos, el 8.9% como hispanos, 24.6% como asiáticos y el 58.9% como blancos. Lo anterior, en todo caso, no refleja la actual composición en dicho país, donde el 14.1% son afroamericanos y el 17% hispanos.
A nivel de la formación de especialistas en Estados Unidos de América, también han existido algunos esfuerzos sistemáticos por crear mayor diversidad e inclusión en los equipos. Así se pudo corroborar en una encuesta realizada en 2015 en los departamentos de pediatría: el 75% reportó tener planes para avanzar hacia una mayor diversidad dirigidos a grupos raciales, étnicos, de género, LGBTQ+, personas con discapacidad y de distintas clases sociales. A pesar de ello, los resultados han sido menores, como reportan estudios, dado que, en gran medida, las posiciones de liderazgo no han reflejado una mayor diversidad e inclusión.
En otras partes del mundo, esfuerzos como los relatados o son inexistentes o se encuentran en etapas embrionarias. La falta de medidas concretas orientadas a avanzar en diversidad e inclusión en esta materia es preocupante, teniendo en consideración que varios autores postulan que mayor diversidad de los equipos de salud tiende a disminuir actos de discriminación contra diversos grupos sociales, afectados, entre otros, por las referidas Determinantes Sociales de la Salud.
También se ha recalcado que la mayor diversidad permite equipos más creativos y con mayor foco en las necesidades de salud de la población, dado que éstos tienden a reflejarla. Sin embargo, la sola diversidad de los equipos de salud no es suficiente; se requiere además una verdadera inclusión de los diversos grupos que los conforman, junto con el desarrollo de una profunda cultura interna favorable a las transformaciones que ello requiere.
Un auténtico cambio hacia una mayor diversidad e inclusión en los equipos de salud, no sólo es un imperativo ético, inseparable del respeto por la dignidad de la persona humana como se expresa en la Declaración Universal de la Diversidad Cultural de las Naciones Unidas, sino en una necesidad urgente para poder avanzar hacia una mayor equidad en el acceso a la salud, poniendo al paciente en el centro. Y eso sólo será posible en la medida que no se trate de esfuerzos aislados, sino que sean parte de políticas públicas bien diseñadas y consistentes, que se mantengan en tiempo, lo que, a su vez, repercutirá en aumentar cohesión social, que es tan escasa por estos días.
*El autor es experto en políticas públicas en salud, director de la Asociación Chilena de Derecho de la Salud, ha sido académico en diversas universidades chilenas sobre temas relacionados con sistemas de salud.