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Dolor crónico: Un problema invisibilizado y desatendido
El dolor, un enemigo silencioso que afecta a millones de personas en todo el mundo, enfrenta desafíos significativos a nivel global en su reconocimiento, abordaje y atención. De hecho, se estima que cerca del 30% de la población mundial vive con dolor crónico (aquel que se experimenta en forma continua o recurrente durante un período prolongado, generalmente durante al menos tres meses o más). Ya en 1993, David M. Morris sostenía en su libro “The culture of pain”, que el dolor crónico “constituye una crisis inmensa e invisible en el centro de la vida contemporánea”.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) cuando define el dolor, destaca que es una experiencia subjetiva que involucra tanto aspectos sensoriales (la percepción de la sensación de dolor) como emocionales (las reacciones y respuestas emocionales asociadas al dolor). También reconoce que el dolor puede estar relacionado con un daño real o potencial en los tejidos del cuerpo, o simplemente puede ser descrito en términos de esa posibilidad de daño.
Las personas que padecen dolor crónico corren un mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos por consumo de sustancias. El dolor crónico puede afectar al sueño, aumentar los niveles de estrés y contribuir a la depresión. Se estima que entre el 35% y el 45% de las personas con dolor crónico sufren depresión. El dolor también puede ser un síntoma común entre las personas con un trastorno de ansiedad, en particular el trastorno de ansiedad generalizada, según la Anxiety and Depression Association of America (ADAA). La ansiedad, la depresión y otros trastornos del estado de ánimo suelen aparecer al mismo tiempo que el dolor crónico provocado por afecciones como la fibromialgia, los problemas de espalda, las migrañas y la artritis.
Adicionalmente existen diversos estudios sobre cómo el dolor crónico afecta significativamente la calidad de vida de quienes lo padecen en comparación con la población general. Específicamente, dicho dolor genera interferencia con el funcionamiento físico, la vida profesional, familiar y social, afectando el sueño y el estado de ánimo de los pacientes.
A lo largo de los años, se ha avanzado en la sensibilización sobre este problema, pero aún quedan muchos retos por superar para garantizar que todas las personas tengan acceso a un manejo adecuado del dolor.
Respecto de los desafíos que se enfrenta a nivel global, es el estigma asociado con expresar el dolor y la falta de conciencia sobre la gravedad de este problema, lo que ha contribuido a su invisibilidad y desatención en muchos países. "El dolor está sólo en tu cabeza", "si pareces sano, no puedes tener dolor", "sólo quieres atención", "sólo es ansiedad" y "debe ser agradable no trabajar" son sólo algunas de las frases estigmatizadoras dirigidas a los pacientes con dolor crónico, que pueden llevarlo incluso a no buscar ayuda médica o a automedicarse.
Adicionalmente, las desigualdades sociales y económicas afectan el acceso a la atención médica, lo que dificulta que algunas personas reciban el tratamiento adecuado para el dolor crónico. Otro obstáculo es la escasez de profesionales de la salud especializados en el manejo del dolor crónico, lo que limita la disponibilidad de tratamientos adecuados y multidisciplinarios.
Ahora, desde 2022, el dolor crónico pasó de ser sólo un síntoma de una enfermedad a ser incluido dentro Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE, 11ª Revisión), lo que permite dar mayor visibilidad y atención al problema de salud, como recientemente se discutió a nivel de la Organización Mundial de la Salud. Lo anterior refleja la creciente relevancia y atención que los profesionales de la salud han puesto sobre este tema.
Respecto a la forma de abordar el dolor crónico, lo imperante en la actualidad es el modelo biopsicosocial, que es un enfoque integral que reconoce que el dolor crónico es una experiencia compleja que involucra factores biológicos, psicológicos y sociales. Este modelo destaca la interacción y la influencia mutua de estos tres aspectos en la percepción y la experiencia del dolor. A diferencia del modelo biomédico tradicional, que se centra principalmente en los aspectos biológicos y físicos del dolor, el modelo biopsicosocial abarca una visión más amplia y holística del dolor crónico, mediante equipos multidisciplinarios.
Respecto al abordaje desde las políticas públicas para enfrentar el dolor crónico, lo deseable son las estrategias nacionales, como la de Estados Unidos, que se basó en el informe “Relieving Pain in America: A Blueprint for Transforming Prevention, Care, Education, and Research” (Aliviar el dolor en Estados Unidos: Un plan para transformar la prevención, atención, educación e investigación) publicado por el Instituto de Medicina (IOM) en 2011, que establece un marco integral para mejorar el abordaje del dolor en dicho país.
Los pilares fundamentales de ésta, incluyen la prevención del dolor, mediante el abordaje de los factores de riesgo y las condiciones que pueden dar lugar al dolor crónico, como lesiones, enfermedades crónicas, cirugías y otras afecciones médicas. Asimismo, dicha estrategia busca la mejora de la atención y el manejo del dolor, por medio del uso adecuado de medicamentos analgésicos, terapias físicas, intervenciones no farmacológicas y enfoques de tratamiento multidisciplinarios. De igual forma enfatiza la necesidad de una mayor educación y formación en dolor para los profesionales de la salud, estudiantes de medicina y público en general. Esto es crucial para mejorar la comprensión del dolor, su manejo y la promoción de hábitos de vida saludables para prevenirlo. Finalmente aboga por un enfoque coordinado y colaborativo entre diversas instituciones y organismos gubernamentales para abordar el dolor de manera más efectiva. También se destaca la importancia de la recopilación de datos y la investigación para mejorar la comprensión del dolor y su manejo.
En conclusión, abordar el dolor crónico como un problema de salud pública exige una mayor concienciación, políticas inclusivas y enfoques multidisciplinarios. A través de la implementación de recomendaciones y mejores prácticas, podemos transformar la realidad del dolor crónico, brindando una atención integral que mejore la calidad de vida de quienes lo padecen y reduciendo el costo social de desatender esta importante cuestión de salud. Es hora de hacer visible lo invisible y actuar con empatía y responsabilidad para mitigar el sufrimiento causado por el dolor a millones de pacientes a nivel mundial.
*El autor es experto en políticas públicas en salud, Director de la Asociación Chilena de Derecho de la Salud, ha sido académico en diversas universidades chilenas sobre temas relacionados con sistemas de salud.