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Dos métodos: muchas lecciones
Nuestra democracia sigue evolucionando, aunque en algunos aspectos no necesariamente para bien. En particular, me refiero al inicio de los procesos electorales internos fuera de los tiempos legales de campaña. En todo caso, ya tendrá el INE que revisar de fondo los procesos que estamos viviendo este verano. En el futuro sería sano un debate sobre si, por un lado, los tiempos electorales fijados en la ley son tan estrechos que obligan a los partidos a utilizar artimañas para que sus procesos internos den tiempo a la muy necesaria participación de los ciudadanos; o si, por el contrario, partidos políticos y precandidatos merecen sendas sanciones por estos eufemismos de “campañas que no son campañas”. Hoy por hoy lo único cierto es que las leyes electorales nacieron para que hubiese equidad en la contienda. No parecería que estén cumpliendo con ese propósito.
Con ese pelo en la sopa, en la primera cucharada de los procesos de selección de quienes encabezarán la siguiente etapa, Morena y la alianza Vamos por México han puesto en marcha procesos de competencia interna. ¿Qué habrá que analizar en septiembre, cuando hayan concluido? Nos dejarán lecciones en muchos ámbitos, aquí destaco algunos:
Legitimidad: ¿Cuál de ellos habrá generado mayor legitimidad en la población? Ante la polarización y división tan férrea que vivimos, parecería que para quienes simpatizan con Morena, el proceso tal y como se está llevando a cabo, será legítimo, creíble, satisfactorio. La legitimidad recae en que López Obrador fue quien diseñó el proceso y es el garante del resultado. En cambio, en la alianza la legitimidad recae, por un lado, en la capacidad de los tres partidos y los grupos de la sociedad civil que se han sumado, de llevarlo a cabo. Ya hay duros cuestionamientos, pues quienes decidieron no aspirar, se quejaron del método elegido. ¿Crecerá este malestar? Otro punto de riesgo es que, una vez con un candidato electo, el resto de la alianza se sume con un entusiasmo y compromiso absoluto a la campaña. Y, quizás lo más importante, este proceso exige que líderes políticos y de la sociedad civil que representan los privilegios y errores del pasado, entiendan que para la alianza es mejor que no opinen, y que mantengan sus egos lejos de este proceso.
Unidad: En Morena la mayor amenaza a la unidad, según varios de los aspirantes, es el “fuego amigo”. Los aspirantes saben que, de ganar este proceso, tienen casi asegurada la victoria en la elección de 2024, por lo que, desde el punto de vista de los morenistas, lo que está en juego en la elección interna es, al final del día, la silla presidencial y la distribución de cuotas internas de poder para el próximo sexenio. De ahí que haya tanta pugna y tensión. Pero también de ahí que el proceso no permita debates y contraste de ideas. Aunque los integrantes de la alianza también tendrán este reto, se antoja que los inscritos sabrán conservar la unidad, a favor del método. Una de las razones fundamentales es que el método en sí mismo podría ser un gran catalizador para la ola opositora. Es de pensar que todas y todos los aspirantes entienden esto, y saben que torpedear la mecánica sería poncharle las cuatro llantas a su auto, antes de que inicie la carrera.
Oferta política: ¿Cuál de los dos métodos nos brindará más ideas y propuestas sobre cómo resolver los retos del país? Parecería que por el lado de Morena, al no haber debates y limitados en su participación con medios de comunicación, escucharemos pocas ideas distintas a lo que AMLO viene realizando. Si bien el presidente ya ha dicho habrá “continuidad con cambio”, y que habría “un movimiento al centro”, en la contienda no estamos escuchando de los aspirantes ejemplos concretos de lo que esto significaría. Tal vez la única excepción sea el consenso sobe la urgencia de energías limpias. Por el contrario, en la Alianza, existe la libertad de hacer todas las propuestas que cada aspirante quiera. Es más, en esa estrategia de posicionamiento y discurso radicará el atractivo (o no) de las y los participantes. Además habrá cinco debates para poder verlos en acción y, desde luego, no hay una prohibición desde Palacio Nacional de hablar con los medios.
Entusiasmo: Por último, habrá que ver cuál de estos dos métodos generó mayor emoción en la ciudadanía. Ya en los medios de comunicación hay un contraste interesante en la cobertura que cada uno está recibiendo. Todavía no sabemos cómo será la encuesta en urna de Morena, ni cuál será la pregunta, ni en qué muestra de la población se realizará. Tampoco cómo será la votación de la alianza, salvo que los electores serán las y los ciudadanos que se hayan inscrito durante el proceso de firmas. En ese sentido, la alianza tiene una aduana muy próxima, entre el 12 de julio y el 15 de agosto, para demostrar que puede generar una ola de movilización. Si se inscriben siete aspirantes, y en promedio cada uno logra 200,000 firmas en la plataforma digital, en la votación del 3 de septiembre habría un padrón de 1.4 millones. Esta cifra, ya sea menor o mayor, será un primer dato muy interesante para evaluar si la famosa “Ola Rosa” se conectó con el proceso de la alianza.
No recuerdo un verano con tanta efervescencia política. En los viejos tiempos de los destapes, todo esto sucedía en el último trimestre del año.