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Opinión

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Economía fuera de este mundo

En estos días los mercados digitales se presentan con un gran potencial económico. Constantemente se escucha sobre cómo se diseñan estrategias dirigidas a atender al consumidor a través de servicios digitales. Más aún, mucha de la investigación económica de años recientes se ha dedicado a estudiar estos mercados.

No obstante, la economía se expande más allá de los mercados tradicionales y digitales; se diría que incluso más allá de este mundo. De acuerdo con la OCDE [en Handbook on measuring the space economy], la economía espacial contempla todas las actividades y el uso de recursos que crean y proveen valor, que benefician a los seres humanos durante la exploración, entendimiento, manejo y utilización del espacio. Con lo que se consideran productos y servicios que van desde la investigación y el desarrollo, la manufactura e infraestructura espacial, así como el conocimiento científico. Es decir, no sólo se consideran las actividades que propiamente se realizan fuera de la atmósfera terrestre, sino todas aquéllas que apoyan su realización, utilizan éstas como insumo e incluso las que son receptoras de las transferencias tecnológicas.

Existen distintas evaluaciones económicas del valor de este mercado realizadas por instituciones gubernamentales y privadas en muchos países. Probablemente, la más significativa sea la que realizó el Bureau of Economic Analysis (BEA). Acorde a sus estimaciones, en 2019 el PIB que generó la economía espacial en Estados Unidos fue de 125.9 mil mdd [Updated and Revised Estimates of the U.S. Space Economy, 2012–2019].

Actualmente, México no tiene un registro de economía espacial. No obstante, siguiendo las industrias que tanto la OCDE como el BEA incorporan, se puede considerar a las manufactura aeroespacial y electrónica como opciones relevantes. La primera, en 2021, alcanzó un PIB de 16 mil mdp y hasta la mitad del 2022 19 mil mdp. La segunda tuvo en 2021 un PIB de 246 mil mdp en 2021 y a la mitad de este año ya es de 277 mil mdp. Una forma de evaluar el potencial de estas industrias es ver la demanda internacional. Estados Unidos importó 42.6 mil mdd en 2021 y 29.7 mil mdd hasta agosto de este año en el primer caso. En el segundo, las exportaciones alcanzaron los 70.8 mil mdd también en 2021, 15.2% de los 464.9 mil mdd que importó este país. México sólo tiene una participación de entre 4% y 5% en las importaciones aeronáuticas.

Sin embargo, hay que reconocer que ambas industrias dependen enormemente de la IED, ya que México no tiene por sí mismo el desarrollo tecnológico, ni el capital para el desarrollo de estas manufacturas. En el primer caso, en 2020 se invirtieron en este subsector 249.7 mdd y en 2021 305.8 mdd. En el segundo, la IED fue de 803 mdd en 2020 y en 2021 alcanzó 1,072 mdd de acuerdo con la Secretaría de Economía.

Otra vía alterna para potenciar esta industria es a través de la investigación científica. Un par de ejemplos son el caso del astronauta estadounidense, pero de origen mexicano José Hernández; o el trabajo científico realizado por el Dr. Oscar Rodríguez, actual investigador de la UNAM, que ha desarrollado técnicas sobre la polarización de ondas electromagnéticas que se usa para caracterizar las propiedades de los materiales [Monostatic measurement of the polarized bidirectional reflection distribution function], algo similar a lo que hacen los rovers para reconocer superficies en cuerpos del espacio exterior. Por supuesto existen muchos otros trabajos más que por falta de espacio no se citan aquí. El capital humano puede ser la mejor vía para que México se incorpore a la economía espacial.

Samuel Vázquez Herrera, economista principal de BBVA México

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