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El Banco de México durante el Desarrollo Estabilizador
La relación entre el Gobierno Federal y el Banco de México (Banxico) durante el Desarrollo Estabilizador sentó precedentes que aún hoy en día nos aportan experiencias útiles para guiar el desarrollo económico de México.
El presidente López Mateos impulsó una política económica que sentó las bases desde 1958 para una expansión de la economía de 7 por ciento, no sólo para absorber el crecimiento de la población de 3.6 por ciento por año, sino para generar una mejoría sustancial en el ingreso per cápita. Su artífice, Don Antonio Ortiz Mena explica al respecto que, “se trataba no sólo de crecer, sino también de llevar a cabo un proceso de mejora continua en las condiciones de vida de la población”.
Entre las condiciones establecidas por la política económica estaban la estabilidad del tipo de cambio y el aumento de los salarios por encima del aumento de los precios. El aumento salarial debía ser además concomitante con el aumento de la productividad agropecuaria e industrial.
Comenta Ortiz Mena que, “la estabilidad del tipo de cambio constituía un objetivo tanto económico como político” y que era fundamental “detonar el proceso inflacionario con el doble propósito de generar un marco que hiciera posible la estabilidad del tipo de cambio y lograr que el crecimiento de los niveles de vida y de los salarios fuese siempre superior al aumento de los precios”.
El logro de estos grandes objetivos requería establecer y mantener una acción coordinada entre la política monetaria y la política fiscal.
Esta acción coordinada, dice Ortiz Mena, “debía permitir al mismo tiempo crecimiento con estabilidad y que recuperara la credibilidad y la confianza, cuya pérdida se manifestaba en fugas de capital y en los lentos procesos de inversión interna”.
La política económica impulsó una coordinación eficaz entre el control del déficit presupuestal, por parte de la Secretaría de Hacienda, y la estabilidad monetaria garantizada por Banxico.
Durante esos años, especialmente en América Latina, los gobiernos tenían mando sobre los bancos centrales. En México, en cambio, desde 1952 Banxico había disfrutado de cierta autonomía a raíz de la dirección de Don Rodrigo Gómez.
Con el Desarrollo Estabilizador, de Ortiz Mena, a partir de 1958 Banxico empezó a operar en la práctica con márgenes de independencia y autonomía, convirtiéndose en “conciencia del gobierno federal en materia monetaria”. La autonomía constitucional y legal llegaría años después.
La disciplina fiscal del gobierno federal revirtió gradualmente el déficit presupuestario y Banxico cumplió con su papel de no financiar con dinero primario dicho déficit. Así, el banco central se abstuvo de financiamientos no cubiertos con el ahorro real de la economía. A su vez, Hacienda buscó que el gobierno federal generara ahorros, estabilizara el gasto corriente y destinara dichos ahorros a financiar la inversión pública. El déficit, si se incurría, era medido y siempre atribuible a gasto de inversión que se financiaba con ahorro real.
Sirve lo anterior como reflexión sobre el valor de un Banco de México autónomo e independiente como mejor baluarte del progreso.