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El Plan Nacional: un desatino más
Por primera vez, el presidente de la República le entregará a la Cámara de Diputados, para su discusión y aprobación, el Plan Nacional de Desarrollo, elaborado por la Secretaría de Hacienda. A pesar de que apoyo totalmente la cruzada contra la corrupción de mi paisano el presidente, estoy convencida que el Plan Nacional tiene que atender más que sólo eso, siendo específico en las acciones que promuevan el crecimiento económico, la inversión y la estabilidad. Frente a la ola de ocurrencias y malas decisiones de política pública de los últimos meses, este plan debe constituirse como una brújula que le dé dirección al país. De lo contrario, más que un plan, será otro desatino.
El Plan Nacional tiene como objetivo trazar el rumbo de las políticas públicas que impulsará el gobierno. Desafortunadamente, sexenio tras sexenio, éste se ha transformado en un cúmulo de buenos deseos que no se alcanzan. Es por eso que insistió en que este, en particular, no debe hacerse al vapor, sino a través de un análisis riguroso de cada acción que toma el gobierno y de cada proyecto de infraestructura que se pretenda iniciar. Por esta razón, quisiera aprovechar este espacio para hacerle notar al presidente, pero especialmente al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, ciertos elementos que necesita nuestro país para prosperar.
Antes que nada, quisiera celebrar el hecho de que vayamos a discutir este plan en la Cámara de Diputados, ya que eso nos permitirá enriquecerlo desde la pluralidad del parlamento. Adicionalmente, nos permitirá evitar generalidades, asegurando así que este plan brinde certeza al sector empresarial, fomente la competitividad y eleve la formación bruta de capital para que sea equivalente al menos a 25% del PIB nacional.
Tres irreductibles a considerar. Primero: los proyectos de inversión deberán cumplir con todos los criterios de ley, es decir, deberán contar con todos los estudios de factibilidad y tener, por lo menos, tasas internas de retorno de 10%, esto en aras de que no pongan en riesgo las finanzas nacionales, como es el caso del aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería de Dos Bocas o el Tren Maya.
Segundo: Debemos impulsar la creación de órganos que aseguren la estabilidad económica. Mi recomendación es retomar la figura de un Consejo Fiscal, como un órgano técnico, consultivo y del más alto nivel, así como la creación de una agencia para la planeación nacional de la infraestructura, la cual deberá evaluar y emitir recomendaciones especializadas sobre los proyectos de inversión pública.
Y tercero: Tenemos que asegurar el fortalecimiento (¡no desaparición!) de programas que ya hayan demostrado su efectividad, como el de las zonas económicas especiales, mismos que buscan disminuir la desigualdad del sureste; la atención al emprendedurismo, el cual genera nuevos empleos, especialmente entre los jóvenes, así como la reanudación de una política integral al turismo, tomando en cuenta que esta actividad es la tercera fuente de divisas más importante de nuestro país.
Si el gobierno verdaderamente pretende establecer una meta de 4% de crecimiento económico, en la Cámara de Diputados tenemos que recibir un plan inteligente y con rumbo. A lo largo de la historia, hemos visto como estos planes han fracasado, dejando metas y promesas incumplidas, no por falta de creatividad, sino por la falta de transparencia y de profesionalismo. Esta es una nueva oportunidad para renovar un pacto social de unidad, cuyo objetivo primario es el bienestar de todas y todos los mexicanos.
Hoy, más que nunca, necesitamos realizar un buen ejercicio de parlamento, escuchar a los expertos y, sobre todo, ¡dejar atrás las ocurrencias!