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El Proyecto 2025: amenaza autoritaria II
La renuncia del presidente Biden a la candidatura presidencial abre, según numerosos analistas estadounidenses, mayores posibilidades para un triunfo demócrata en noviembre. Este cambio de perspectiva no debe hacer olvidar, sin embargo, la posible llegada a la Presidencia de la mancuerna misógina y racista Trump-Vance, que podría implantar el Proyecto 2025, u otra estrategia semejante, para establecer un régimen centrado en la voluntad del Ejecutivo.
El Proyecto 2025 no es una ocurrencia electoral. Es un plan de largo alcance de grupos ultraconservadores que pretenden apropiarse del gobierno mediante servidores leales a su causa y un Congreso servil, el debilitamiento del Poder Judicial y la aprobación de leyes en gran medida totalitarias, en cuanto se orientan a controlar la vida privada y pública, a imponer una ideología acorde con el “nacionalismo cristiano”, y a “limpiar” el país de “indeseables” (inmigrantes indocumentados/as, disidentes...). Si este plan parece imposible, basta con examinar lo que ya ha sucedido en Texas, Florida y diversos estados sureños, donde se han aprobado leyes que prohíben el aborto en todos o casi todos los casos, donde los diez mandamientos deben exhibirse en la escuelas públicas (Louisiana), se cuestionan los lineamientos federales en la educación pública, se prohíbe el uso del término “gay” en documentos oficiales (Florida) o se niega el acceso a tratamientos de salud específicos a personas LGBTTIQ+, un retroceso de décadas en los derechos civiles y sociales.
Independientemente de posturas personales ante el aborto o la diversidad sexual, el derecho a terminar un embarazo o a vivir conforme a su orientación o identidad sexo-genérica es un derecho humano, reconocido en países democráticos como parte integral de las libertades individuales. Resulta contradictorio que los ultraconservadores pretendan que la ciudadanía, y las mujeres en particular, vivan en privado bajo la mirada omnipresente del Estado, con libertades y derechos limitados, mientras que enarbolan la “tradición” o el “espíritu libertario” para rechazar como intromisión de un gobierno “corrupto”, “radical” y hasta “socialista” regulaciones federales que prohiben el trabajo infantil en ocupaciones peligrosas, protegen a los consumidores y el medioambiente, garantizan el derecho a la educación, o buscan limitar el uso personal de armas asesinas. Su defensa de la “persona” humana y de la Familia excluye desde luego a las personas y familias migrantes indocumentadas e ignora los sufrimientos de familias no blancas de bajos recursos.
Las fisuras lógicas en la mentalidad extremista y en el Proyecto 2025 no disminuyen su potencial destructor ni el afán extremo de imponer un control férreo sobre la vida privada de las mujeres y personas de la diversidad sexogenérica, de borrar su autonomía y libertad de decisión. Poco importa si esta verdadera intromisión del Gran Hermano implica la muerte de mujeres cuyo embarazo es inviable o que requieren un tratamiento oncológico, o la tortura de dar a luz al producto de una violación o incesto: la supuesta “persona” del embrión importa más que la vida de la mujer o niña de carne y hueso. No importa si leyes draconianas infringen el derecho al libre tránsito: Texas ya persigue judicialmente a la mujer que viaje a otro estado para abortar, cualquiera puede denunciarla a ella, al personal médico que la auxilie, a cualquiera que le ayude. Hay incluso quienes consideran prohibir el envío postal de medicamentos para abortar en casa y el uso de anticonceptivos.
No hace falta releer el Cuento de la Criada para visualizar el daño potencial que esta visión política entraña. Los gobiernos fascistas pasados y presentes, los gobernadores republicanos ultra ya han demostrado que su proyecto político y económico, favorable a las corporaciones y a los detentores del Estado (mientras sean ellos), implica la exclusión de los “diferentes”, el control de las mujeres, la resignificación monocromática de la Familia bajo un modelo religioso idealizado, y la reconfiguración de la Nación bajo la supremacía blanca.
Por fortuna, la libertad de pensar todavía existe.