Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

El calor rompe récords y nosotros, tan pasmados

El 2023 es el año que terminó la pandemia del covid. Es también el año en que el calor rompió los récords: 34.8 grados fue la temperatura promedio en México en el primer semestre de 2023. Es mucho calor, sobre todo en el norte donde algunas ciudades superaron la marca de los 45 grados. La sensación térmica era cercana a los 50 grados, “como estar respirando directo de un horno”. No fuimos los únicos. En julio, el planeta tuvo una temperatura promedio de 17 grados, la mayor en 174 años, cuando empezó a llevarse un registro científico formal.

El promedio global es un grado mayor al récord anterior, 16 grados. Un grado parece poco, pero los expertos están alarmados. En Europa, Italia, España y Grecia tuvieron más de 40 grados y varios incendios fuera de control. En el noreste de China se rompió el récord nacional con 52.2 grados. En Estados Unidos. Florida, Arizona, Texas, Nuevo México y California estuvieron la mitad del mes con temperaturas superiores a los 110 grados Fahrenheit (43 grados). Phoenix tuvo 23 días con temperaturas superiores a los 48 grados.

El incremento de las temperaturas en el hemisferio norte estuvo acompañado con menos frío de lo acostumbrado en el Polo Sur. Mientras tanto, hubo lluvias récord en Japón, India, Pakistán y Corea del Sur. En el futuro, estos eventos extremos de calor y lluvias se repetirán con más frecuencia. Podrán ocurrir una vez cada cinco años o incluso uno cada dos años, advierte el Panel Interdisciplinario de Cambio Climático .

¿Cuánto cuesta? Un estudio de Moody’s Analytics estima que el calor extremo podría llegar a costar 17% del PIB en el 2100, si las tendencias actuales se mantienen. Aquí y ahora el impacto económico del calor extremo es difícil de medir, pero fácil de percibir. Se incrementa el consumo de electricidad y los costos asociados a enfriar los hogares y los lugares de trabajo. Crece la presión sobre las redes de distribución de la energía eléctrica.

Hay una merma en la productividad, porque se trabajan menos horas y con menos intensidad. Simplemente, no se puede trabajar al mismo ritmo. Hay problemas de concentración y de coordinación psicomotriz. No se puede trabajar con “normalidad” en las actividades que se deberían hacer al aire libre, como la construcción y la agricultura. En el sistema educativo, hay una disminución en la capacidad de aprendizaje. Miles de horas de enseñanza-aprendizaje perdidas. Hay un incremento en la mortalidad superior al 10% en los días de calor extremo, dice un reportaje de LA Times.

Algunas ciudades han empezado a tomar medidas. En esto, es más visible lo que ocurre en Estados Unidos. Miami, Phoenix y Los Ángeles crearon un puesto: oficial en jefe para el calor y han empezado a reclutar personal encargado de diseñar e implementar políticas públicas. El calor afecta desproporcionadamente a la población de escasos recursos y a grupos vulnerables, mayores de edad, niños y mujeres embarazadas.

La Universidad de Arizona ha publicado un informe donde incluye recomendaciones prácticas para mitigar los peores efectos del calor extremo. En el esfuerzo es crucial tener información de calidad y el desarrollo de un “abanico” de soluciones. La gestión del agua es fundamental, entre otras cosas porque las ciudades que sufren con las altas temperaturas, con frecuencia, tienen problemas severos de estrés hídrico. La plantación estratégica de árboles y la reglamentación del uso de colores en techos y azoteas, se complementa con la construcción de refugios con temperaturas “amigables”. Garantizar que el transporte público tenga aire acondicionado es un aspecto “menor” al que ponen mucha atención. Un sistema de alertas para suspender actividades riesgosas forma parte de la ecuación.

¿Una oficina de gestión del calor en las ciudades de México? Creo que estás pensando lo mismo que yo, estimado lector: no necesitamos más burócratas. Podríamos hacerlo de otro modo, con más acciones y menos oficinas, pero no podemos cerrar los ojos ante un problema que tenemos enfrente. No es un cisne negro, sino un rinoceronte gris que está listo para embestirnos. Con oficina especializada o sin ella, debemos empezar a tomar medidas para proteger a la población más vulnerable. Estamos lejos de estar preparados. Ni siquiera tenemos un registro confiable del número de muertos que trajo la ola de calor del mes de junio. Se dice extraoficialmente que fueron 200: ¿Cuántos fueron? ¿Cuántos serán en la próxima ola de calor?

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Temas relacionados

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas

Suscríbete