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Opinión

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El creciente impuesto al tiempo de la economía digital

El auge de la inteligencia artificial generativa y otras tecnologías digitales ha permitido a las empresas tecnológicas transferir tareas de sus empleados a los usuarios. Si bien esto ha ayudado a las empresas a reducir costos y aumentar los márgenes de ganancias, la evidencia de que estas tecnologías realmente beneficien a los consumidores es notablemente escasa.

CAMBRIDGE. A pesar de la rápida proliferación de chatbots y asistentes virtuales de inteligencia artificial, encontrar una respuesta a una pregunta para la que el software de una empresa no está programado puede resultar frustrante. Buscar entre innumerables opciones en sitios web de comparación de precios la mejor póliza de seguro o billete de avión puede resultar igualmente agotador. Sin embargo, tendemos a ver este impuesto del tiempo como el costo de hacer negocios en la economía global digitalizada de hoy.

Sin duda, ya pasamos gran parte de nuestro tiempo en línea tanto por trabajo como por ocio. Los usuarios de Internet en Estados Unidos pasan aproximadamente ocho horas al día en línea en actividades como videoconferencias, compras o viendo programas y películas en servicios de streaming. Pero las tecnologías digitales también consumen nuestras horas de vigilia de maneras más sutiles, permitiendo a las empresas descargar en los usuarios tareas que sus empleados realizaban anteriormente.

Consideremos, por ejemplo, las cajas automáticas que nos permiten escanear y empaquetar nuestras compras. Esto reduce la necesidad de contratar cajeros, lo que permite a las cadenas de supermercados ahorrar en costos salariales, aumentar los ingresos y mejorar la productividad. Incluso podría ahorrar algo de tiempo a los consumidores al acortar las colas.

Aún así, esto representa un cambio del trabajo remunerado al trabajo no remunerado por parte de los clientes.

O considere presentar una declaración de impuestos. Hoy en día, muchos estadounidenses utilizan software como TurboTax para presentar sus impuestos anuales. Si bien esto podría ahorrarles tiempo y dinero a los consumidores, permitiéndoles evitar pagar a un contador o a un experto en impuestos, también representa un paso de los profesionales remunerados al autoservicio.

Estas tendencias pueden proporcionar una indicación temprana de la posible perturbación del mercado laboral causada por los grandes modelos lingüísticos y el aprendizaje automático. Un estudio de 2023 sugiere que casi el 20% de los trabajadores estadounidenses, en particular los de altos ingresos, son vulnerables a la automatización. Pero una evaluación integral de los costos y beneficios de la revolución de la IA también debe tener en cuenta su impacto en lo que los economistas llaman la “cuenta del hogar”: nuestro tiempo personal (no remunerado) y nuestro trabajo doméstico valioso pero no monetizado.

Además, si bien la IA puede ayudar a las empresas a reducir costos y aumentar los márgenes de ganancias, estos beneficios no necesariamente se comparten con los consumidores. Por ejemplo, ¿las tiendas que utilizan cajas automáticas cobran precios más bajos o brindan un mejor servicio que sus contrapartes menos automatizadas?

De hecho, parece haber poca evidencia de que estas tecnologías hayan beneficiado realmente a los consumidores. Si bien la economía digital nos ha proporcionado valiosos servicios gratuitos, también ha permitido a las empresas extraer dinero de los usuarios oscureciendo los precios y la calidad mediante diseños demasiado complicados, “patrones oscuros” (interfaces destinadas a manipular a los usuarios para que tomen malas decisiones) y estrategias potencialmente colusorias. Modelos algorítmicos de precios.

Pero la verdadera pregunta es por qué la innovación digital no ha dado lugar a mejoras significativas en la productividad nacional. La lavadora, como argumentó célebremente el fallecido médico y estadístico Hans Rosling, fue una de las mayores innovaciones de la humanidad porque ahorró a los cuidadores –la gran mayoría de ellos mujeres– mucho tiempo y esfuerzo. Hasta ahora, la revolución digital no ha producido un avance similar que ahorre tiempo.

Una posible explicación es que es difícil cuantificar la economía del cuidado. Si bien está bien establecido que la demanda de trabajadores de cuidados está creciendo en los países de la OCDE, las estadísticas económicas no reflejan la cantidad de tiempo dedicado al trabajo de cuidados. La Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos y la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido publican ocasionalmente cifras de producción de los hogares, pero las autoridades y los medios de comunicación rara vez prestan atención a estos datos.

Afortunadamente, los investigadores están trabajando para cerrar esta brecha. La economista de la Universidad de Kansas, Misty Lee Heggeness, por ejemplo, está desarrollando actualmente un “panel de control” de indicadores sobre el trabajo de cuidados en Estados Unidos. De manera similar, el Centro de Excelencia de Estadísticas Económicas, con sede en Londres, está explorando formas de analizar datos sobre el uso del tiempo para medir la actividad de los hogares.

Como ha argumentado el economista del MIT Erik Brynjolfsson, se necesita una nueva métrica “PIB-B” para capturar los beneficios de los servicios digitales gratuitos como las búsquedas en línea y el correo electrónico. De manera similar, necesitamos una medida –llamémosla “PIB-H”- que dé cuenta de la actividad en la economía no remunerada. El objetivo de dicha métrica sería proporcionar una imagen precisa de la actividad económica. En la actualidad, pasamos por alto gran parte del valor que la tecnología crea o destruye simplemente porque no se monetiza.

Si bien medir las fricciones creadas por las tecnologías digitales actuales sigue siendo un desafío, ocupan una parte cada vez mayor de nuestra vida diaria. Con la automatización impulsada por la IA asomando en el horizonte, es crucial garantizar que los avances tecnológicos simplifiquen la vida en lugar de complicarla y que los beneficios sean accesibles para todos.

Para lograrlo, la industria de la IA debe generar más valor del que destruye. Si bien las nuevas tecnologías importantes siempre son disruptivas, su aceptación social depende de su capacidad.

La autora

Diane Coyle, profesora de Políticas Públicas en la Universidad de Cambridge, es autora de Cogs and Monsters: What Economics Is, and What It Should Be (Princeton University Press, 2021) y del próximo libro The Measure of Progress: Counting What Really Matters ( Princeton University Press, primavera de 2025).

Derechos de autor: Project Syndicate, 2024.

www.project-syndicate.org

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