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Opinión

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El diván de Jarvis Cocker y los secretos de Pulp

Foto: Facebook.com/Pulp

Foto: Facebook.com/Pulp

Todos sabemos que ella venía de Grecia, estaba sedienta por aprender, estudiaba escultura en el Colegio de St. Martin’s y quería vivir como la gente común. Ahí fue donde nuestro narrador Jarvis Cocker la conoció. En sus memorias Good Pop, Bad Pop (Penguin, 2022) hay sólo una referencia a aquella canción de los noventa que convirtió a Pulp en una de las agrupaciones más importantes del Reino Unido durante el apogeo del Britpop. Todo lo demás lo deja para la imaginación del lector.

La historia de Pulp comienza en Sheffield, Inglaterra, de la mente de un joven Jarvis Branson Cocker con un plan maestro para conquistar el mundo con buen pop. Era 1980. El plan tomó más de 15 años en concretarse, vio una serie de cambios en la alineación de la banda y varios contratiempos que ayudaron a darle forma al sonido y la identidad de Pulp.

Jarvis Cocker y sus conspiradores crecieron con la estela del punk y comenzaron a formar su identidad durante los sombríos años ochenta en medio del gobierno de Margaret Thatcher. La ciudad de Sheffield carecía de las escenas musicales que se cultivaban en lugares como Londres o Manchester. Ahí es donde comienza a gestarse el plan maestro.

El libro de Cocker contiene una fiel reproducción de este plan maestro concebido desde el cuaderno de un escolar con los primeros pasos en su desarrollo musical. La banda hizo su primera aparición en el programa del legendario locutor John Peel en 1981, dos años antes de lanzar su debut It, pero no fue hasta 1995 que volvió a presentarse con el disco Different Class, su quinto álbum.

Las memorias de los músicos son todas muy parecidas. Las narrativas están enfocadas a contar las historias de la niñez de los artistas, explotar los mitos fundacionales del músico y las bandas de rock y a ofrecer al lector una que otra anécdota con jugosos chismes. En Good Pop, Bad Pop, el fundador y vocalista de Pulp nos da un vistazo de su personalidad y su vida a través de una serie de objetos que sirven como puntos de acceso para sus obsesiones.

El pretexto para contar esta historia es hacer una limpia de un espacio que por años ha almacenado cosas. En el diván de Jarvis están reflexiones hacia su propio estilo, cómo fue que Jarvis fue encontrando su voz y cómo nos ha contado historias llenas de detalles. Hay una obsesión con la nostalgia y el pasado a través de ciertos objetos tan cotidianos como un juguete, una camisa de segunda mano o una bolsa de plástico.

Al igual que Ray Davies de The Kinks o Paul Weller de The Jam, Jarvis Cocker comparte esa tradición de letristas que nos presentan mundos enteros en sus canciones y nos muestran la idiosincrasia británica de una forma muy particular. Pulp se convirtió en una de las bandas que ayudaron a definir al Britpop como un movimiento contracultural en los noventa, como lo había sido el Swingin’ London treinta años antes. Era una generación que arropaba los sonidos de los sesenta y los actualizaba con una visión revitalizada que miraba con optimismo hacia la utopía del nuevo milenio.

Good Pop, Bad Pop deja muchos misterios ocultos sobre su autor y sobre Pulp. Si usted querido lector está buscando los jugosos chismes sobre la era dorada del Britpop, aquí no los encontrará. Tampoco encontrará realmente todas las claves para descifrar las letras de Pulp.

Seguimos sin saber quién es la inspiración de “Common People” y tampoco tenemos más información sobre la novia que le regaló ese disco de Marianne Faithful, así como no sabemos quién realmente es Deborah, a la que le prometimos que nos encontraríamos en el año 2000, en aquella fuente a un costado del camino como en Disco 2000

Para Jarvis Cocker separar la basura de los recuerdos es una meditación sobre la creatividad, es un método para encontrar tu estilo y la inspiración para seguir el mismo sueño que él de hacer una banda de rock y conquistar el mundo con “buena música pop”.

antonio.becerril@eleconomista.mx

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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