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Opinión

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El fracaso del Insabi

El martes se oficializó el fracaso de la política de salud de este gobierno. La desaparición del Insabi confirma lo que diversos expertos le dijeron al presidente en la transición del 2018: reemplazar el Seguro Popular (SP) sin un plan concreto y con presupuesto para ofrecer servicios de salud a la población sin derechohabiencia era un error garrafal.

En los gobiernos de la transición, para atender a la población sin derechohabiencia del IMSS, ISSSTE o sistemas cerrados de salud; se creó el Seguro Popular. Este, junto con el Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos, brindaba cobertura de salud básica y para padecimientos graves —a través de transferencias de recursos a las secretarías de salud estatales— a aproximadamente la mitad de la población sin otra cobertura de salud.

¿Tenía problemas? Claro. ¿Era perfectible? Por supuesto. Los principales problemas eran, sobre todo, la opacidad y corrupción en las secretarías de salud estatales.

Pero la alternativa de este gobierno fue mucho peor. Con la muletilla de que no era seguro ni popular, tiraron a la basura años de avance y reemplazaron el SP por el Insabi, dirigido por alguien sin ninguna experiencia, sin planeación, sin los recursos financieros ni humanos requeridos para ofrecer servicios de salud.

Los resultados de desaparecer el Seguro Popular y reemplazarlo por un bodrio como el Insabi no dejan espacio a dudas. En palabras del diputado de MC Salomón Chertorivski —quien también ocupó la Secretaría de Salud— “se dejaron de realizar más de 40 millones de consultas externas, más de 7.5 millones de consultas de alta especialidad, 1.3 millones de mastografías, 1.6 millones de papanicolaous (...) 15 millones de mexicanos declararon dejar de tener un sistema de salud, el gasto de bolsillo incrementó 40 por ciento”.

Ante este fracaso, la nueva receta del gobierno fue centralizar todo en el IMSS-Bienestar (que no es una nueva institución, existe desde 1979). Varios estados han firmado convenios con IMSS-Bienestar donde donan su infraestructura de salud buscando que esta institución brinde servicios de salud a toda la población. Esta centralización, en abstracto, no es necesariamente una mala idea, no dista mucho de la propuesta de Santiago Levy, pero sin presupuesto es imposible. Como lo señala el estudio del Grupo de Trabajo para la Comisión Hacendaria —firmada por Ramírez Cuellar— brindar servicios de salud a toda la población sin seguridad social con un paquete de servicios ilimitado tiene un costo de 3.2% del PIB de 2019.

Como no hay dinero porque todo se gasta en obras de infraestructura absurdas, darle estas responsabilidades al IMSS-Bienestar empezará a drenar recursos del IMSS. Esta institución que ya hace una labor heroica —atiende a la misma cantidad de gente que el NHS del Reino Unido con 10% de su presupuesto— tendrá que dirigir recursos económicos y humanos al IMSS-Bienestar lo que deteriorará aún más sus niveles de servicios como ya dejó claro el desabasto de medicamentos.

Haber creado un sistema de salud para todos los mexicanos pudo haber sido un verdadero legado del presidente y hubiera callado muchas bocas. Pero esto requería un gran esfuerzo administrativo y una gran cantidad de recursos. Contaba con el capital político y legitimidad para hacerlo. Pero decidió ignorar a los expertos y tirar a la basura lo que había y crear una institución inservible que ayer desapareció. El nuevo parche del IMSS-Bienestar, a cinco años de gobierno y sin los recursos necesarios, no va a ser como la salud en Dinamarca.

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