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Opinión

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El futuro de la macroeconomía II

¿Qué pasará en el 2011? Esa es la pregunta del millón y hasta del billón para la ciencia oculta de la macroeconomía.

En materia macroeconómica, ahora que el debate sobre el keynesianismo ha recuperado un lugar central en política económica, parecería que lo único cierto, parafraseando a Sócrates, es que no hay nada cierto.

Comentábamos en nuestra aportación anterior sobre la influencia de Paul Krugman y su teología popular de que los seres humanos, intercambiando bienes y servicios voluntariamente, son dados a cometer errores. Pero hay que recordar que el Nobel de este señor es en materia de comercio exterior y no de vigilancia macroeconómica.

Aquí podemos ver la forma, un tanto caótica y ciertamente no lineal, que probablemente tomará el futuro de la macroeconomía: modelos que no renuncian a su formalidad matemática, que incorporarán algún tipo de irracionabilidad y que seguirán buscando la llegada al equilibrio óptimo mediante un mecanismo técnico en el que ya no sólo el individuo, sino también el gobierno harán uso de sus conocimientos para asignar sus recursos con base en sus fines. Será que podemos cantar victoria y pensar que el mundo económico estará en buenas manos?

¿Podremos acaso pensar que ahora sí las crisis financieras quedaron en el pasado, al dar más poder al gobierno, ahora iluminado con modelos no lineares para planear, dirigir u orientar la economía nacional a su senda de equilibrio?

La historia económica nos responde un rotundo no. De hecho, al parecer, a pesar de las flamantes vociferaciones de Krugman, Stiglitz, Rodrik y otros que piensan que saben más que todos los demás, el hecho es que el mero pensar que el proceso de mercado se puede representar en forma mecánica como un mero problema de asignación de recursos, ha dado lugar a esa fatal arrogancia de creer que es posible modificar y corregir las fuerzas del orden espontáneo que hace posible el quehacer económico, o sea, la acción humana.

La interpretación del problema económico como un problema de asignación alimenta el mito de que la acción humana es secundaria y que, por ende, se requiere un ingeniero social que resuelva todos nuestros problemas.

Parece, Krugman, el verdadero error de los macroeconomistas no fue en los modelos, sino en su interpretación.

Algún día aprenderemos a recapacitar la vanidad del macroeconomista de querer controlar, orientar, dirigir, planear todo desde arriba. Recordaremos, entonces, el lema de Mill: El que sólo sabe economía, sabe muy poca economía...

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