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Opinión

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El gobierno que estorba

Al presidente López el gobierno le estorba, tal vez por eso lo quiere destruir. No sabe gobernar y la tarea le ha resultado más difícil de lo que aseguraba durante la más de una década que duró su campaña. La realidad lo ha rebasado. A medida que su sexenio se diluye en fracasos y escándalos de corrupción y abusos de poder, trata de afianzar su popularidad echando mano de una retórica machacona, mediante la cual se asume como representante del pueblo y les dice a las grandes mayorías de que su paso por la presidencia solo tiene como objetivo empoderar a los pobres y hacerles justicia. 

Al mismo tiempo, destina sin mayor control grandes cantidades de dinero a los programas sociales. En el pasado, la falta de vigilancia de los recursos públicos dio pie a una corrupción galopante. Se impusieron, entonces, controles, supervisión y evaluación que mitigaron, pero no resolvieron el desvío de los dineros. En este sexenio la situación es peor porque ya no hay controles o evaluación que valga, solo la palabra del presidente y si dice que las cosas así están bien hay que creerle o soportar sus ataques.

Como no sabe gobernar, el gobierno le pesa, no lo entiende. Él quiere ser querido, respetado, recordado como el presidente que ayudó a los pobres. Al final de la administración ningún pobre habrá salido de su situación, pero los recursos repartidos y la narrativa presidencial les darán cierto cobijo a las capas más empobrecidas de la sociedad. El viejo PRI sabía que este método funcionaba, pero en algún momento de su historia quiso ser eficiente, llevar a México a otro nivel, pero lo hizo con torpeza y corrupción. Fracasó. 

López sabe que para lograr su propósito necesita dinero, mucho dinero. Ha echado mano de todo cuanto ha podido: fideicomisos, cobros de impuestos, préstamos, aportaciones “voluntarias” de grandes capitales, rifas, venta de bienes recuperados, etc. Ahora, con un apetito pantagruélico por el dinero ha enviado una iniciativa que plantea eliminar la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional Anticorrupción (SESNA) y fusionar 17 unidades administrativas, órganos administrativos desconcentrados, organismos públicos descentralizados y fideicomisos. La razón que el Ejecutivo esgrime es que: “sus funciones se encuentran duplicadas o segmentadas de manera innecesaria en varias instancias”. 

La semana pasada comenzó con la eliminación de Notimex y la Financiera Rural, ahora hay una lista larga. Destacan en ella, además de la SESNA, la eliminación o fusión con otras áreas de las instituciones siguientes: Fideicomiso de Fomento Minero Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE), Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM), Instituto Mexicano de Tecnología del Agua; Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía y la Coordinación General de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, entre otras. 

El mandatario ha aclarado que ningún trabajador será despedido, pero ya antes ha hecho estas mismas promesas y miles de empleado de confianza han sido echados a la calle. ¿Ahora será diferente? Es poco probable porque el Pantagruel de Tabasco tiene hambre de más recursos y está dispuesto a echar mano de donde sea. El Estado, con sus estructuras burocráticas y sus tareas incomprensibles, le estorba. Es el mismo razonamiento que tienen los más fervientes seguidores del neoliberalismo: reduzcamos al Estado a lo mínimo posible.  

Por supuesto, no sería razonable defender dependencias que no hicieran bien su trabajo o resultaran innecesarias, pero en estas recientes decisiones no se ve lógica de Estado, sino una derivada de la necesidad política o “politiquera”, para usar un término que le viene bien a la acción presidencial. Las decisiones se toman para anular vigilancias y/o para recaudar fondos. Es aquí donde el INAI se vuelve más necesario como un instrumento que permitiría que la ciudadanía y los medios nos enteráramos de lo que sucederá, en el caso muy probable de que proceda la iniciativa, con los trabajadores y empleados, los recursos materiales y financieros y las funciones que desempeñan actualmente estas instancias. 

No es extraño que AMLO quiera desaparecer al INAI, nunca ha sido un gobernante o político transparente. El señalamiento de que era y es el Rey del Cash habla de que está acostumbrado a mover sin mayor control grandes cantidades de recursos en efectivo. Los dineros desaparecen detrás de asignaciones directas, ampliaciones de recursos, pagos inexplicables y una larga lista de trucos que tal vez ni siquiera sospechamos. 

¿A qué lugar llegan estos recursos? En el manejo presupuestal hay una fórmula infalible: la opacidad esconde corrupción. Siempre.

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