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Opinión

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El imperativo geopolítico para apuntalar al dólar

A raíz de las sanciones económicas occidentales contra Rusia, muchos países han comenzado a establecer sus propios sistemas de pago para transacciones internacionales. Con el tiempo, estos nuevos sistemas podrían reducir la demanda del dólar, aumentar los costos para los prestatarios estadounidenses y socavar los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos.

CAMBRIDGE, MA/WASHINGTON, DC. En un discurso de 1955 ante un grupo de banqueros de inversión, el entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, William McChesney Martin, compartió una historia sobre un profesor de economía que siempre les tomaba el mismo examen a sus alumnos. Cuando le preguntaron por qué algún estudiante podía llegar a reprobar ese examen, el profesor respondió: “Las preguntas no cambian, pero las respuestas sí”.

Esta historia sigue siendo relevante hoy, y no sólo para los sucesores de Martin en la Fed. El debate actual sobre la salud del dólar muchas veces se enmarca en términos binarios: o su condición como moneda de reserva global se está erosionando rápidamente, debido a la geopolítica y a las políticas fiscales de Estados Unidos, o sigue siendo la moneda dominante inigualable sin ninguna competencia a la vista.

La realidad es más complicada. Si bien el dólar sigue siendo dominante en áreas como las finanzas comerciales y el mercado de divisas, éstos pueden ser indicadores retrospectivos de la fortaleza del dólar. Los sistemas de pagos pueden ser una señal más confiable de la posible posición de una moneda en el futuro. Los banqueros centrales comparan los sistemas de pagos con la plomería: sólo se puede dar agua una vez que se hayan construido las cañerías. Cuando ya se ha implementado esta infraestructura, un cambio en la condición de las monedas puede producirse más rápido de lo esperado. Pocos predecían la transición de la libra esterlina al dólar en los años 1920.

En los últimos años, los países han venido mejorando activamente su cañería financiera. Los sistemas de pago rápido han transformado los panoramas financieros de países como Brasil e India. Los países también han comenzado a vincular su infraestructura financiera, permitiendo una liquidación casi en tiempo real a través de las fronteras nacionales. Project mBridge conecta bancos centrales y comerciales de China, Hong Kong, Tailandia y Emiratos Árabes Unidos sin depender del dólar. Arabia Saudita se sumó al proyecto a comienzos de este mes y se espera que más países hagan lo mismo este año.

Gita Gopinath, primera subdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional, y su funcionaria estadounidense de más alto rango, recientemente atribuyeron el mayor uso del renminbi al Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos de China, que actúa como una cámara de compensación, similar al Sistema de Pagos Interbancarios de la Cámara de Compensación de Estados Unidos. Si bien muchos de estos proyectos son relativamente pequeños en comparación con el inmenso volumen de transacciones realizadas en dólares, no se los debería subestimar.

El mayor interés en arquitecturas financieras alternativas se puede atribuir, en parte, a la percepción de que depender de los sistemas occidentales es riesgoso. Una investigación del Atlantic Council ha identificado un marcado incremento en la cantidad de países que exploran nuevas tecnologías de pago desde que Occidente impuso sanciones económicas a Rusia luego de su invasión a Ucrania.

Muchos de estos proyectos no son simples clones de sistemas heredados; más bien, apuntan a lograr que los pagos transfronterizos sean más rápidos, más económicos y más confiables. Con el tiempo, podrían hacer caer la demanda del dólar, lo que aumentaría los costos para los deudores estadounidenses y haría que Estados Unidos fuera más vulnerable a los shocks macroeconómicos.

El riesgo más inmediato es que estos nuevos sistemas puedan minar los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. Muchos sistemas de pagos transfronterizos nuevos pueden facilitar las transacciones sin la participación de bancos norteamericanos, limitando el acceso del Departamento del Tesoro a la inteligencia financiera y erosionando su capacidad para imponer sanciones. Durante años, gobiernos y bancos de todo el mundo han buscado maneras de evitar al dólar, muchas veces a un costo muy alto. Hoy, las tecnologías digitales de vanguardia pueden hacer que esto resulte mucho menos costoso.

En respuesta a estos desafíos, la máxima prioridad de los responsables de las políticas en Estados Unidos debería ser garantizar que los sistemas de pagos transfronterizos futuros estén alineados con los valores e intereses de Estados Unidos, entre ellos mantener la estabilidad del sistema financiero global. Una manera de perseguir este objetivo es exigir que los nuevos sistemas de pagos transfronterizos cumplan con los estándares internacionales existentes.

Pero Estados Unidos quizá tendría una mayor influencia sobre estos nuevos sistemas de pagos si participara activamente en su desarrollo, construcción y funcionamiento operativo, como fue el caso cuando se crearon los sistemas de pagos interbancarios SWIFT y Continuous Linked Settlement (CLS por su sigla en inglés).

A pesar de un arranque lento, la enorme ventaja de Estados Unidos como país dominante le debería permitir recuperar terreno rápidamente. Los bancos corresponsales en Estados Unidos son los nodos centrales de los pagos transfronterizos, y Estados Unidos es sede de algunos de los proveedores de pagos móviles y compañías de finanzas tecnológicas más grandes y sofisticados del mundo. Los responsables de las políticas deberían comunicar al sector privado que las nuevas soluciones de pagos transfronterizos son un imperativo geopolítico, y establecer lineamientos claros para respaldar una innovación responsable. La Fed desempeña un rol crítico a la hora de facilitar este cambio. Los bancos centrales en todo el mundo, entre ellos el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo, el Banco de Japón y la Autoridad Monetaria de Singapur,  están impulsando una innovación de pagos en sus respectivas jurisdicciones y a nivel global.

El autor

Jordan Bleicher, jefe de Asuntos Jurídicos en Radius Technology Systems, fue asesor en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos y en la Junta de la Reserva Federal.

El autor

Josh Lipsky, director sénior del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council, fue asesor en el Fondo Monetario Internacional y en el Departamento de Estado estadounidense.

Derechos de autor: Project Syndicate, 2024.

www.project-syndicate.org

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