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Opinión

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El mundo al revés

Vivimos así: los países desarrollados hacen justo lo que ellos decían que no deberíamos hacer en el mundo subdesarrollado.

Ricardo López Murphy, brillante economista argentino, estuvo en Sonora en una serie de foros y encuentro privados. López Murphy ocupó el cargo de Ministro de Finanzas de su país durante 16 días en el 2001.

¿Por qué? Porque el ajuste fiscal que requería la economía che en ese entonces era brutal, toda vez que los políticos no estaban dispuestos a pagar los costos de la dura consolidación propuesta. La historia subsecuente fue una tragedia de errores que culminó con el infame Corralito, la madre de todos los desastres que ha sufrido la economía argentina en su época moderna.

Esto cobra relevancia en la actualidad dada la fuerte acumulación de deuda pública y déficit fiscal en la economía global, sobre todo en los países desarrollados. Es, en palabras de otro participante, el mundo al revés: los países desarrollados haciendo exactamente lo que decían que no se debería hacer en las economías emergentes que enfrentaron ciclos de crisis, incluyendo el caso mexicano en 1994. A partir de un nivel de deuda pública, digamos alrededor de 90% del ingreso nacional, la tasa de crecimiento de esas economías tiende a ser menor. La regla empírica parece confirmar la lógica del sentido común de que a más deuda, menor oportunidad de crecimiento. En el caso de EU, su deuda pública no incluye pasivos contingentes que se materializan en los años venideros, algo que elevaría la carga pública consolidada 180% del PIB estadounidense, o sea, la deuda más grande en la historia del ser humano.

La única solución a esto es que los actores consideren la necesidad de una consolidación fiscal. Es difícil justificar políticas de austeridad en tiempos de anemia económica, de desempleo, de ajuste en los bolsillos. Pero si el ajuste es necesario, ello implica generar un superávit fiscal durante varios años y destinar el excedente al pago de deuda. Esto se hizo en nuestro país después de la renegociación de la deuda en 1990. Lo ideal, en materia de consolidación fiscal, es asignar una proporción mayor de la carga a una reducción del gasto público, ya sea con best practices o con privatización de ciertos servicios. Lo demás debe venir por el lado tributario, pero para ello es crucial evitar privilegios, exenciones, impuestos que favorecen a unos a costa de otros.

López Murphy nos recordó: los mexicanos tienden a subestimar lo que han hecho (logros en la estabilización macroeconómica del país), pero también tienden a subestimar lo que les falta por hacer (inversión en capital humano, mayor competencia, Estado de Derecho). Pues sí: prioridades al revés.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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