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El nacionalpopulismo pone en jaque a Macron y a la UE
Las elecciones del Parlamento Europeo son importantes en dos sentidos: es el único pilar de la Unión Europea elegido directamente a través del voto por parte de ciudadanos de los 27 países y reflejan el humor social sobre un conjunto de problemas actuales que tienen relevancia en la arquitectura comunitaria.
Ayer 09 de junio, como ocurre cada cinco años desde 1989, tuvieron lugar las elecciones europarlamentarias y los resultados daban como ganadora al caer la noche a la ultraderecha en Francia, en Austria y en Italia. Y queda en segunda posición en Alemania y los Países Bajos. Liberales y verdes perdieron escaños respecto a las anteriores elecciones.
Mal síntoma antes de los comicios: la presidenta de la Comisión Europea (ejecutivo del mecanismo comunitario) mandó una señal preocupante en el inicio de mayo. Según Ursula von der Leyen (Partido Popular Europeo, centroderecha), la primera ministra de Italia Giorgia Meloni (ultraderecha) no bracea a contracorriente de la Unión Europea porque defiende a Ucrania, pero mantiene mano dura en políticas de género y colectivos LGBTIQ+, y en centros de detención para demandantes de asilo en Albania, es decir, mano dura en lo que se puede considerar el basamento de la Unión Europea.
Frente a este coqueteo de Ursula von der Leyen, el gobierno de Georgia Meloni censuró hace un par de meses la presencia del escritor Antonio Scurati en la cadena de televisión pública RAI simplemente porque el autor de una trilogía sobre el ascenso de Mussolini ha sido crítico de Meloni.
El matrimonio de la ultraderecha con la derecha moderada comienza a generar una tendencia preocupante. Lo observamos en Países Bajos o en gobiernos regionales del PP con Vox en España. Sin duda alguna es Marine Le Pen la que mejor ha tratado de camuflajear sus rasgos de ultraderechista. Fue ella la que expulsó del partido a su padre, Jean-Marie, y la que eliminó el antisemitismo de las fuentes ideológicas que lo alimentaban.
Marine Le Pen ha dejado también a un lado el antieuropeísmo del Frente Nacional, el partido que fundó su padre. Incluso, ya le cambió de nombre.
En ocho de los 27 miembros de la Unión Europea, la ultraderecha ya forma parte de los respectivos gobiernos.
Lo ocurrido ayer 09 de junio, en Francia es un suceso comparable al del 29 de mayo de 2005: la victoria del No en el referéndum sobre la constitución europea en Francia.
Ayer, los franceses usaron las europarlamentarias como plebiscito de Macron. El presidente se ha puesto la soga al cuello: la ultraderecha podría asaltar la Asamblea y convertirse en dolor de cabeza permanente para Macron como Lionel Jospin lo hizo en el gobierno de Jacques Chirac al inicio de siglo.
Emmanuel Macron llegó a la presidencia con un discurso europeísta; parecía que deseaba quitarle la estafeta a Angela Merkel.
Ayer, fue humillado. Como también lo fue el canciller alemán Olaf Scholz. Los socialistas caen a la tercera posición. El sorpasso de la ultraderecha es humillante.
Al otro lado del Atlántico Donald Trump tiene media llave de la Casa Blanca. Su figura le hace brillar los ojos a la gran familia de ultraderechistas europeos nacionalistas: el belga Vlaams Belang, el Partido de la Libertad holandés, el Chega portugués, el Vox español, Alternativa para Alemania (AfD), el polaco Ley y Justicia (PiS) o el Fidesz húngaro.
En dos vectores se está moviendo la ultraderecha europea: el doble rechazo a la migración y del Pacto Verde.
Si logran frenarlos, la Unión Europea tendrá otro rostro.
Francia sufre una transformación de partidos como nunca a lo largo de la quinta república.
Francia y Alemania son dos países fundadores de la Unión Europea. El ascenso de Le Pen a a la presidencia representaría el colapso de la Unión Europea.
No es una amenaza, es una realidad.
El nacionalismo es la guerra, diría Mitterrand.
@faustopretelin