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Opinión

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El ocaso del petrodólar

A veces, las noticias falsas revelan verdades ocultas, como cuando recientemente se informó que Arabia Saudita pondría fin a su acuerdo con Estados Unidos para fijar el precio del petróleo en dólares. A pesar de las muchas inexactitudes en estos informes, y aunque el papel global del dólar perdura, el impulso para la desdolarización está creciendo.

WASHINGTON, DC. Mucho de lo que se publicó este mes sobre la “no renovación” del viejo “acuerdo del petrodólar” entre Arabia Saudita y Estados Unidos está cargado de inexactitudes y medias verdades. Algunos medios incluso llegaron al extremo de afirmar que Arabia Saudita iba a “dejar de usar el dólar estadounidense para sus ventas de petróleo”. Pero a pesar de estos errores, y aunque el dólar sigue siendo la moneda dominante, el impulso hacia una desdolarización está al alza, como resultado de amplios cambios geopolíticos y macroeconómicos.

El sistema del petrodólar (por el cual el petróleo se cotiza en dólares y los países exportadores invierten sus ganancias en activos denominados en esa moneda) surgió a mediados de los años setenta, tras la decisión del presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, de poner fin a la convertibilidad del dólar en oro. El nuevo esquema ayudó a suavizar la transición al sistema post-Bretton Woods de tipos de cambio flotantes, y sobre todo, consolidó la posición del dólar como moneda de reserva mundial y generó décadas de prosperidad para los estadounidenses, a quienes benefició el hecho de ser el mercado preferido por las corporaciones globales en un contexto de creciente demanda global de dólares e ingreso de capitales a los Estados Unidos.

El esquema tiene sus raíces en un pacto secreto de 1974 entre Arabia Saudita y los Estados Unidos, que estipulaba que los sauditas reinvirtieran sus petrodólares en títulos del Tesoro de los Estados Unidos a cambio de garantías de seguridad estadounidenses; esto creó una alianza estratégica que ha configurado la política mundial por décadas. Al año siguiente, toda la OPEP había acordado cotizar el petróleo en dólares e invertir en deuda del gobierno de los Estados Unidos; esto permitió a los bancos estadounidenses extender préstamos a países del sur global en un contexto de creciente desregulación de los mercados financieros.

Al convertirse el petróleo en recurso crucial para el crecimiento económico, la industrialización y el avance tecnológico, los países importadores de petróleo necesitaban dólares para pagar por la energía que consumían. Al mismo tiempo, el auge de la población mundial aumentó la demanda de bienes manufacturados y petróleo, lo que fortaleció todavía más la posición del dólar. En 2000, y a pesar de la creciente competencia de las economías industrializadas asiáticas, más del 70% del total de reservas de divisa extranjera correspondía al dólar, que dominaba el comercio internacional (la facturación en dólares alentaba a los exportadores a tomar deuda en dólares para obtener cobertura y a los importadores a hacer lo mismo para tener capital de trabajo).

El dominio del dólar no ha estado exento de problemas (entre los que se destaca la financierización de la economía estadounidense y el derrumbe de la producción industrial local), pero los beneficios para Estados Unidos han sido inmensos. El ingreso de capital extranjero para la compra de títulos del Tesoro permitió mantener tipos de interés bajos y un sólido mercado de bonos, con lo que Wall Street se convirtió en el principal centro financiero del mundo. Hoy, alrededor del 70% de la deuda en moneda extranjera está denominada en dólares. Además, emitir la moneda de reserva del mundo implicó que Estados Unidos no tuviera que preocuparse por el déficit comercial; de tal modo, su economía ha podido “dar sin recibir, prestar sin pedir prestado y comprar sin pagar”, en palabras del economista francés Jacques Rueff.

Pero en los últimos tiempos se han dado pasos hacia la desdolarización. Entre 2021 y 2022, los bancos centrales aumentaron a más del doble sus compras de oro, y mantuvieron un nivel similar en 2023. Y en particular, se han vuelto más comunes los acuerdos de liquidación de comercio bilateral en moneda local. En 2023, la India pagó en rupias por primera vez una compra de crudo a los Emiratos Árabes Unidos, y China usó el yuan para saldar más o menos la mitad de sus operaciones transfronterizas de comercio e inversión, mediante el uso de su sistema de pagos interbancarios transfronterizos y de los acuerdos de canje de divisas (swap) que el Banco Popular de China ha firmado con más de cuarenta bancos centrales.

El abandono del petrodólar es atribuible a varios factores. Antes de 2000, Estados Unidos era el principal socio comercial de más del 80% de los países del mundo, proporción que ahora ha caído a menos del 30%; en general, el lugar que tenía Estados Unidos lo ha ocupado China. También ha cambiado mucho el panorama global de la energía. Antes Estados Unidos tenía una gran dependencia del petróleo saudita, pero el auge de su industria del esquisto (shale) a mediados de la década de 2000 puso al país en una senda hacia la independencia energética. Ahora, el principal importador de petróleo saudita es China; aunque muchos países (incluso Arabia Saudita) están adoptando las fuentes renovables para acelerar la transición verde.

El ascenso del sur global (debido a una creciente difusión de la tecnología y a la globalización de las cadenas de valor) y el aumento de las tensiones geopolíticas están llevando al mundo hacia un orden multipolar; al mismo tiempo, la frecuente aplicación estadounidense de sanciones ha puesto de manifiesto los riesgos políticos y financieros de depender del dólar como moneda de reserva, medio de intercambio y unidad de cuenta. Hay cada vez más consenso en que la desdolarización es el mejor modo de mitigar estos riesgos y potenciar el crecimiento. Por eso, muchos países están diversificando sus reservas de moneda extranjera: en 2022, la presencia del dólar en las reservas globales se redujo diez veces más rápido que durante las dos décadas anteriores, al 58%, contra 73% en 2001.

En tanto, la digitalización ha facilitado el uso de monedas locales para pagos y transacciones comerciales transfronterizos; esto permite eludir las restricciones derivadas de la financiación en dólares y fortalecer la resiliencia financiera. Por ejemplo, hace poco los bancos centrales de Indonesia, Malasia, Singapur y Tailandia pusieron en marcha un sistema basado en códigos QR que permite a sus residentes hacer pagos digitales transfronterizos sin pasar por una moneda intermediaria (moneda vehículo).

La aceleración de la desdolarización es innegable. En una muestra de 125 economías, el Fondo Monetario Internacional halló que la mediana de uso del yuan para pagos transfronterizos con China creció del 0% en 2014 al 20% en 2021; un cuarto de esas economías ha aumentado el uso del yuan al 70%. El abandono del petrodólar es un factor importante. En 2023, la quinta parte del comercio internacional de petróleo se saldó en monedas distintas del dólar. Y la profundización de los vínculos energéticos de Arabia Saudita con China ha llevado a la firma de contratos de compra de petróleo a largo plazo denominados en yuanes (petroyuanes).

En el mundo multipolar que está surgiendo, la digitalización permite a las economías desarrollar mecanismos de pago alternativos. Hace poco el Banco de la Reserva Federal de Nueva York reconoció el hecho de que hay un pequeño grupo de países con “una proporción menguante del dólar en sus reservas oficiales”, al tiempo que varios bancos centrales están aumentando la compra de oro. Conforme los riesgos geopolíticos sigan debilitando la confianza, estas cifras crecerán. El uso de la digitalización para crear un marco plurilateral de liquidación en moneda local de transacciones transfronterizas será esencial para evitar una costosa fragmentación del sistema internacional de pagos en un mundo multipolar.

El autor

Hippolyte Fofack, execonomista principal y director de investigaciones en el Banco Africano de Exportación e Importación, es becario Parker de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia, investigador asociado en el Centro de Estudios Africanos de Harvard, miembro distinguido de la Federación Mundial de Consejos de Competitividad y miembro de la Academia Africana de Ciencias.

Traducción: Esteban Flamini

Copyright: Project Syndicate, 2024

www.project-syndicate.org

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